Había llegado el día de la excursión de fin de fin de curso y los niños esperaban el autobús con las mochilas a la espalda dispuestos a pasarlo en grande. Cantaron durante todo el camino hasta que llegaron al bosque.
La caminata fue larga; por senderos que subían hasta el pie de una montaña llegaron a un valle en el que la hierba era como una alfombra verde y blandita. A la sombra de unos frondosos árboles se sentaron para comer. Los maestros cogieron agua de un arroyo que venía desde lo alto de la montaña y que estaba tan fria como el hielo.

Mientras los niños comían unos diminutos seres les miraban escondidos entre las hojas de los árboles.Uno se atrevió a acercarse a ellos adoptando la forma de una libélula. Aquellos diminutos seres eran unos duendes que habían viajado hasta allí desde el otro lado del mundo para asistir al bautizo de un hada. Los duendes se marcharon para no llegar tarde al bautizo pero el que había adoptado la forma de una libélula y que se había posado en la cabeza de un niño llamado Enrique quedó atrapado bajo la gorra que el niño se puso cuando acabó de comer.

El duende hacía intentos vanos por salir de aquel encierro, no había ni la más minima rendija por la que escapar.

-¡Déjame salir, déjame salir!- gritaba con todas sus fuerzas el duende.
Pero Enrique no lo oía jugando al escondite con sus compañeros. Para que no lo encontraran se subió a la rama de un árbol.Pasaba el tiempo y cuando intentó bajarse no podía, el árbol había crecido tanto que llegaba hasta el cielo.

¿Sabéis que había ocurrido?. El duende al no poder salir había pedido ayuda a las hadas y éstas habían hecho que el árbol creciera hasta llegar al lugar donde se celebraba el bautizo del hada. Una vez allí sacaron al duende de su encierro e invitaron a Enrique ha unirse a la fiesta. El niño no salía de su asombro, aquel lugar era maravilloso, había mesas llenas de dulces y frutas, una fuente de la que manaba un chorro que cambiaba de color y del que todos bebían y la música salía de unas flores que el viento movia en distintas direcciones. Enrique bailó con las hadas, jugó con los duendes y compitió en una carrera subido en un caracol. Tantas cosas hizó que se quedó dormido por el cansancio.
-Enrique, Enrique, despierta- oyó que le decián.
Cuando abrió los ojos he intentó levantarse sintió un terrible dolor en la cabeza.
- Ha sido una imprudencía subirte al árbol- le dijo su maestro- Menos mal que al caerte sólo te has hecho un chichón-.
Durante el camino de regreso Enrique iba pensando en el hermoso sueño que había tenido subido en el árbol.
Su madre le esperaba en la parada del autobús.
-¿Lo has pasado bien?. ¡Vaya chichón!.¿Dónde está tu gorra?-le decía su madre mientras lo abrazaba.

Entonces Enrique recordó que había cambiado su gorra a un duende por uno de esos gorros puntiagudos que ellos usan.Se metió la mano en el bolsillo y allí estaba el gorro del duende, de color verde brillante, tan pequeño que ni siquiera podía ponérselo en el dedo meñique.
-Ha sido una excursión de cuento- le dijo el niño a su madre y...COLORIN COLORADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO.