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Categoría: Románticos

Adiós Jamás

No he dejado de soñar contigo. Hoy, me he levantado de mi cama, luego de dar vueltas y vueltas sobre ella; ya hace varias semanas que no podemos vernos. Tú, en tu trabajo, y yo, en mi computador dedicándome a mis libros y mis páginas sin poder hacer otra cosa que recordar tus besos, y tu nombre llena las hojas de mi cuaderno y la hoja de Word de mi computador, es como si fuese lo único que puedo escribir sin errores.

Al escuchar la música, lo que encuentro entre tantos discos son sólo nuestras canciones, y todo sin ti se torna gris. Cae la lluvia, ¿Y tú dónde estás, que no vienes a abrazarme?

En mis sueños me he visto desnuda a tu lado, seduciéndote, sintiéndome dueña de ti, apoderándome de cada rincón tuyo, viéndome en tus ojos, llenándome de tus labios, envolviéndome en tus caricias, llegando a la cima por ti.

Pero recuerdo que tú no estás aquí, que, nuevamente, por una tontería, hemos discutido, nos hemos herido sin razón. Y he despertado de mis sueños llorando, clamando tu nombre, pidiéndote perdón a la distancia, sin saber si vendrás, sin poder escribir ni una sola línea, corta de inspiración, porque mi motivo eres tú, y no estás.

Con una copa de vino, recuerdo tus besos, nuestras noches de amor, que hoy se han ido. Muchos han venido a verme, a llevarme a pasear, y me dicen: "Debes salir, esto es sólo una fase, ya se le pasará". Pero para mí es imposible, no quiero salir, y he resuelto esperarte, y decirte que te amo, que me perdones, que no quise herirte, que mi amor por ti es tan grande, que ni yo misma puedo controlar lo que siento, que nadie en mi vida ha dejado tanto en mí como tú; que nadie, con una mirada, me ha dicho tantas veces que me ama, que nadie me ha enseñado mejor, que, para los amantes, es mejor una mirada, una señal que indica dónde, cuándo y cómo nos veremos sin que nadie sepa, y que esto tenga el delicioso sabor de lo prohibido que tiene, cuando, en mi habitación, aquello se vuelve una fiesta.

Sigo sola, pero mi habitación inesperadamente se envuelve de tu aroma. Eso me devuelve la vida, el vino se torna aún más dulce, un aire de paz entra por las ventanas, y las luces inundan mi panorama.

Ya no tengo salida, tú no vendrás, no me has perdonado todavía, creo que fueron muy profundas las heridas, te lastimé demasiado, mutuamente, sin querer, nos hemos dicho cosas que nos han dejado cicatrices en el alma, que necesitamos resarcir para borralas de forma definitiva. Un volver a empezar, como si apenas nos conociéramos, cuando tú tenías la tarea de conquistarme, y yo, la de dejarme conquistar, y así, todo vuelve a comenzar.

Retorno a mi cama, otra vez es de noche, y lo peor, otro día más sin verte, como aquella canción, intento dormir, sin pensar, y reposar. Y vuelve otra vez el llanto, como hace ya tantas noches, llorando, bebiendo sin dormir, o durmiendo a pausas, soñando contigo, pidiendo a Dios un milagro, el maravilloso milagro de verte, y vuelve tu aroma a mi habitación, y mi llanto es aún más fuerte y más triste. Sé que no vendrás...

No sé si es un sueño, o vivo una realidad inventada por mí, de mi delirio. Pero, siento tus labios en mi cuello, y mi llorar se hace un pedido, una súplica, hacerle saber a Dios que quiero que seas tú, que me has perdonado, que has vuelto, que nuevamente me envolverás en tus brazos, que todo será distinto, que aún me amas, que has olvidado las ofensas, porque yo olvidé las tuyas incluso desde antes que las dijeras, y lo único que pedía era que volvieras..

¡No puedo creerlo! ¡Eres tú! Mi súplica se vuelve un agradecimiento, ¡Estás aquí otra vez! Y me pides que te perdone. No, yo no tengo nada que perdonarte, pero sí debo pedir que me perdones, que no me dejes, porque no quiero perderte. Y, nuevamente, me envuelves en tus brazos, y me dices que todo será como antes, y me haces prometer que no nos ofenderemos nunca, y que, después de esta rencilla, nuestro amor se hará más grande, que no volveremos a creer en lo que nos diga la gente, que nos envidia por el amor tan grande que nos tenemos, y que desea separarnos, mientras me desnudas y me confiesas que me amas, que no me dejarás nunca, que soy el amor de tu vida, y que, sin mí no vivirías, que jamás sentiste por nadie lo que por mí sientes, y te apoderas de mí, y me siento más tuya que antes, más tuya que nunca.

Amanecimos juntos, y veo tu bello pecho desnudo en mi cama, tus ojos aun no se abren para regalarme la luz que me inunda, pero te dejo descansar. Yo vuelvo a mi trabajo, a mi computador y mis libros, y escribo esta historia, y recuerdo con complacencia nuestra noche, y no me lamento de lo sufrido, porque estás aquí nuevamente, entre tanto amor, tu presencia es lo que vale...
Datos del Cuento
  • Autor: Larissa
  • Código: 12635
  • Fecha: 03-01-2005
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.7
  • Votos: 57
  • Envios: 4
  • Lecturas: 3378
  • Valoración:
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