Pasaron dos meses, en esos dos meses no pude saber qué le pasó a Shariá, lástima, yo la quería saludar.

Por fin los primos decidieron en que era tiempo en visitar a mis padres, pero me advirtieron en que los vería muy diferentes. También me dijeron ciertas reglas. Por ejemplo que debía cambiarme el nombre, que debía actuar diferente… muchas reglas.

Le envié un e-mail a Clemente diciendo toda la historia, nunca me respondió, debe estar preparando la sorpresa. Le di la dirección de donde me encontraba. No se por qué se la di. Debió pasar por mi mente la idea que vendrían a México a visitarme.

Cuando llegamos los vi muy diferentes: Mi mamá se veía diferente. Se veía cansada, como que si nunca hubiera dormido. Jamás me sentí tan nerviosa como en aquella tarde.

—¿Cómo te llamas?— me preguntó.

—Mo… Montserrat— dije.

— ¿De donde vienes Montserrat?

—De Francia— de pronto sonó el timbre: Salim fue a abrir y… ¿Saben con quienes me encontré?

—Monik, Monik, ¿Estás aquí?— Era Clemente. Primero entró ella, luego Isabel hasta el final Marina. Me abrazaron y se veían muy emocionadas cuando me vieron. Todo cambió mi madre empezó a gritar.

—¡Mónica! Como te atreves a entrar en esta casa, no se te está permitido entrar, ¿sabes? Ni siquiera sé cómo llegaste a México.

Después de eso me golpeó y en eso alguien sale de la cocina: era Shariá. Se veía sucia y mal alimentada. Con moretones y con una cara de soledad, como que si no hubiera visto a sus padres en mucho tiempo.

—Marisol, ¿Qué pasa?— dijo Shari al verme tirada en el piso, a mis amigas ayudándome y al ver la sangre que escurría de mi nariz. Fue a la cocina por papel y después de un momento regresó y limpió la sangre coagulada.— ¡Una víctima más! Ya te he dicho que dejes de beber, sabes que te hace mal.

¡¡¡Quéeee!!! ¡Mi madre bebe! ¿Cómo es que nunca me lo dijeron? Salí de la casa todavía con la nariz sangrando…