Acababa de despertar de aquel extraño sueño, en el que todos estaban tiesos y frios. Abri las ventanas de la habitación y la brisa fresca de la mañana acarició mis sentidos.
Lave mi rostro, me cambié de ropa y mientras caminaba por el corredor de la casa el silencio profundo comenzó a exacerbar mis sentidos.
De pronto, comencé a escuchar unos golpes, como de tambores que crecían a cada paso. Me sofocaba, el aire comenzaba a desaparecer. y caí en un sueño extraño. porque abri los ojos en mi habitación y apenas entraba la luz del sol por la ventana. Me incorporé y corrí las hojas de la ventana para que el fresco aire acariciara mi rostro, pero no fue el aire sino el hedor lo que golpeó mi rostro, porque allí, frente a mis ojos, miles de cadáveres esparcidos por las calles se descomponían bajo el rayo del sol. Era el fin del mundo, era el final del hombre. era el apocalipsis.
Desperté y una vez más me incorporé de la cama, con temor porque la situación era similar a las anteriores. Una y otra vez caía al suelo para despertar en mi cama y ver los muertos.
Al fin abri los ojos, y la luz de la habitación blanca me cegó. Allí, al costado de mi cama una enfermera tomaba nota. A media voz le pregunté que había sucedido y ella respondió que después de un largo coma podría contestar al juez que hacía en medio de la carretera con bombas en la cajuela.
La miré absorta y automáticamente se dibujó en mi rostro una sonrisa torcida.
Solo estaba abriendo la puerta a mis sueños.
Oye me encanto, estuvo genial este pequeño relato, justo en el punto lograste centrar mi atencion, felicidades