Luis, un chico de pueblo, fue a la ciudad a estudiar. Eran los años siguientes a la Guerra Civil en España y fueron momentos muy duros, pero gracias a la suerte pudo seguir con sus estudios.
Al principio, en la ciudad no conocía a nadie, pero poco a poco fue haciendo amigos. Conoció a una chica, de su edad, se llamaba Carmen. Luis se enamoró de ella, pero nunca se atrevía a decírselo.
Carmen era muy simpática y guapa. Al principio era tímida, pero Luis empezó a hablar con ella y se hicieron poco a poco buenos amigos. Con el tiempo iba descubriendo más cosas sobre su vida. Descubrió que era huérfana, porque su padre murió en la Guerra y su madre falleció a los pocos días de nacer ella. Desde entonces, ella vivía con su abuela… pero algo pasó.
Cuando ella estaba hablando de su vida, y sobre todo de su abuela, rompió a llorar. Luis, extrañado, le preguntó que le pasaba, y ella, con una voz rota y conmovida le dijo: “Hoy hace una año que maté a mi abuela.” Luis se quedó inmóvil en el sitio, en silencio, y sin decir nada, se fue.
A la mañana siguiente, fue a casa de Carmen, pero parecía que ella no estaba allí. La puerta estaba abierta y Luis entró. La casa estaba vacía, no había nadie. Luis tenía miedo, pero era tanto su amor por ella que empezó a buscarla.
De repente, un grito cortó el silencio. Venía de la habitación de arriba. Al entrar en la habitación, no supo cómo reaccionar.
Carmen estaba allí, sentada en una mecedora, muerta, llena de sangre que derramaban sus ojos, y en una de sus manos tenía una nota.
Luis conmovido, cogió la nota y se marchó llorando.
Pasaron unas semanas, y Luis leyó la nota:
“Perdóname abuela, no quise hacerlo. Quiero que sepas que aquella persona no era yo. Yo sé que nunca volverás, así que te recuperaré llorando lágrimas de sangre en tu memoria.”
Desde entonces, nadie supo de esta historia, hasta que mi abuelo Luis me la contó días antes de matarlo.