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Más vale feo que mal acompañado

La naturaleza no lo había favorecido con alguna buena cualidad y cuando se dice alguna es que en realidad no contaba con algo que lo distinguiera de los demás. Feo no era, Era feísimo, medía lo mismo de alto que de ancho y de lado no cambiaba en nada.
Era capaz de decirle; “Quítate que ahí te voy” a Cuasimodo. Con su nariz “Aguileña”, pero muy “Aguileña” a pesar de la gran verruga situada casi a un lado de la fosa nasal derecha, podría haber pinchado una aceituna en caso de que lo hubieran invitado a alguna reunión, lo cual no sucedió. Nunca lo invitaron.
De la escuela lo expulsaron porque perdió el Concurso de Fealdad, por feo y no era de extrañar que en la palomilla no fuera admitido ni siquiera el Día de Muertos en el que todos se disfrazaban, aunque pensándolo bien no iba a necesitar comprar disfraz alguno, ¡Él era un disfraz!.
Desbancó al “Coco” en ese añejo truco maternal de amenazar a los pequeños con que el temido fantasma imaginario se los llevaría en caso de que dejaran de hacer o hicieran, tal o cual cosa.
Algún día paseando a las orillas del Lago Ness al legendario monstruo se le ocurrió tratar de espantarlo pero cuentan que desde ese día no se ha vuelto a saber nada del antes famoso Monstruo del Lago.
En realidad decir que era poco favorecido es quedarse corto, sin embargo uno de sus enemigos, ya que no tenía amigos, le consiguió una cita a ciegas.
Obvio es comentar que la agraciada no tenía ni un ápice de eso, y más adecuado sería identificarla como “Desgraciada”.
Este enemigo le dio el número del celular de su contraparte con tan mala suerte que la batería se había ahogado al caer en un retrete de Sanborns y que al tratar de rescatarlo olvidó los efectos de las Enchiladas Suizas acompañadas con espumosa taza de chocolate bien caliente que había ordenado para su desayuno. Bueno eso de desayuno es relativo ya que se lo habían servido como era costumbre en todos los restaurantes, a los que asistía a altas horas de la madrugada y ya que no permanecía parroquiano alguno, porque en caso contrario hubiera ahuyentado al mismo mal humor.
Solo quedó el olor que despediría por poco más de una semana y siendo esto una señal que su enemigo le proporcionó a la contraparte de la “Cita a Ciegas”, y no fue muy difícil dar con ella, aunque no se atrevió a enfrentársele cara a cara;
• No sea que se vaya a asustar
Se dijo para si mismo
Para establecer el lugar y la fecha y la hora para su “Cita a Ciegas” escribió en un papel que cortó de un simpático rollito blanco, envolvió una piedra y la lanzó a la casa por la ventana de la susodicha. La piedra era tan grande que atravesó los vidrios de la ventana reduciéndolos a miles de pedazos, llegó al televisor mismo que afortunadamente desde meses atrás dejó de funcionar, lo que si salió volando fue un florero, sin flores por cierto, que pegó y destruyó totalmente una pecera con las mascota consentida de ella, ¡Una piraña! Único pececillo que respetaba el gato tuerto y cojo que todas las mañanas se colaba por el agujero de la chimenea.
Ella se tropezó con la piedrita y solo así pudo darse cuenta y enterarse del papelillo aquel en el que recibía una atenta invitación y la conminaba a responderle por la misma vía.
Ni tarda ni perezosa aprovechando la misma piedrita y considerando que el papelillo solo estaba usado por uno de sus lados escribió la aceptación y propuso a la vez que la cita fuera en el departamento del Galán.
El Galán pensó que sería impactante recibirla con algo que él mismo preparara, mas recordó que en su vida había elaborado algo comible en la cocina, lo último que recordaba es como se le quemó el agua con la que pretendía prepararse un tecito o la ocasión en que llegaron los bomberos a apagar un supuesto incendio que no era otra cosa que el humo que despedía el cocimiento de un pastel que olvidó en el horno. Inútil sería decir que jamás volvió a intentar usar el dichoso horno.
De pronto recordó que alguien le comentó los consejos culinarios que podría obtener en alguna página de Internet.
• Buena idea, en este momento enciendo mi Lap Top.
Pequeño problema, ya que olvidó que no tenía Lap Top.
Salió volando, porque se tropezó con la piedrita en la que recibió la contestación a su invitación, del piso en que vivía, lo malo es que su Pent-house era un Cuartito de Azotea en un precario edificio de cuatro pisos justo en la cima de los tiraderos del Bordo de Xochiaca. Tremendo agujero dejó al caer en la pestilente superficie conformada por desperdicios de la más variada procedencia.
Buscó por horas un Café-Internet hasta que por fin logro que lo aceptaran en uno de ellos y eso a altas horas de la madrugada con la condición que hiciera su consulta fuera del Changarro y pagó por adelantado media hora, una ganga, doscientos pesos por media hora. Fue tanta su mala suerte que al primer teclazo. . . ¡Borró el disco duro! Sin entregar el equipo lo dejó abandonado y empezó acorrer a todo lo que daban sus patizambas extremidades inferiores. Quiso la providencia que el cielo se apiadar de él y como por designio divino se le atravesara una de esa tiendas que están abiertas las veinticuatro horas. Los siete parroquianos que habían fila esperando les fueran surtidos sus requerimientos salieron disparados al llegarles el penetrante olor que anunciaba a más de cuadra y media su aproximación. Solo quedó formado “El Chavo Palancas”, conotado “Cliente Frecuente” de cuanta Delegación Policiaca existía en la Ciudad Capital y Municiios conurbados, que había sido atrapado por tremendo catarro que redujo a cero su sentido olfativo. El postigo fue cerrado de inmediato y solo a señas se hizo entender. Pidió una pizza, dos cafés capuchinos, cuatro donas y una sopita Maruchán. Consideró que con eso era suficiente para armar una buena velada.
Esperó con ansia desmedida la hora de la cita y hasta pensó en lavarse la cara, solo lo pensó ya que las llaves de su lavabo nunca funcionaron y no hubo más remedio que quedarse con la cara enjabonada.
Afortunadamente no hay plazo que no se cumpla y su “Cita a Ciegas” llegó puntual. Ella en la puerta, él a lo lejos en la puerta de la cocina. Los dos mudos por la emoción.
Ella tomó la iniciativa;
• ¿Qué te parece una copa de vino blanco para romper la tensión?
• Si, si, claro, una copa de vino blanco.
¿Cómo no se me ocurrió? Pensó al tiempo que la invitaba por fin a pasar.
• Por favor toma asiento o sí quieres pon un disco, aunque no se sí sirve mi tocadiscos. En ese librero encontrarás unos L.P.
• No te preocupes, yo los busco.
Aprovechó el momento y saltó por la ventana tal y como lo había visto en los episodios de “La Ley y el Orden” solo que olvidó que en ese edificio no había escalera contra incendios.
Cayó sobre un pepenador que acomodaba unos cartones a manera de colchón y se preparaba dormir.
• ¡Órale! Yo llegué primero.
• Perdón, perdón.
Emprendió carrera hacía la tienda que no cierra y al dar vuelta en una esquina se topó con un asaltante,
• Arriba las putas, hijo de mano.
Bueno es menester aclarar que era un asaltante novato.
Era tal su velocidad que pasó como Microbús pasándose un alto.
Llegó a la tienda que no cierra y pidió una botella de vino blanco. Corrió de nuevo a su “Pent-house” y trepó por la fachada como hombre mosca.
• Espero sea de tu agrado esta marca.
• No te preocupes. ¿Dónde están los hielos?
• ¿Hielos? ¡Ah si! Enseguida te doy los hielos. Mientras pon otro disco.
• De acuerdo
¿Por qué no se me ocurrió comprar hielos?
Se dijo para si mismo.
Casi siempre hablaba para si mismo ya que nadie quería escucharlo.
En esta ocasión si recordó que no había escalera contra incendio y se descolgó por una reata que amarró al refrigerador.
Sin embargo, falló en el calculo de la longitud de la reata y se dejó caer piso y medio siendo que volvió a caer sobre el pepenador que dormía a pierna suelta.
“Pum, Plas Chin, Cuas”
• ¡Órale! Yo llegué primero.
• Perdón, perdón.
Otra vez corriendo a la tienda que no cierra y al dar vuelta en una esquina se topó con dos asaltantes, el atropellado y su compinche que no era tan novato y que estaban al asecho cual patrulla de tránsito esperando a que algún conductor se pasara un alto.
• Danos lo que traigas.
• ¿Por qué?
• Porque no tenemos ni siquiera para comprar una pistola para asaltar.
Lo bueno es que no era tan novato.
Otra vez pasó como caballo desbocado sobre los dos seudo-asaltantes y prosiguió su carrera hacía la tienda que no cierra. Con una bolsa de hielos regresó en menos que le dura la alegría al triste, se topó otra vez con los dos remedo de asaltantes y con la misma bolsa de hielos los dejó literalmente fríos, subió por la fachada.
• Aquí están los hielos.
No tuvo contestación. De su “Cita a Ciegas” ni sus luces, de su tocadiscos, ni sus luces, de sus muebles, ni sus luces, no había dejado nada, no estufa, no refri, no focos, no su sillón favorito, además que era el único.
• ¡Al diablo las “Citas a Ciegas”! prefiero vivir solo.
Datos del Cuento
  • Categoría: Cómicos
  • Media: 4.75
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