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De qué le sirvió...

Sabe de memoria los ríos principales de todo el mundo. Volga, Ural Terek al Caspio, el Don al Azor, Dvina al Báltico... No se arredra ante la resolución de un potenó analítico, del teorema de Ruffi, del cálculo de radicales. Sabe, a través de Descuret, sobre la medicina de las pasiones. Pero, donde sus conocimientos son fluidos y bien cimentados es sobre filosofía: las doctrinas de Descartes, Voltaire, Kan, Hegel, Rousseau, Proudhon, Balmes...
Pero, mientras como en una cantinela, va recitando los ríos: Neva al mar Blanco,... el frío y el temor que paulatinamente se va apoderando de su persona le hacen recapacitar en qué de nada le sirve el gran bagaje de conocimientos científicos, geográficos, históricos, filosóficos... que atesora su mente y que lo han erigido a la condición de sabio, si desconoce en absoluto lo más elemental para subsistir en medio de la selva.
Hace más de cuatro horas que, en paracaídas, se ha visto precisado a saltar, ante su inminente desplome, desde la avioneta que le conducía a Valparaíso. Cuatro horas que está transitando por entre el tupido bosque buscando un vestigio de civilización, aunque solo sea un poblado de indios salvajes. Algo que le acoja en este desamparo en que se encuentra, porque se da perfecta cuenta que no hace más que dar vueltas en circulo, sin avanzar hacia ningún lado.
El manto inconsútil de la penumbra se extiende en el entorno, anunciando que la lóbrega noche se avecina, mientras el frío se enseñorea del ambiente y extraños ruidos dejan sentir el misterioso lenguaje que comunica a los seres que pueblan este inhóspito lugar.
Fatigado, sin ánimo para poder proseguir el deambular sin meta ni destino, se deja caer junto a un milenario árbol, amparando su espalda en el añoso tronco. Está sudoroso por razón de la gran caminata, pero el relente de la incipiente noche hace que el sudor se enfríe, creando sobre el cuerpo como un tegumento que le envuelve en un estado desapacible e incomodo.
Siente hambre, sed, sueño y, sobre todo, mucho miedo. Nota que algo, que la noche obscura y tenebrosa le impide discernir, roza su cuerpo. Y se sobresalta y hasta algún quejido sale de su garganta, como si el roce le hubiese dañado.
La tétrica noche y el gélido frío se enseñorean del ambiente.
Paulatinamente desaparecen las sensaciones materiales. Un éxtasis dulce y apacible se adueña de sus sentidos. Nota como si flotara en el espacio. Pero todavía la inconsciencia no le impide pensar en lo torpe de su existencia: tanta ciencia atesorada en su mente durante sus cincuenta y cinco años de vida y ha sido incapaz de aprender los más rudimentarios conocimientos para subsistir en cualquier estado o situación que se nos plantea en el mundo que nos ha correspondido habitar. Pero hasta este desapacible e irónico pensamiento se volatiliza en la nada y, suavemente, como si los efectos de una droga lo insensibilizaran en un idílico ensueño, entra en el vacío receptáculo de la inconsciencia
Al cabo de unos días apareció la noticia en la prensa mundial. El sabio internacionalmente conocido, don .... desapareció en la selva amazónica al estrellarse la avioneta en que viajaba.
Datos del Cuento
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2 comentarios. Página 1 de 1
Alejandro J. Diaz Valero
invitado-Alejandro J. Diaz Valero 14-03-2004 00:00:00

Amigo Angel: Tu enfoque con sapiencia magistral de que la vida es la gran escuela, coincide con mi forma de pensar que despierta al punzar de las espuelas. Agradezco que en tu trabajo, me saludes y resaltes la curiosa coincidencia que en resumen, recoge la misma esencia de dos pensamientos,en distintas latitudes Cordial saludo. Alejandro

Angel F. Félix
invitado-Angel F. Félix 28-12-2003 00:00:00

El inefable Díaz Valero resume con gran acierto y magnifico salero lo que yo conté del muerto.

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