Ni flores, ni plantas sin flores, ni hojas del jardín vecino; ni luna en el patio que detalle la sepultura donde se pudren los pequeños cadáveres; donde los muros son altos; retrasados de toda arquitectura; desnudos de misterio a ojo extraño; descarnados y viejos; formando allá en la cima cochambres de vidrios rotos.
Llora, la madre sin hijos, por la flacidez de su vientre, y llora cuando "El Hombre del Pantalón Rosa", insinúa más que dice:
-Esta habitación deprime, ahoga la pasión como losa sobre difunto. Y tú estás marchita como los sarmientos que cuelgan de los balcones, en la calle que va a tu casa.
"El Hombre del Pantalón Rosa", no quiso dar los cien euros del trato, ese día... y ninguno más, porque nunca más volvió, y como ella le amenazó con arrancarle los ojos, pregonó para desastre de la prostituta, que en aquella triste casa habían sido detectatos tres casos de neumonía asiática.
Compra, la madre, geranios rojos de sangre, que regala al vecindario; cubre de raso celeste la cama; viste paredes y ventanas de zaraza rosa; compra un jilguero macho, campeón de canto, que loco de amor hace interminable su trino, allí encerrado en la diminuta jaula. La cirugía alisa el vientre de la madre, y rellena las estrías del pecho mustio. El chal de Cachemira moldea los hombros huesudos y el flaco taye. La peluca rubia, alisa las líneas de un rostro caduco. Encimera la fachada en mármol. Publica sus gracias y virtudes profesionales, como Madame Lili, en la "tele" de media noche.
Un mes después el primer cliente de Madame Lili, se hace anunciar por un secretario relamido y guapo como un pastel de fresa. El mercedes negro con bandera ministerial, luce como una piñata de feria, prestandole al lugar regusto a barrio residencial. Con tanta pompa nadie repara en el jabón: un individuo elegante, trajeado de azul y negro, que sube noche tras noche, a golpe de tacón, los tres flamantes peldaños de mármol Rosa Portugal.
El jilguero ha enmudecido, ni abre el pico para comer, en precencia del cliente. Un mal día el Hombre del Traje Azul y Negro, ordena a Madame Lili:
-Tira al patio esa jaula con pájaro incluido. Traeré cien ruiseñores y un árbol de cristal con hojas de esmeraldas, donde colgar las jaulas de oro. Serás la envidia del barrio.
La endeble jaula se hace añicos. El jilguero, un poco aturdido, da unos pasos sobre la tierra revuelta. Asustado remonta el vuelo, más allá del alero del tejado, buscando otros cielos.
Por primavera, cinco semillas caidas del comedero, crecen y crecen buscando luz. Son tan grandes las flores, blancas de un blanco que encandila (medio metro de corola por seis de tallo), que por el Valle ya se habla de milagro o portento. Primero los vecinos... después son los reporteros los que asedian casa y habitantes para admirar de cerca tal maravilla de la naturaleza.
El Hombre del Traje Azul y Negro, desaparece. Pero, su rastro es olfateado por los chicos de la prensa, es tiempo de elecciones, y el escándalo adivinado se hace asunto de gobierno. La noticia cruza fronteras. La MASSA se interesa en el "caso de los espinos gigantes", mandan a un cientifico militar, para que investigue. El Hombre Vestido de Militar, llora más que dice:
-¡Eran cinco... cinco cadáveres de nonatos..., que alimentaron las semillas... cinco!
He pasado, dos mil años sin conseguir ver las erratas, hasta que no releo lo publicado,unos días después ¡si no tuviese que reescribirlo entero...! Gracias por tu comentario. Besos Pily.