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Ayer la abuela cumplió ochenta años y lo celebramos por todo lo alto en el jardín de casa. Vino toda la familia. Nadie quiso perderse la fiesta porque los cumpleaños de la abuela siempre son sensacionales. Como cada año hubo baila y una vez más la abuela no quiso perderse la ocasión de bailar con todos. Bailó un vals con tío Ramón e incluso se atrevió con un chachachá y un tango con tío Carlos que es el bailarín de la familia.
Además, mamá, que es una experta cocinera, preparó un sinfín de deliciosos manjares. No hay ni que decir que la fiesta fue un éxito. Tía Patricia, que siempre está a punto de cantar, dedicó una hermosa canción a la abuela y los nietos hicimos el coro.
Pero como la tía Patricia desafina, el abuelo disimuladamente se tapó los oídos. Por supuesto, el momento culminante de la fiesta tuvo lugar cuando la abuela sopló las ochenta velas.
Cuando la fiesta acabó todos colaboramos en la limpieza. En la cocina ayudamos a recoger el gran montón de basura que se había generado: cáscaras de huevos, pieles de frutas, espinas, los restos de la lechuga...
-¡Muy bien, niños! Así me gusta -dijo el abuelo satisfecho-. Los desperdicios de comida son restos orgánicos. Con estos restos prepararemos abono para fertilizar las flores y los árboles del jardín.
-También hay que recoger los papeles de envolver los regalos, las cajas de cartón y las latas y botellas de vidrio -indicó tía Patricia.
Entonces salimos corriendo al jardín a clasificar la basura. Reunimos los cartones y los papeles en un único montón. También agrupamos las botellas de vidrio y las latas.
-Si dejamos la basura clasificada en la calle, el basurero podrá llevársela lista para reciclar y le ahorraremos mucho trabajo -propuso mamá.
Y qué contento se puso el barrendero, cuando encontró la basura, perfectamente ordenada y clasificada en distintas cajas y montones, dispuesta sin ensuciar la calle.
-¡Con tanto cartón se podrán hacer muchos cuadernos de papel reciclado! -explicó mi hermano Oscar.
-¡Y con el vidrio, otras muchas botellas! -precisó mi hermana Elisa.
-¡Desde luego ser respetuosos con el medio ambiente produce una gran satisfacción! -exclamó el abuelo.
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