En un pequeño jardín de mi casa, había una hermosa flor de cayena que brindaba su sonrisa y su color a todos los que pudieran contemplarla.
Una mañana soleada, la alegre cayena comenzó a ponerse triste, Saben por qué?... Por que tenía sed y no podía mantener sus pétalos abiertos para alegrar a sus amigos.
Al pasar la mariposa le contó su dolor, pero ella nada pudo hacer para ayudarla . Luego pasó el colibrí, radiante de mil colores, y al ver tan triste a la cayena, tampoco pudo ayudarla. El viento al oír su queja también se acercó, pero la pobre cayena seguía triste y sedienta esperando ser socorrida por algunos de sus amigos.
De pronto y justo encima de ella, se paró una pequeña nube que paseaba por el jardín, y al ver tan triste a la cayena, la nubecita comenzó a llorar, y fue así amiguitos, como la mariposa, el colibrí y el viento pudieron comprender porque volvía a sonreír la cayena mientras la nubecita lloraba, por que sus lágrimas humedecieron a la sedienta florecita, y todos juntos festejaron llenos de alegría, mientras la nubecita ya contenta se alejaba diciendo adiós por el camino.
No puedes imaginar la alegría que me causa el poder saludarte de nuevo, y el gozo que me ha dado el seguir saboreando tus encantadores cuentos, tan puros como siempre. Sabiendo que sigues escribiendo aquí, entraré más a menudo. Un fuerte abrazo, Angel