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Los perros de los volcanes

En los volcanes de El Salvador habitan perros mágicos que se llaman cadejos. Se parecen a los lobos aunque no son lobos. Y tienen el garbo de venados aunque no son venados. Se alimentan de las semillitas que echan las campánulas, esas lindas flores que cubren los volcanes y que parecen campanitas.

La gente que vive en las faldas de los volcanes quieren mucho a los cadejos. Dicen que los cadejos son los tataranietos de los volcanes y que siempre han protegido a la gente del peligro y de la desgracia.

Cuando la gente de los volcanes viaja de un pueblo a otro, siempre hay un cadejo que las acompaña. Si un niño está por pisar una culebra o caerse en un agujero, el cadejo se convierte en un soplo de viento que lo desvía del mal paso.

Si un anciano se cansa de tanto trabajar bajo el sol ardiente, un cadejo lo transporta a la sombra de un árbol cercano. Por todo eso, la gente de los volcanes dice que, si no fuera por la ayuda de los cadejos, no hubieran podido sobrevivir hasta hoy en día.

Pero lamentablemente, no todos han querido siempre a los cadejos. ¡Qué va! A don Tonio y a sus trece hermanos, que eran dueños de la tierra de los volcanes, no les gustaban los cadejos para nada.

Los cadejos hechizan a la gente y la hacen perezosa!

- dijo un día don Tonio a sus hermanos.

Y los trece hermanos de don Tonio contestaron: -Sí, es cierto. La gente ya no quiere trabajar duro para nosotros. Quieren comer cuando tienen hambre. Quieren beber cuando tienen sed. Quieren descansar bajo la sombra de un árbol cuando arde el sol. ¡ Y todo eso por los cadejos!

Entonces, don Tonio y sus trece hermanos llamaron a los soldados de plomo y los mandaron para los volcanes a cazar cadejos. Los soldados se pusieron en camino con sus tiendas de campaña, sus cantimploras y sus armas centellantes.- Vamos a ser los soldados de plomo más bellos y más respetados del mundo- se dijeron.

Los soldados de plomo marcharon hacia el volcan Tecapa, que es mujer y viste un ropaje espléndido de agua y un sobrero de nubes. Y marcharon hacia Chaparrastique, un volcán hermoso que lleva siempre su sombrero blanco de humo caliente.

Cazaremos los cadejos mientras duermen- dijeron los soldados de plomo-. Así podremos tomarlos desprevenidos sin correr ninún riesgo.

Pero no sabían que los cadejos visten un traje de luz de día y de aire, con lo cual se hacen transparentes. Los soldados de plomo busca que busca a los cadejos, pero no encontraban a ninguno.

Los soldados se pusieron furibundos.

Comenzaron a pisotear las campánulas y aplastar sus semillitas.- Ahora, los cadejos no tendrán qué comer- dijeron.

Los cadejos nunca habían corrido tanto peligro.

Así es que buscaron la ayuda de los tatarabuelos, los volcanes Tecapa y Chaparrastique. Toda la noches los cadejos hablaron con los volcanes hasta que comentó Tecapa: - Dicen ustedes que son soldados de plomo.

¿El corazón y el cerebro son de plomo también?

- ¿Sí?- respondieron los cadejos-.¡ Hasta sus pies están hechos de plomo!

- Entonces , ¡ya está!- dijo Tecapa

Y Tecapa le dijo a Chaparrastique: - Míra, como yo tengo vestido de agua y tu tienes sombrero de fumarolas, simplemente comenzarás a abanicarte con el sombrero por todo tu cuerpo hasta que se caliente la tierra y entonces yo comienzo a sacudirme mi vestido de agua.

Y Tecapa se lo sacudió.

-Y eso, ¿ qué daño les puede hacer? - preguntaron los cadejos.

- Bueno- dijo Tecapa-, probemos y ya veremos.

Al día siguiente, cuando los soldados de plomo venían subiendo los volcanes, comenzó el Chaparrastique a quitarse el sombrero de fumarolas y a soplar sobre todo su cuerpo, hasta que ni él mismo aguantaba el calor.

Al principio, los soldados sentían sólo un picazón, pero al ratito los pies se les comenzaron a derretir. Entonces Tecapa se sacudió el vestido y empezó a remojarles. Y los cuerpos de los soldados de plomo chirriaban, como cuando se le echa agua a una plancha caliente.

Los soldados de plomo se sentían muy mal y se sentaron a llorar sobre las piedras. Pero éstas estaban tan calientes que se les derretían las nalgas.

 

Fue así que los soldados de plomo se dieron cuenta que no era posible derrotar a los cadejos, ni pisotear a las campánulas, y , en fin, ni subir a los volcanes a hacer el mal. Y sabiendo que tenían la debilidad de estar hechos de plomo, lo mejor era cambiar de oficio y dedicarse a cosas más dignas.

Desde entonces hay paz en los volcanes de El Salvador. Don Tonio y sus hermanos huyeron a otras tierras, mientras que los cadejos y la gente de los volcanes celebraron una gran fiesta que se convirtió en una inmensa fiesta nacional.

 

 

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