Muchas veces me ha pasado tener que soportar diversos avatares en la vida. Nada que no tuviese solución. Pero después de mucho tiempo llegué a la conclusión que la toma de decisiones hace crecer y madurar a todas las personas que conformamos este mundo. Las elecciones implican ganancias y pérdidas pero son posibles de realizarse en todos los aspectos salvo en uno: el amor.
No creo que estas palabras conforman una cuento sino más bien van a plasmar las sensaciones y pensamientos que se adueñan de una persona de diecisiete años. Sí, una adolescente de casi veinte años (faltan unos cuentos pasos nomás) que se encuentra terminando el secundario y a la cual confluyen millones de confusiones e incertidumbres sobre todas las cuestiones de la vida pero, por sobre todo, del amor. Es un tiempo de definiciones, un fin de un ciclo que la viene acompañando durante casi cinco años y que la ha conformado como una mujer con todas las letras. Pero las apariencias engañan. Esa seguridad que tanto intenta denotar evidencian que hay mucha inseguridad en ella porque no puede, es más, no quiere saber que está enamorada de su mejor amigo. Locamente es poco, digamos. No hace mucho que lo conoce; un año, pero no puede hacer otra cosa que pensar en él y en añorar e ilusionarse de que alguna vez esa va a ser la persona que la acompañe. Ojalá fuera todo tan fácil, sin obstáculos. Pero la realidad va siempre en contra de nuestros deseos. Hay millares de complicaciones. Aún así, los obstáculos hacen cada vez más atractivo ese amor utópico porque implica luchar por él. Hay que perseverar y estar segura de sí misma. Pero, la pregunta que se hace cualquier chica de esta edad a la que la abruma la cobardía, por sobre todas las cosas, es: ¿vale la pena? ¿ se echará todo a perder? ¿Podré seguir siendo su mejor amiga si le confieso todo lo que siento? Preguntas sin respuesta, preguntas que nos hacen sentir cada vez más chiquitas y débiles. La cobardía, esa cobardía que nos impide sentir y disfrutar; solo cabe desear e idealizar. Nos enamoramos sin mantener una relación amorosa, nos enamoramos de su posible amor, de su carita, de su expresión, de su personalidad, de su presencia. Pero ¿se perderá todo esto? No pensar las cosas antes de hacerlas puede llegar a traer sus beneficios pero, convengamos que no lo hacemos. No nos jugamos por miedo a no ganar en esta lucha contra nosotras mismas. Excusas, miles; acciones, ninguna. Solo resta la soledad. Queremos autoconvencernos de que todo esto es una confusión, lo que haría más fácil la huída porque él seguirá siendo tu amigo y vos buscarás a otra persona para soñar. Pero ¿y si él sentía lo mismo?. Nadie sabrá, nadie nunca lo sabrá. Porque es mejor callar que traicionarse a sí misma. Porque es mejor callar para preservar esa linda amistad. Es muy fácil decirlo pero es muy difícil padecerlo. Por eso creo que el “todo no se puede en la vida” es una gran falacia; es una manera de justificar los no actos. Y cuando una se da cuenta que para poder hay que primero creer, ya no se dificulta nada. Porque hay que encontrar la manera de expresar todo lo que una siente para que ese otro sea el que tenga que decidir. Esa decisión puede cambiar una vida o más bien, un rumbo. El camino predilecto no existe; uno lo construye y elige quien lo acompañará. Por lo tanto, mi amigo (vos sabes), ¿querés transitar ese camino conmigo?