Después de algunos años de matrimonio Dora y su esposo comenzaron a caer en la rutina. Eran una pareja joven, se habían unido a muy corta edad, comenzando sus carreras. Ya no tenían nada nuevo que contarse, no había nada que descubrir entre uno y otro la pasión que un día existiera se había convertido en cenizas, quizás los hijos hubiesen sostenido el matrimonio, pero los estudios relegaron esta parte de la vida a un segundo plano. Sus amigas le aconsejaban que rehiciera su vida y que mejor forma de hacerlo que a través de un sitio de unión de personas en internet. Así lo hizo, noche tras noche comenzó a escribir buscando la pareja ideal, al fin obtuvo respuesta. Alguien tan solitario como ella y aburrido comenzó a escribirle todas unas cartas llenas de pasión y erotismo, durante todas esas noches su esposo llegaba tarde a casa casi no hablaban lo que le daba más oportunidad de continuar con su aventura. Comenzó a sentirse culpable por lo que estaba haciendo, quizo cortar las cosas de raíz, pero era tarde ya no podía. Había algo en esa persona que la atraía enormemente. Finalmente conceptaron una cita, ella llevaría una rosa roja, él un saco azul. Esa noche se escabulló de casa entre sombras, aprovechando que su esposo no estaba. Llegó al lugar y allí ella con su rosa y él con su saco azul. No podía creer lo que sus ojos veían, aquel hombre misterioso, no era otro que aquel que tantas noches de placer le había dado antes: Su esposo.