Amaba un León a una zagala hermosa;
pidióla por esposa
a su padre, pastor urbanamente.
El hombre, temeroso, mas prudente,
le respondió:
-Señor, en mi conciencia,
que la muchacha logra conveniencia;
pero la pobrecita, acostumbrada
a no salir del prado y la majada,
en tre la mansa oveja y el cordero,
recelará tal vez que seas fiero.
No obstante, bien podremos, si consientes,
cortar tus uñas y limar tus dientes,
y así verá que tiene tu grandeza
cosas de majestad, no de fiereza.
Consiente el manso León enamorado,
y el buen hombre lo deja desarmado;
da luego su silbido:
llegan el Matalobos y Atrevido,
perros de su cabaña; de esta suerte
al indefenso León dieron muerte.
Un cuarto apostaré a que en este instante
dice, hablando del León, algún amante,
que de la misma muerte haría gala,
con tal que se la diese la zagala.
Deja, Fabio, el amor déjalo luego;
mas hablo en vano, porque, siempre ciego;
no ves el desengaño,
y así te entregas a tu propio daño.
Todo aquel hombre que ame a una
mujer, y ella no corresponda
el propio amor del hombre enamorado.
Debe tener cuidado,
mas por que nos volvemos mansos
como aquel León engañado.
Dejose matar por no disernir,
por estar ciego a un imposible amor.
De esta fábula aprendi que a pesar
de amar debo mantenerme en mis cabales.
Aun que no sea el original autor
dejo por entender, que puedo amar
hasta donde pueda, manteniendo
mi esperanza, la fe y el amor.
ESTA FÁBULA ES DE SAMANIEGO, tal como lo reseña el comentario anterior. Debemos reflexionar para escribir, y escribir para reflexionar. Quien lo haga de otra manera corre riesgos de ser descubierto. Saludos Alejandro J. Diaz Valero