Diario: hoy es la fecha que figuraba en la esquina, la fecha en que esa “cosa” va a aparecer. Tengo curiosidad... y miedo, mucho miedo, ¿para qué negarlo?
Nadie me creería, por lo que decidí afrontar mi destino sola. Estoy preparada.
Ahora escribo para aliviar en parte mi sufrimiento. Mi historia es esta...
---- **** ----
Aburrida me decidí finalmente a armar ese rompecabezas que tenía guardado hacía años sobre el ropero y que nunca había tocado.
Era de noche, llovía, hacía frío, y lo peor: no había luz (me la cortaron por no pagar)... Yo estaba sola en casa, con dos velas como única compañía de iluminación, y mi gato como única compañía “viviente”. ¿Qué más podía hacer?
Me preparé un café, lo llevé a la mesa e hice lo mismo con el rompecabezas.
Y ahí empecé: una ficha primero (la de la esquina, siempre empiezo por ahí), otra al lado (encajaba perfectamente), la tercera después... Así estuve cerca de una hora. La imagen empezaba a tomar forma.
Lo curioso de este juego de dos mil piezas era que, a diferencia de otros rompecabezas, en donde encontramos la imagen a armar en la tapa, este no traía la imagen en ningún lado. Un reto extra: permitir a la imaginación de aquel que lo armara funcionar a mil, y encontrar una manera de encajar piezas y más piezas siguiendo puramente el instinto (y la lógica, por supuesto).
Bueno, como decía, la imagen ya tomaba forma, y por lo que podía observar esta representaba una ventana de estilo bow window –mojada por la lluvia-, curiosamente parecida a la ventana frontal de mi casa.
Estaba cansada, por lo que decidí recostarme. Al día siguiente seguiría con este entretenimiento: me había gustado.
Y finalmente amaneció: día gris y frío, como había sido el anterior. Fui a trabajar.
Cuando volví no se me ocurrió otra cosa que seguir con mi reciente entretenimiento. Por lo que me acerqué a la mesa, me senté, y retomé mi labor de la noche anterior.
Esta vez pasé poco más de una hora frente al rompecabezas, y sólo dejé porque había sonado el teléfono. Cortaron. Volví entonces a sentarme y a encajar fichas.
Media hora más... Y ahora algo había empezado a inquietarme. Más aun, me paralizaba. Porque la ventana que antes había encontrado simplemente “parecida” a la mía, ahora notaba que era exactamente igual. Peor aún: sentado debajo de ella, se encontraba Andro, mi gato. Era él, estaba segura, era él con su pelo gris y blanco.
Entonces no supe que hacer. Y hoy pienso que quizá haya tomado la decisión equivocada. Pero ya está, no puedo volver hacia atrás. La cuestión es que decidí entonces seguir con mi rompecabezas. Pero no ese día. Frené la tarea en cuanto descubrí al gato lamiéndose bajo el bow window y me fui a dormir más temprano que nunca.
Eran las nueve de la noche.
A media noche me desperté transpirando copiosamente. Me sentía totalmente sofocada, con calor y mareada. Temí que se tratara de fiebre.
Entonces me levanté y decidí tomar un baño fresco, y luego beber un poco de leche tibia. Así lo hice. Me sentí un poco mejor y volví a la cama. Mas no logré en toda la noche conciliar un sueño tranquilo. Me revolví en el lecho (lo noté por las sábanas totalmente revueltas durante la mañana siguiente) presa de horribles pesadillas. Hoy no recuerdo bien cómo eran, pero lo que sí recuerdo es que durante una de ellas me desperté llorando desconsoladamente. Angustiada.
(Y tengo una breve noción de que en algún momento de mis delirantes sueños atravesé un camino flanqueado por ventanas, altas, bajas, angostas, anchas, de distintos estilos, pero ventanas en fin, muchas... Aunque lo terrorífico no residía en ellas, sino en lo que había detrás)
Al día siguiente, con el sol bien alto y derramando sus cálidos rayos (me reconfortaba verlo luego de haber atravesado tantos días grises) me dispuse a terminar de una vez el rompecabezas. Y me acerqué a la mesa, me senté en mi silla, y seguí. Me faltaba menos de la mitad para completar el cuadro.
Mientras seguía colocando fichas, me preguntaba quién podría haberlo hecho, lograr una imagen tan igualita a la parte delantera de mi hogar (¿sería casualidad?) Me estremecía pensar que podría ser algo sobrenatural... No creía en esas cosas, ¿pero y si...?
Y seguí, seguí colocando fichas, con más vehemencia que nunca, con más deseos de terminar ese juego que en alguno de los otros momentos en que me había puesto a armarlo.
Al cabo de cuarenta o cincuenta minutos, tal vez de una hora, lo terminé... Y me dediqué a contemplar la imagen final.
Un escalofrío (fundado en lo que a continuación voy a contar) me recorrió desde la cabeza a la punta de los pies: el bow window estaba completo, Andro seguía lamiéndose, la mesita ratona de vidrio que ocupa actualmente el lugar bajo la ventana se lucía orgullosa –con la cantidad de adornitos que fui acumulando durante los últimos cinco años de mi vida-, y la maceta de potus que mi tía Dora me regaló el año anterior, se encontraba en la esquina inferior izquierda del cuadro.
Más mi sorpresa y mi horror se manifestó en un ataque de temblores cuando pude ver, tras la ventana mojada y en una de sus esquinas, la imagen de un ser diabólico (no puedo describirlo de otra manera): una figura con forma humana, pero cubierta de ¿pelos? en todo su cuerpo, garras en las manos, incisivos demasiado largos para pertenecer a la raza humana, y ojos... ¡ajjjjj! –los recuerdo y me estremezco- rojos como el rubí, manifestando una locura asesina indescriptible.
Por último, deslicé los ojos por el rompecabezas y leí una fecha (muy raro) impresa en el extremo inferior derecho del mismo: es la fecha de hoy. También figuraba la hora...
----****----
Diario: ahora sólo faltan algunos minutos para llegar a la hora “indicada”.
Tiemblo al pensar que esa “cosa” realmente pueda aparecer. ¿Estaré loca? ¿Será una ilusión? ¿Sólo un juego más? Lo desarmé... tiré todas las fichas al piso, en un ataque de locura e incredulidad, luego de haber visto la fecha y la hora.
¿Cómo es posible que un entretenimiento ingenuo, de niños, pueda llegar a trastornar la vida y las ideas preconcebidas de una persona adulta? No lo sé. Simplemente, no lo sé. Pero hay algo que no puedo negar: hoy tengo más miedo que nunca, y no sé cómo reaccionaré.
Y espero mi destino –contemplando a Andro lamiéndose bajo la ventana mojada por la lluvia- (albergando aun alguna esperanza de que todo esto sea irreal -o casual-) sentada en mi sofá favorito, con el revolver cargado, a la espera de “cazar” un tenebroso ser...
---- **** ----
Me ha encantado tu relato. Lo busqué porque me lo recomendó un lector llamado "Celedonio de la Higuera". Me alegro de la recomendación. Ha sido una lectura muy agradable e inquietante, además la musica es perfecta para tu historia. Felicidades! ;)