Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Cuento
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Cuento
Categoría: Urbanos

Composicion Macabra

Una de esas noches después de las clases de música, recordaba las palabras de nuestro maestro de música: “Hijos, en ustedes esta el salvar la esencia de la música en el Perú. Porque en el Perú, la música esta en caída. Ahora la esencia que tanto buscamos los seres humanos en este Arte, se está perdiendo, y más aún en esta basura de país. Ayer no más, escuché en el bus el famoso “perreo”, le traté de buscar el mensaje profundo, y determiné que es una caca, algo que refleja la baja autoestima de los hombres de este país”. Y luego salté de mi cama, y me dije a mí mismo: _ Yo cambiaré esta caca._
Bueno estaba por graduarme de músico en el Instituto de Música del Perú. Me faltaba un mes, y saldría con unas notas y el arte en mis manos. Hacía mucho que había dejado mi casa, y desde luego vivía sólo. Tocaba el piano, y podía tocar cualquier partitura de Bach, sin problemas. Esos días, me rondaba unas ideas en la cabeza, mientras no hacía nada después de clases. Pensaba, en esencia, en cómo cambiar la realidad del Perú, especialmente en la música. Esos días me quedaba mucho tiempo delante del piano principal del instituto, y mientras tocaba unas notas pensaba en como cambiar esta caca. _ me falta un mes para graduarme, y aún no tengo nada que dar, para esta caca de país_. En el instituto, para graduarte tienes que componer una sinfonía equivalente a una tesis de Bachiller en la universidad. No tenía problemas de esta sinfonía, ya que ya la había compuesto, y ya la tenía lista; pero la verdad, no le encontraba trascendencia. Así que cuando la tocaba, no le encontraba la gracia. Bueno, fue un viernes por la tarde cuando se me ocurrió esta gran idea. Ese viernes, estaba leyendo la guía telefónica, mientras tocaba en mi piano electrónico. Leía los apellidos, pero cuando leí los nombres, por ejemplo: Fabiola, Soledad, Fabricio. Se me ocurrió componer una sinfonía con los nombres. Para esto no tomé los nombres de la guía telefónica, sino los nombres de los estudiantes del instituto de donde yo estudiaba. Tenía que componer un concierto de por lo menos 40 compases. No sabía cómo empezar, pero había que hacerlo. La trascendencia de mi composición, se haría con arte. Así que empecé con Fabiola Luna, una chiquita de primer año que era morenita, y cada vez que la recordaba delante del pentagrama, ponía una negra en Fa sostenida. No me quedaba mal la idea pero no sabía los compases en que iría ésta, además había muchas personas con nombre que empezara con fa. Tenía que saber cómo tendría que ir su nota, así que decidiría cuando viera lo que ella hace. Así que el lunes cuando vi a Fabiola, salir del instituto, la seguí a su casa. Vivía sola, según vi. Entré, cuando ella estaba en su dormitorio escuchando música trova, me inspiró para mi melodía, y sólo la vi echada en su cama como dormida, y cogí una almohada y la asfixié. Y al verla morir decidí en como iría la nota: _ OH, sí, in decrescendo fa sostenida, en el cuarto compás._ La maté, pero me quedaba muchas notas por llenar. El martes, había noticias de la muerte de Fabiola, nadie sospechaba de mí, ni de nadie; pensaron en un suicidio. Bueno, todavía quedaba trabajar en mi sinfonía. En mi lista encontré a Soledad Martinez, el Sol tendría que ir en tono alto y en figura blanca, porque Soledad era una chica alta y blanca. Ese martes, cuando se fue por las galerías a unas cuadras del instituto la rapté amenazándole con un cuchillo, y la maté haciendo que diga afinadamente: _ Soooooooooollllllllllllllll_ Luego le corté el cuello, y la sepulté, detrás de un descampado que queda detrás de esas galerías; nadie me vio. Era de tarde, y averigüé la dirección en el instituto de una chica que se llamaba Soledad Martinelly, a la cual le gustaba mucho. La visité por la noche, me abrió porque me conocía. Ella vivía con su abuela, y hablaba de lo que le había pasado a su amiga Fabiola, y me dijo: _ ¿Crees que atraparán al tipo?_ y yo le dije: _ No, no lo creo. Todavía le faltan muchas notas._ Y Soledad, medio confusa me dijo: _ ¿Notas?_ Y yo le dije: _ Sí, notas. Bueno, ¿y tu abuelita ya está dormidita?, creo que sí., Acompáñame a salir para charlar tranquilamente_ .Soledad vivía en los alrededores de la ciudad, y todo estaba muy oscuro. Le pedí que me dijera un sol con un silbido, ella lo hizo me abrazó y trató de besarme al juntar sus labios; yo no lo permití, y le agarré de los cabellos, y la llevé en medio de una cancha de tierra mientras gritaba; luego tomé una piedra grande y se la tiré en la cabeza. Nadie escuchó sus gritos, porque era una parte de la ciudad desértica de gente. Pronto la desnudé, y la dejé así, en medio de esa cancha. Estaba muerta, con los sesos desparramados, y su boca como haciendo la nota sol. Así pasaron los días y mataba muchas y muchos jóvenes músicos, cuyos nombres formarían parte de mi sinfonía macabra. Con la misma forma, que su nombre tenga una nota y que su apellido me dijera el día en que moriría. Pasó el mes de muertes. Faltaba un día para presentar mi sinfonía. Me faltaba un compás, y las noticias sobre varios asesinatos, ocurridos en el último mes, estaban en los periódicos del país. Habían muerto 43 jóvenes, 31 mujeres y 13 varones. Los nombres que recuerdo eran: Fabiola, Soledad, Soledad, Alejandra, Alicia, Carmen , Diana, Dolores; Esther, Erika, Fabiola, Domitila, Dora, Dominga, Faustina, Fanny, Jenny ( a ella la maté porque me vio matar a Fanny, la tomé como silencio de una blanca en uno de mis compases), Laura, Lady, Lanna, Laureana, Angeles, Milagros, Miriam, Minerva, Mirta, Remigia, Remedios, Rebeca, Soledad, Silvia; de los varones eran Darío, Fabricio, Francisco, Miguel, Renato, Fausto, Renzo, Soldán, Domingo, Renny, Remigio, Simón y Maximiliano a quién maté porque creo que ya me gustaba matarlos. Los había matado de muchas formas, siempre dejando un tono musical. Al parecer los policías sospechaban de un solo asesino, por la modalidad de los asesinatos, pero no se imaginaban que era yo. La verdad, nunca me había divertido tanto componiendo esta sinfonía. La muerte de estos chicos, no había sido en vano. Su muerte sólo significaba la salvación de la música en el país. Me faltaba el toque final a esta obra maestra, que iba a salvarnos de la caca. Me faltaba un compás, y un muerto más. Quedaba, en mi lista una chica, muy orgullosa. Creo que su nombre lo había guardado a propósito: Doris Juvenal. Planeé lo que haría esta vez. Era jueves, y el viernes en la tarde era la presentación de mi sinfonía. Doris salió a las tres de la tarde, de su clase. Ella vivía en un edificio del centro de la ciudad, muy cerca del instituto. Así que la perseguí. Llegó a su edificio, y subía las gradas. Ella vivía en el noveno piso. Cuando estaba en el octavo, se dio cuenta que la seguía. Me saludó. Yo también, y me preguntó qué hacía ahí. Y yo le dije que me gustaba seguirla, cada vez que salía de clases. Bueno, la acompañé a su departamento. Ella no sospechaba nada. Vivía sola. Y una vez adentro, me ofreció sentarme. Ella era una chica a la que le gustaba el pockor, y me contó la razón. Y ella me dijo que si un día muriera, lo haría comiendo mucho pockor. Y fue cuando decidí que la nota Do del final de mi sinfonía, iría en una Do sostenida en figura redonda. Me contó, llorando sus secretos; y yo no sé que tengo que hago que la gente me diga todo lo que siente. Bueno, tenía que matarla, así que le dije, que me esperara un momento. Salí a la calle, y fui a una carreta donde venden pockor, y compré 5 soles del producto. Me dio una bolsa grande. Y fui de nuevo al departamento de Doris. La consolé de nuevo y ella me preguntó por la bolsa, y le dije: _ Si no comes todo este pockor, te vas a morir_ Ella se rió mucho, me dijo: _ Qué bromista eres_ Y yo, tomé un cuchillo de la cocina, y me tomó muy en serio. Se puso a llorar, y a reír a la vez, como agradeciéndome el hacerle comer. Bueno, yo no lo tomaba así, entonces tomé mucho del pockor y se la empecé a meter por la boca, e hice que se comiera todo el pockor. Al final toda llena la maté con el cuchillo que se lo planté en medio del abdomen. Y me fui, dejando sonar una canción de Pedro Suárez Vertiz en la radio del cuarto de Doris. Una vez en mi casa ya tuve la partitura completa de todo mi concierto. El título que le puse: Concierto para piano en Re mayor. “La salvación de la música”.Y esa noche, la probé otra vez, y cuando escuchaba cada nota que tocaba, recordaba a cada joven que se sacrificó para componer esta obra maestra; recordaba cada forma en que los había matado, y las decisiones en cómo tendrían que ir estas notas. Bueno me acosté, pero antes cargué el celular que le había robado a Doris muerta. Dormí tranquilamente, como nunca lo hice antes de ese mes trágico y glorioso. Al fin, podría con una canción ayudar a que la música se levante en el país. En la mañana del viernes, llamé con el celular a la prensa para que venga a escucharme y la primicia que le tenía. Hasta avisé a las urracas de Magaly para que vinieran. Bueno, llamé también a la policía, porque también tenía algo para ellos. Una vez que dieron las seis de la tarde, ya estuve listo para la presentación de mi sinfonía. Los jueces de mi audición, se admiraron cuando vieron a la prensa venir y a los policías entrar al auditorio del instituto. Bueno, ya estaba listo, y salí. Tenía el celular de Doris. Entonces, empecé a hacer, una introducción. Y dije: Buenas noches, notable jurado, público, prensa y a nuestra policía nacional del Perú. Como ven todos estamos en este recinto para escuchar lo que compuse y así graduarme. Pero les digo una cosa, no traten de detenerme al comenzar este concierto, porque yo he conectado una tecla del piano a un detonador de una bomba que hará que todos los que estén en la tribuna mueran instantáneamente, sin daño para mi persona. (Entonces, todos se reían). Señores, esto no es una broma. (Y toqué una tecla especial del piano, y detoné una bomba de las que había puesto matando como seis personas. Y todos se callaron) .Señores, esta partitura no habría sido posible, sin el sacrificio de los 44 jóvenes peruanos que han dado su vida para esta composición. Sí, señores policías, yo los he matado. Pero déjenme tocar esta música, disfrutando en verdad la libertad que todavía me queda y luego me entregaré. Espero que les guste, es un esfuerzo más por levantar a este país de caca.
Y empecé a tocar mi composición. Y veía los rostros de toda le gente que me oía. Muchos se pusieron a llorar, no sabían qué decir, qué hacer. Sólo disfrutaban lo que tocaba. Me faltaba el último compás cuando justo sonó el celular de Doris, como si la misma Doris me llamara del más allá para callarme. Y solamente grité y me puse a llorar amargamente tirándome al suelo. Y lo único que escuché, fueron un montón de aplausos, y silbidos, como felicitándome por tan gran concierto. Pero, la policía vino y me tomaron esposándome. Uno me dijo: _ Qué bonita melodía, pero que triste es que ya no puedas componer otra._
Me sacaron del auditorio y en el camino la prensa me tomaba miles de fotos. Y veía cómo uno de mis maestros de música tomó mi partitura y se la llevaba. Al día siguiente salí en todos los periódicos del Perú, integrando parte de los primeros psicópatas del mundo. La prensa me buscaba para hacerme reportajes. De mi partitura no sé nada, pero he escuchado que mi concierto en Re mayor está triunfando allá en Europa, con autoría de mi maestro que se la robó. Me metieron en la cárcel condenado a cadena perpetua, no pueden matarme porque la ley del país no lo permite. Estoy solo, sin poder tocar un teclado, pero ahora sólo me queda escribir.
FIN
Datos del Cuento
  • Categoría: Urbanos
  • Media: 6.68
  • Votos: 65
  • Envios: 0
  • Lecturas: 6679
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 3.147.61.218

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Cuentos: 21.638
»Autores Activos: 155
»Total Comentarios: 11.741
»Total Votos: 908.509
»Total Envios 41.629
»Total Lecturas 55.582.033