Juan era un niño superdotado, esos niños que aprenden con una velocidad tan alta, que pareciera que ya lo sabían todo al momento de nacer. Un niño genio de esos que nacen entre millones y millones, y que para bien o para mal, se han convertido en una especie en extinción.
La cabeza de Juan era un mapa de cálculos indescifrables, su cerebro era una mezcla de lo abstracto y lo racional, relacionados de manera tan precisa, que sin duda alguna, se había convertido en el niño genio, no sólo de su vecindario, ni siquiera de su ciudad, sino del país entero.
No había disputas vecinales donde no se recurriera a los servicios y consejos de Juan para dar una solución satisfactoria que llevara paz y felicidad a todos los habitantes.
La solución a difíciles acertijos era la sensación y el asombro que mostraba a los jóvenes sin oficio.
Las ilustraciones y los cálculos matemáticos eran la bendición que prodigaba a niños y jóvenes estudiantes.
Los consejos útiles y reflexiones filosóficas era el sustento ofrecido a las de las madres de familia.
Todo el pueblo giraba en torno a él, nada parecía perturbar la claridad mental con que abordaba cada uno de los problemas que solían presentarle.
Un día, uno de los niños de esos que deambulan la ciudad, habiéndose enterado del caudal de conocimiento que el pequeño Juan tenía, fue a buscarlo al vecindario, para que le ayudara a resolver un problema que lo aquejaba desde hacía algún tiempo.
- Tú eres Juan
- Si soy Juan
- Pero, Juan el niño del que todos comentan
- Sí, el mismo
- Tengo un pequeño problema que no he podido resolver
- Bueno, cual será, a lo mejor puedo ayudarte
- Tengo un trompo de madera que me regaló una anciana, lo tenía guardado desde muchos años, el juguete pertenecía a su hijo, sabes!, según me contó falleció hace veinticinco años. Bueno lo cierto es que me lo regaló sin la cuerda que lo hace girar, y quisiera saber cual es la mejor cuerda para bailar el trompo, si la cuerda sintética ó la de hilo, y también como debo hacer si quiero girarlo hacia el lado izquierdo.
El pequeño Juan se quedó mirando detenidamente al muchacho, y con cierta preocupación le respondió:
- Creo que debemos preguntarle a los niños del vecindario, tal vez ellos puedan ayudarnos, he estado tan ocupado en otros asuntos, que en verdad no he tenido tiempo para jugar y poder aprender esas cosas.
Y el pequeño niño de la calle, se alejó sin entender, la tan famosa genialidad que la gente le atribuía al niño genio.
Valorar tus propias limitaciones y darte cuenta del momento que estas viviendo para tener un equilibrio, JAMAS perder de vista las cosas simples de la vida que son las que te llenan y nos hacen crecer como humanidad!!