Engarzado entre los flecos
de tu mirar zalamero,
de tu sonrisa que alumbra
con la luz de mil luceros.
de ese garbo sandunguero
que acaricia cuanto pisa,
mi corazón latió aprisa
quedando el alma prendida.
sin saber que me ocurría.
Y sentí mis labios resecos
que de emoción entreabrían,
musitando como un rezo
la inefable salmodia:
-¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Te quiero!
Y tú, sin tan siquiera fijarte,
te quedaste insensible
con la mirada lejana
en lontananza perdida,
y seguiste tu camino
como una diosa pagana
que se sabe inaprensible,
sin importarte un comino
de quién estático estaba
prendido entre los flecos
de tu mirar embustero.
Y yo, con el corazón transido,
repetía como un eco:
-¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Te quiero!
Cuando en la lejanía
se fundió tu silueta
con la bruma y el silencio,
el mundo entera moría
de una forma tan escueta
por tu esquivo proceder,
que en nada pude pensar
que no fuera mi tormento.
Y con la pena y el lamento
de quien muere por amar,
aherrojado entre los flecos
de tu mirar traicionero,
voy diciendo sin parar:
¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Te quiero!
Como siempre es un texto hermoso lleno de sensibilidad aunque es una pena que, a la vez, sea tan triste. De todos tranquilo que con esa manera de escribir seguro que alguna mujer te hará caso cuando le digas "te quiero" (bueno eso era solo una pequeña broma). Solo me queda felicitarte como siempre. Un saludo. "Para ti, que bien sabes que te quiero" de Angel F. Felix