Las palabras dichas no tienen retorno. Se clavan como un puñal y prevalecen en uno. Son como pequeñas espinas que van adhiriéndose a nuestras piel y a nuestras ganas. Acaban con la confianza, se afianzan de las dudas y carcomen uno a uno tus pensamientos, llevándote a la lejanía y a que cada vez te importe menos la ignorancia.
Cada uno es conciente de las palabras lanzadas al aire, pero cuando estas palabras crean vacíos entre los seres, agigantan el abismo y solo es cuestión de tiempo para darle término a las posibilidades de acortar esa distancia. Parece que las palabras no se borran y crecen en significado con el transcurso del tiempo, una palabra mal dicha, mal interpretada, un silencio que se instala entre dos seres, una semilla de discordia que se planta entre dos almas y una herida que apuntala, algún ser que se aprovecha de esta situación para crear más conflictos y los hechos se suceden y el comienzo del fin ya deja de ser una hipótesis, cuando el fin esta cerca.
Vemos a la vida pasar frente a nuestros ojos, los proyectos forjados en común y esas ganas locas que tuvimos de llevarlos a cabo. Estamos seguros de haber cometido errores, sabemos que el otro también los cometió, somos una constante de reproches y una senda cubierta de planteos. Creemos en la imposibilidad de congeniar dos opiniones, que ante el abismo abierto por esas palabras dichas, no pueden volver atrás, no pueden desandar el camino para darle un final a esa distancia, no pueden achicar ese abismo pidiendo perdón, porque las palabras dichas no tienen sentido a sus oídos y los pensamientos no asimilan la razón, y la desconfianza, punto final de todas las cosas, ésta allí... latente, absorta en su mutismo, creando los confictos y valiéndose de la ignorancia de las almas, de la carencia de humildad y del despotismo de los seres.
Luego, ya es demasiado tarde, no hay retorno... ni para ti, ni para mí. Tal vez después cuando la distancia haya calado en nuestros huesos y en nuestro corazón, nos volvamos a plantear nuestros errores y veamos que solo fueron palabras mal dichas o mal interpretadas... que un amor se alimenta de palabras, pero que también puede morir por ellas.
Que lástima.