Recuerdo la tarde en que me llorastes. La lluvia caía sin temor a nuestro último recuerdo borrar, a la última prueba de nuestro pase por esta vida eliminar, a nuestro amor por siempre jamás hacer a todo ser olvidar. Aquel frío penetrante, aquel melancólico ambiente de paz y fosquedad, aquel amor que tan solo en nuestro recuerdo por los siglos de los siglos pervivirá, protegiéndolo de males ajenos y aunque ningun mortal nuestra historia jamás llegue a imaginar, algun día, en la más inmensa eternidad, seremos capaces de volvernos a encontrar y entre abrazos infinitos volvernos a besar, dejando atrás los desperfectos del pasado para que así una vida más a tu lado yo pueda estar.
Recuerdo tus últimas palabras. De afecto, amor, tu odio atrás fuistes capaz de dejar y permitirte el lujo de un último beso a mi ser dar, dejando que por primera vez en nuestros siglos de amor nada ese momento nos pudiera estropear.
Recuerdo una de mis noches en vela, imaginando tus grandes ojos en uno de mis muchos mundos imaginados, pero esta vez perteneciente tan solo a nosotros. En un mascarón colonial los océanos nos propusimos conquistar y entre horizontes de nubes con unas palabras tuyas de nuevo me supistes conquistar. Deseamos que nuestro viaje jamás pudiera terminar, si eso hacía que de nuevo nada ni nadie nos pudiera separar.
Ya no recuerdo como te conseguí olvidar. Ya no recuerdo como mis penas logré superar, como mis planes de futuro junto a tí no pude ya más recordar. Eres la sombra de un mundo que ya quedó atrás, un mundo que aun ahora dudo que llegara a ser verdad, pues momentos iguales ya jamás volveré a contemplar, tan solo en alguna de las infantiles pretensiones de este ya fatigado anciano que no olvida que aunque su muerte pronto su cuerpo llegue a robar aun guarda su más preciado secreto: en cualquier otro momento, en cualquier otro lugar, encontraré de nuevo a mi amor recordándome que para ella nada importa más que yo, que siempre habrá un momento donde nada ni nadie jamás nuestro eterno amor interrumpirá.