Juan tenia una barca, una caña sin sedal y un gusano. Una caseta medio derruida y un remo para impulsar la embarcacion constituian el resto de sus pertenencias. En verdad, no era un hombre rico y lo sabia, pero todos los dias luchaba para cambiar su suerte: se levantaba a las cuatro de la mañana, se subia a la barca y utilizaba su unico remo para llegar, mas mal que bien, a la zona de pesca. Siempre era el primero en aparecer por alli y el ultimo en volver a casa, cuando ya el sol llevaba varias horas durmiendo. Por desgracia, por mas que lo intentase nunca conseguia que picasen. Pero Juan no se rendia y, a la mañana siguiente, se repetia la misma escena. Los dias, los meses y los años se sucedian sin que las cosas cambiasen para el pobre pescador; y a los cuarenta seguia con la misma caña, el mismo gusano y la misma barca hecha pedazos. El remo se habia partido la pasada primavera, asi que ahora tenia que levantarse a las tres para llegar a su puesto a tiempo y no pescar nada. Por lo demas, la vida se le habia subido a la espalda y su peso hacia que anduviese cada vez mas encorvado.
Ana tenia veinte años, un sedal, dos remos y un anzuelo. Llego al pueblo por casualidad: el tren que debia llevarle a la capital se habia detenido en la pequeña estacion y decidido que ya estaba muy mayor para transportar a la gente de un sitio a otro. Ademas, el lugar era bonito, olia a mar y se escuchaba el cantar de las gaviotas; un buen sitio para jubilarse. A la chica le traian sin cuidado las gaviotas pero no tenia dinero para otro billete, asi que tambien se quedo.
- Buenas tardes, ¿podria alquilar una habitacion por unos dias?
El pescador se quedo mirando a la mujer que acababa de aparecer en su puerta con un sedal, dos remos y un anzuelo y dio gracias a la fortuna por haberle enviado aquello que habia estado buscando durante tanto tiempo.
Juan todavia se levanta a las tres de la mañana y toma su barca sin remos, su caña sin sedal y su gusano sin anzuelo para hacerse a la mar. Siempre vuelve tarde a casa y con las manos vacias, pero los besos de Ana son mas sabrosos que todos los peces que no ha podido atrapar.