Aquel día estabamos los dos sentados en la arena de la playa. No hablabamos y mi mirada se perdía en el infinito mientras él me abrazaba intentando, sin conseguirlo, animarme.
Yo tenía un mal presentimiento que llevaba toda la semana recorriendo mi cuerpo. Sentí que nuestra historia de amor se había acabadao, mejor dicho, que se acabaría pero no supe explicarselo. Sentí que nada volvería a ser igual y que lo perdería.
Me encontraba muy sola, aun teniéndolo todavía a mi lado, y me preguntaba, una y otra vez, como iba a ser capaz de superar su ausencia si nadie iba a ayudarme.
Mi familia vió el cielo abierto cuando les conté que él se tenía que ir al extranjero durante un tiempo. Para ellos él era muy poco para mi, como si yo fuera una princesa, y sin embargo, para mi él era mi razón de vivir.
Por más veces que intenté que lo comprendieran, nunca hallé en ellos ni el más mínimo apoyo así que ¿qué podía esperar ahora?
Aquel día, a pesar de mis malos presagios, me entregué a él, sobre la arena de aquella playa, para demostrarle mi amor. Necesitaba fundirme con él y sentir que eramos un solo cuerpo y un solo alma. Allí nos juramos amor eterno pues yo creía firmemente, y aún creo,en el destino. Creía que si finalmente estabamos destinados a amarnos él se encargaría de unirnos de nuevo y para siempre.
Cuando pasaron dos años de todo aquello yo aún no había logrado superar su ausencia pero lo que realmente me dolía era que él había faltado a su promesa. Desde el día que se fue nunca volví a tener noticias suyas: ni una carta, ni una llamada, ninguna contestación si quiera.
Al principio no podía creerlo, yo sabía que me amaba, lo sentía dentro de mi pero, al final, tuve que rendirme a la evidencia. Se había olvidado de mi.
Le envié de nuevo otra carta a la dirección que me habían facilitado. Era la de mi despedida, ya no estaba dispuesta a esperar más por un fantasma, pero tampoco esta obtubo respuesta.
Mi vida, desde entonces, dio un giro radical.
Me miré al espejo. Realmente estaba bellísima pero no me sentía feliz. Ese vestido de novia era el que siempre había querido llevar para él y ahora iba a casarme con un hombre al que no amaba. Le quería, eso sí, pero no lo amaba. Había estado conmigo cuando necesitaba apoyo, me ayudó cuanto pudo y siempre me defendió ante todos. La verdad es que siempre estuvo enamorado de mi. Todo el mundo lo sabía, incluida yo, y todos lo consideraban el candidato ideal así que al final me sentía en deuda con él.
Las lagrimas corrían por mis mejillas y, por un momento, tuve la tentación de echar a correr y no parar hasta perderlo todo de vista.
Me dejé caer encima de la cama, desesperada, indecisa. Sabía que no era el momento de tener dudas. En la iglesia todo el mundo estaba esperando por una novia radiante de felicidad pero yo distaba mucho de sentirme así. Me encontraba realmente perdida y sumergida en un mar de dudas.
Una parte de mi, seguía gritando deseperada que no debía casarme con alguien que no amaba, solo por agradecimiento o por despecho a otra persona pero la otra, la razón, me decía que ahora ya era demasiado tarde.
Así que me abandoné a mi suerte, acabé de prepararme y me dirijí a la iglesia dispuesta a enfrentarme con mi nueva vida.
En la iglesia todo el mundo me miraba con espectación y murmuraba y estoy segura de que para muchos no pasó desapercibido que mi mirada tenía un toque de tristeza que no podía disimular, a pesar de la sonrisa que se dibujaba en mi rostro.
Yo paseaba la mirada, nerviosa, entre la gente. En el fondo, estaba esperando que él apareciera y me rescatara de todo aquello. Me habría ido con él sin dudarlo ni un momento. Pero claro, era una tontería, él no estaba, hacía tiempo que él había desaparecido de mi vida.
Con resignación y cogida del brazo de mi padre, caminé hacía el altar. Cerré los ojos e imaginé que era a él a quien le daba el "si quiero". Ahora ya no había marcha atras.
....................................................................................................Mientras la ceremonia llegaba a su fin, alguien al fondo de la iglesia, escondido de las miradas de todos los presentes, ya no pudo contener las lagrimas al ver a la mujer que amaba, y que había jurado esperarle, entregándose a otro hombre y jurando amarlo hasta que la muerte los separara.
Giró sobre sus talones y salió de allí con el corazón roto en mil pedazos.
Se había enterado demasiado tarde de la jugarreta que les preparó el destino en el que tanto confiaba ella. Las cartas, que con tanto amor escribió y nunca llegaron a sus manos, las llamadas que hizo... y nunca llegaron... y nunca le dejaron hablar con ella... y ahora que la había perdido... Ahora que era demasiado tarde.
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Al final me acostumbre a mi nueva vida.
nunca olvidé a mi gran amor, jamás dejé de amarle pero aprendí a querer y a respetar a mi marido. A mi modo, conseguí llegar a ser feliz hasta que la desgracia vino a caer sobre nosotros.
Un día, la muerte vino a llevarse a mi marido, despues de luchar contra una grave enfermedad y no lograr vencerla. Antes de morir me entregó una carta que ya tenía escrita dese hacía tiempo.
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Mi adorada esposa:
Sé que ya no me queda mucho tiempo para compartir contigo en este mundo y por eso, antes de abandonarlo, quería darte las gracias por ser la mejor madre y esposa y por haberme hecho el hombre más feliz de este mundo, mientras estuviste a mi lado.
Hiciste todo lo mejor que pudiste, fuiste mi luz en el camino y mi fuerza para luchar y superar obstaculos.
Ahora debes continuar sola, ser fuerte y sacar a nuestro hijo adelante y sobre todo, ser feliz como siempre hiciste ser a quienes te rodearon.
Quizá sea ya hora de que vayas a buscarlo e intentes ser feliz con él. Sé lo mucho que te costó casarte conmigo aquel día y tambien sé que fuí un egoista pero te amaba. No tengo más justificación que esa. Ojala me hubieras amado a mi tanto como lo amas a él. Pero no me quejo.
Para mi sigues siendo la mujer más maravillosa de este mundo y, la prueba de lo mucho que te amo, es que deseo que lo encuentres y que seas tan feliz como yo lo fuí a tu lado.
Te amaré siempre
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Me costó mucho empezar de nuevo, sola y sin mi marido, sobre todo entonces que me había dado cuenta de cuanto llegué a quererlo.
Nunca hubiera imaginado que lo sabía, no tenía ni idea y eso hizo que mi cariño y mi admiración crecieran aún más que hasta entonces.
Como pude, seguí con mi vida, viendo a mi hijo crecer día a día. Era su vivo retrato y cada día me recordababa más a su padre... le echaba de menos y mirar al niño me hacía pensar y estar convencida de que él seguía con nosotros y nos cuidaba.
Una mañana mi hijo entró corriendo en la cocina para decirme que en la puerta había alguien que necesitaba hablar conmigo de algo importante.
Me asusté y sorprendida me dirigí a la puerta. No esperaba a nadie.
Cuando lo ví en la puerta pensé que iba a desmayarme de la emoción, no salía del asombro y no era capaz a articular palabra.
Después de tantos años estaba aquí. Había vuelto.
Dio un paso hacia mi y cogiendo mi mano me dijo:
-Una vez me dijiste que creías en el destino y, que si debíamos estar juntos, el se encargaría de todo. Pues bien, creo que ya lo ha hecho.
bueno me admiro mucho de la chava por haberse casado con alguien a quien no amaba la vdd demostro que el destino si existe cuando amas en vdd a una persona y que no importa lo que pase siempre estaras con el apesar del tiempo. aprendi a luchar por lo que quiero y a no perder la fe o la esperanza que es la que muere al ultimo.