Tal vez la historia, narrada muchos años después de que ocurriera, pierda parte de su dramatismo pero me atrevo a contarla ahora que me imagino que los protagonistas de la misma no van a acusarme por hacerla pública, dado que probablemente ninguno de ellos se encuentre ya entre nosotros.
Comenzaban a caer las primeras hojas de los árboles que anunciaban el caduco verano y la llegada de un nuevo otoño. Nos encontrábamos aun de vacaciones, apurando los últimos rayos de sol y las últimas fiestas nocturnas. Pero aquel verano iba a ser el último en congregarnos a todos, compromisos laborales y proyectos, harían complicado un reencuentro veraniego un año más. Por esta razón, decidimos que la noche antes de hacer las maletas para volver a casa tenía que ser especial. Ni borrachera en la playa ni cena de grupo. No, algo diferente.
"Podríamos ir a contar historias de miedo al cementerio", propuso alguien. Aunque al principio no nos gustaba la idea, acabamos reconociendo que, al menos, distinto a lo que veníamos haciendo sí que era.
Y allí nos fuimos. La oscuridad era total y las estrellas no habían salido aquella noche, evitando ser testigos de lo que iba a suceder. Nos colamos saltando el muro macizo de piedra que rodeaba el campo santo y alcanzamos triunfantes el panteón más formidable de todo el cementerio. Tenía pinta de llevar allí siglos y siglos, pero se mantenía firme custodiando el resto de las tumbas. "Aquí debe estar enterrado alguien muy importante", pensamos.
Una serie de historias de terror iban surgiendo de nuestras creativas mentes, hasta que le llegó el turno a Javi. Era un chico bastante tímido y reservado, un poco peculiar. "¿Sabéis quien descansa bajo esta lápida?", nos preguntó por el panteón donde estábamos sentados, "contaba siempre mi abuela la historia de un hombre que enloqueció de amor, un hombre con mucho poder y dinero, pero que a pesar de ello, no podía conseguir el amor de la mujer por la que iba perdiendo poco a poco el juicio. Decidió entonces hacer un pacto con el Diablo para tenerla junto a él a cambio de unas cuantas almas. El hombre consiguió casarse con su amada, pero poco a poco fueron sucediéndose en el pueblo una serie de escabrosos y sangrientos asesinatos que nadie atinaba a resolver. Muchos habitantes abandonaron el pueblo por temor a ser los siguientes, pero los que se quedaron, presenciaban atónitos cómo cada noche, los cuerpos de los vecinos asesinados salían de sus tumbas para saciar su sed de sangre y aumentar de esta manera la lista de muertos. Inexplicablemente, todo volvió a la normalidad el día en que el matrimonio rico y poderoso sobre cuya tumba estamos sentados, falleció. La gente regresó a sus hogares y hasta el día de hoy, nada por el estilo ha vuelto a suceder. Cuentan que algunas noches, siguen levantándose de sus tumbas para chuparse los unos a los otros sus corrompidos cuerpos. Hasta que aparece ante ellos el dueño de este panteón, momento en el cual regresan a sus agujeros".
Todos guardamos silencio durante unos instantes, silencio que no fue total, porque una pequeña vibración procedente de la piedra donde estábamos sentados nos alertó. Tratamos de salir del cementerio, pero nos fue imposible. Estábamos tan absortos escuchando la historia que Javi narraba, que no nos habíamos dado cuenta de que a nuestro alrededor las tumbas estaban abiertas y de que un rancio olor a putrefacto había contaminado el ambiente.
Nos ocultamos rápidamente tras la lápida del abuelo de Concha y contemplamos atónitos cómo un deforme grupo avanzaba al panteón donde instantes antes habíamos estado sentados. Allí, una parpadeante luz emitía destellos que atraía al grupo. De pronto, a escasos metros de la luz, se detuvieron todos. Pero un potente halo de luz salió del panteón y avanzó hacia ellos, atravesando sin piedad sus corrompidos cuerpos y saltando por los aires los pedazos en los que éstos se habían convertido.
Y silencio. Nada nuevo volvió a suceder y cuando nos hubimos cerciorado totalmente de ello, abandonamos el cementerio para no volver a visitarlo nunca más.
Nunca más volvimos a vernos ni supimos nunca nada los unos de los otros. Pero yo ya soy muy anciano y era el menor del grupo, así que supongo que el resto de mis amigos no habrá corrido tan buena suerte. Pero estoy seguro de que el episodio les habrá acompañado a lo largo de sus vidas como me ha acompañado a mí.
de noche y menos para contar historias de terror. Como siempre me gustó mucho tu cuento. Tienes mucha imaginación para los relatos de terror. "El último verano" de Ana I. Kavaniyas