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Encuentro en el más allá

Los espectros hacen sus ronda por el pueblo; las campañas de la ermita de santa Inés tcan a maitines y las ánimas se preparan para olvidar la soledad. El frío del nuevo día suple los resquicios de la noche, por el despertar atrayende de una vida que comienza. Quizá, alguien ya ha rendido su cuerpo y ellos, los espectros, visitarán el lecho de muerte cuando el alba mantenga colgada de la Luna la triste y fatídiga inmovilidad de aquello que dieran comienzo en el camino de la eternidad.

-0-

-Vamos a ver -dice el príncipe Dario, decapitado hace más de trecientos años, a su compañero Miguel, fallecido en un accidente de carretera hará dos otres años-, ¿Quén te ha dicho que este anciano vicario es cosa mía?
-Pito, pito colorito... -contesta, Miguel, entre risas.
-Este anciano es muy especial, lo reclamará Dios sin tránsitos.
-Y las hadas le quieren como fantasmas en su jardín.
-¡Ni pensarlo! -el principe parece tocado poe el mal de muchos-, yo no contravengo una ordem más ¡Hazlo tú!
-No podría, ni me quitan ojo desde el asunto del perro.
-Le debo..., le debemos más de un favor a las hadas.
-Cuantas tiempo lleva muerto -pregunta, Dario, medio convencido.
-Sólo unos minutos.
-Los de la Santa Compaña, esperan unas tres horas..., ya sabes.
-No querrá.
-Con probar. No olvides que tenemos algo muy querido por él para ofreserle.

El señor Vicario está con los ojos abiertos y mirando a un punto fijo, sin expresión en su rostro de dolor ni pena.
-Señor Vicario -llama, dario al oído del difunto.
-El señor Vicario intenta levantarse con el pensamiento puesto en la misa de Alba. No logra articular palabra.
-No puede hacer ni decir nada, señor Vicario, porque está finiquitado -advierte, Dario, inclinándose hasta rozar con la barbilla un mechón ceniciento que se encrespa sobre la arrugada frente del señor Vicario.
-¿Y tú, quién eres, que veo un rostro de niña en un cuerpo de hombre... -replica el señor Vicario, mordaz-, entre tantos rizos , lazos y bucles, que más pareces una piñata de feria?
-No ha perdido el humor, señor Vicario -responde desabrido el fantasma- los tiempos cambian, y la moda con ellos.
-Ya -contesta, el cura, temiéndose lo peor. Es hombre leído y mucho lo hizo sobre la muerte, piensa que aquel mozalbete ni tiene alas ni nada que se asemeje a un ángel..., y el diablo mantiene tantos disfraces...- ¿y, Jueves Lardero todo el año!
-No estará pensando pasarse el resto de su existencia rodeado de ercángeles tocando la trompta... ¡ese es su futuro... fue tan junto!
-¡Retro Satán! -Exclama, de improviso el cura.
-No exagere, señor Vicario, al menos escúchenos. Somos simples almas en pena. No es tan malo ser el fantasma de su propio jardín. Es lo que le ofrecemos.
-¿De veras? -la voz no es de ninguno de los presentes, se escucha lejana.
-La hicimos... -muermura, Miguel.
-Perdón y adios, señor Vicario -casi tartamudea el principe.
Los fantasmas han reconocido las siluetas que se acercan, no se interpondrán en su hacer. La Santa Compaña es de lo más peligroso. Se hacercan a la cabexera del lecho mortuorio y dice con so voz cavernosa:
-Señor Vicario, tranquilo, nosotras le llevaremos al lugar que se merece
-¿Y quienes sois vosotras? -Resulla , el cura, casi absorto en la contemplación de las andrajosas siluetas cubiertas con sudarios.
-¡¡La santa Compaña!! -Responde a una.
Como lo fantasma no ven predispuesto al señor Vicario en favor de las Ánimas, intervienen:
-Estáis molestando a nuestro amigo.
-Vosotros que tenéis que decir... ¿Uno muerto en la autopista por ir conduciendo un patinite en cotradirección y el otro descabezado por un petrimete de su escolta.
-Él sufrío un desmayo en plena autopista y a mi me cortarón la cabeza mientras dormia, ¡somos fantasmas por derecho propio y a vosotras poco os importa!
-¡Sólo eso? y dejarse atrapar en un Anillo Mágico... No sois los guias apropiados. Estais en la nada y de ahí al infierno hay un suspiro.
-¡¡Largo!! -grita el señor Vicario, molesto por la descortesía de la Santa Compaña para con los dos muchachos.

La Santa Compaña retrocede, tropezanzo unos con otros u otras. El último agarra a los dos fantasmas por los pelos y a empellones les incorpora a la comitiva. Más el señor Vicario con envidiable destreza, le arrebata a los fantasmas, que están por darle las gracias cuando entre resplandores aparece el cuerpo etereo luminoso de un querubín.
-Señor Vicario, acompáñeme -y le hace ofrenda de una rosa sin espinas.
-tenemos el día completo -casi suspira, Miguel, aun no repuesto del susto.
-¿Y, ahora...? -El señor Vicario se dirige a los fantasmas, admirados del trasiego que su muerte ha ocasionado en el cielo o en el infierno.
-Es de los suyos -garraspea, Darrio-, si quiere puede ir con él¡al cielo directo!
-Si quiero, has dicho bien, esperaré... ¡ha saber que me depara el destino!
-"Ese" es su destino, más si quiere puede cambiarlo.
-Está bien, es hora de que os expliquéis.
- Las hadas, nuestras protectoras, te suplican que habites para siempre en su jardín... el vuestro quiero decir. De aceptar le tenemos preparado un hermoso regalo.
-¿Un regalo? ¿de qué se trata? -pregunta el señor Vicario entre divertido y socarrón. Nunca creyó en hadas u otros hijos nacidos de mentes caletunrietas.
-No podemos decirlo, ha de decidir ...libremente.
-¿Me estaís proponiendo que padezca del fantasmeo durante toda mi Vida Eterna? Se puede saber cómo.
-Deseandolo con toda su alma -aclara, Dario.

La brisa trae un agrio perfume a rosas podridas.

-¡No les escuche, señor Vicario -ahora en Lucifer materializado en un bello ser, tan relamido y guaperas como siempre-,y este es un buen consejo "su jardín" está infestado de seres extraños para usted. Yo puedo conseguirle un paraiso de belleza.
-¿Y, tú quién eres? -El sacerdote se hace maravillas.
-Luz Bella -presume el otro-, ni tan malo ni tan horrible, como ves...
-Nada más que por oír tal cosa habr{ia merecido morir diez años antes. ¿Decirme, señor "Luz Bella" que os trae a mi casa? Porque bien venido nunca fue ni hallado ahora. Más hablar; exponer vuestras razones para que os escoja como conductor de mi alma. Aunque la palabra puede sclarecer unas veces y confundir otras; por lo sabido sois maestro en esto último.
-Podríamos tutearnos -contesta evasivo el demonio-, ¿qué le parece? padre.
-¡Me llamaís padre!
-Por qué no, primero lo fuí de Dios... ¡no os pensareis de más importancia que El Creador.
-No -contesta lacónico, mirando más allá de los recios muros, las blancas lápidas del antiguo cementerio-, no pero, esta es mi hora y quiero ser el hacedor de mi futuro.

El diablo se fue, porque no hace oficio sin beneficio.
Y vino Dios y lew dijo:
-Hijo querido, no estarás a esos dos fantasmas, casquivanos y locos de la vida... ¡hasta hicieron de "Boca Negra", un alma en pena por entretenimiento.
-Señor -atina a pronunciar, el cura, ante tanta grandeza por admirar-, ¿mi perro?
-Sí tu perro -contesta, Dios, haciendose el distraido.
-Mi perro... ¡Boca negra... Boca Negra! -Se da en gritas, el señor Vicario, como un poseso- ¡Donde estás!
"Boca Negra", salvando con limpieza muros y cristaleras, corre alborotando cielo y tierra hasta los pies de su amigo, todo él tembloroso de alegria, no menos lo está el cura que lo abraza con ternura.
-Boca Negra, mi amigo -llora el cura con la pena de amor.

Llora Miguel; llora Dario; lloran las hadas. Dios no llora que ese no es su cometido, pero, entiende que el espíritu de su amado Vicario no alegrará Su Corte Celestial, porque simplemente se le olvidó de dotar al fiel amigo del hombre de un alma con derecho a la Vida Eterna. "Un desgraciado descuido por Mi parte". Reconce.
Datos del Cuento
  • Categoría: Misterios
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1 comentarios. Página 1 de 1
bosquiman
invitado-bosquiman 22-10-2004 00:00:00

Ni todos los bienes de este mundo ni el de mas alla,valen tanto fidelidad.

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