"Perdoname, Melisa"
La carta la hubiera conmovido, pero la joven ya conocía casi de memoria los trucos de Fabián, su ex-novio. Era una pesadilla y había hecho bien en librarse de él. Pero las cosas no eran tan sencillas. Día a día recibía cartas suyas, su casilla de e-mail estaba llena de sus ya molestas y melodramáticas disculpas.
Esa noche se fue de su trabajo en taxi. Normalmente, acostumbraba pedir un remis y hacer subir a su secretaria en él, mientras que ella se escapaba por la otra puerte a tomarse el colectivo. Con esa treta había conseguido despistar al obsesivo de Fabián, pero era consiente de que no podría lograrlo por siempre.
Era demasiado peligroso el hecho de que tuviera la dirección de su trabajo, pero no podía permitir que conociera su nueva casa.
Sin embargo, la suerte no la acompañó.
Una vez que le dijo su destino al taxista, en el
estéreo comenzó a sonar una canción de Chayane.
Fue extraño, melancólico... demasiado preparado. Al levantar la vista por el retrovisor comprobó que era Fabián quien conducía.
"Perdoname, Melisa"
La joven no quiso contestar. Simplemente intentó abrir las puertas del auto y saltar a pesar de estar en movimiento... pero estaban trabadas.
-Volvé conmigo. Por favor, te necesito.
-¡Necesitás un psiquiátra! - gritó ella. -¡Dejá de acosarme!
-Yo no te acoso. Solo quiero que entiendas que ya cambié y no pienso volver a hacerte mal.
-¡Ya es tarde, estúpido! No te creo más. Ya me lastimaste todo lo que pudiste... ¡Ahora dejame en paz!
Contradiciendo todo lo que ella esperaba que pasara, Fabián frenó el auto.
-¿No me querés más?
-¡No! ¡Tengo otro novio! - mintió.
-Perdoname de una vez.
-¿Me dejás bajar?
-Bajá - concedió él. - Pero ya me dijiste donde vivis. Puedo encontrarte. ¿Me prometés un café la próxima vez?
-¿No me escuchaste? ¡Ya no te quiero!
Inmediatamente se arrepintió de decirle eso. Fabián encendió el motor y comenzó a tomar velocidad. Dobló en Avenida Santa Fé, convertido en un bólido.
-¡Tanto mal te hice! - lloraba el muchacho.
-¡Tenés pedido de captura! ¡Entregate y no levanto cargos por secuestro...!
-¡No! Aunque tenga que hacer lo mismo que antes...
-¿Otra vez?
Las sirenas policiales comenzaron a tronar. Melisa continuaba hablando.
-Mataste a mi mejor amigo por celos, casi me matás a mí... ¿y todavía me pedís perdón?
Entones fue ella quien comenzó a llorar.
-Si te entregás y desaparecés... te perdono.
Pero Fabián ya no era dueño de sus actos.
-Ya es tarde... para vos.
Pisó el acelerador. La realidad desapareció de su vista. Los autos pasaban a sus costados a la velocidad de la luz... ese almacén se le acercó de pronto...
Él llevaba puesto su cinturón de seguridad, y no tuvo dificultad en recobrarse del impacto. El accionar policial lo detuvo. Igualmente, él hubiera estado dispuesto a entregarse.
Mientras una ambulancia llevaba el sanguinoliento y agónico cuerpo de la única que lo amó, él solo dijo a ella, a la policía, a él mismo: "perdoname, Melisa"