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Cuento
Categoría: Románticos

Desde el fondo de un abismo...

Desde el fondo...

Llegar al fondo... donde no quedan fuerzas.
Mirarse al espejo y desconocer las formas.
Convertirse tan solo en una sombra.

Mirar alrededor buscando las armas que desaparecieron... las fundas vacías.
Sentarse y pensar... ya no puedo luchar.

Mi mente delira por aquella mujer que tal vez ni vale la pena o tal vez si.
Un día si... un día no...
La amo... la odio.
Río... lloro.
¿Cómo dejar de amarla?
Soy un planeta... ella mi Luna.
Gira y gira a mi alrededor... produciendo en mí “mareas” de amor y pasión.
La miro y me mira en el espacio infinito donde ella danza a mi alrededor y me sonríe.

¿Quién es “ese” que aparece y se atribuye derechos sobre ella?
¿Tiene los derechos que reclama?
¿Quién se los dio... ella o más bien él se los otorgó en su mente insana?


De pronto...
Afuera alguien está golpeando la puerta.
Una voz gritando – Soy Blancanieves... ¡abre!
El orgullo me hace decirle... - ¡Vete!
Pero la necesito... ¡estoy en el infierno!

Ella insiste... - “Mira yo soy como tú... rechazo la ayuda. - Deja el estúpido orgullo... abre la puerta.”
- Tengo el carro afuera... si no abres, entraré como “Terminator” tumbando la puerta y la pared.

Me hace sonreír...

Como por arte de magia la espada vuela a mi mano... las fundas, antes vacías, vuelven a contener mis armas... arco, flechas y escudo...

¡Soy otra vez el “Guerrero”!

Ella, golpeando con los dos puños - ¿Qué pasa?... ¡Abre... Abre!

Abro la puerta.

Nuestras miradas se cruzan.
Solo nos miramos un instante. Su carita expectante. Sus ojos se mueven de un lado a otro tratando de ver en los míos.
Yo le sonrío... ella sonríe.
Nos abrazamos largamente con fuerza... mucha fuerza.
Volvemos a mirarnos. Le acomodo el mechón de su cabello.
Ella besa mi mejilla y luego pregunta - ¿Te llevo a alguna parte?
Vuelvo a sonreír y le digo – Tú sabes que en éste bosque yo uso un caballo blanco y tú carro... acaba de desaparecer.

Gira asustada rotando su cintura entre mis manos buscando con la vista su carro.

El carro está allí.

Ella se voltea sonriendo, pero con el susto todavía... menea la cabeza y me dice - ¡Ya eres tú otra vez!

Joaquín - Pasa a la cabaña . Encenderé el fuego, tomaremos un café y conversaremos un poco.

Ella – De acuerdo... pero debo irme pronto.
Joaquín – ¡Ok!... pasa.

Mientras enciendo el fuego y preparo el café...

Joaquín - ¿Sabes?... yo siempre me las he arreglado solo.
- Me refiero a cuando sentimos que ya nada tiene sentido.
- Me refiero a cuando nos sentimos traicionados.
- Me refiero a cuando lo “irreparable” está allí y no se va de tu mente.
- Pero me doy cuenta que “en soledad” se tarda más en salir de la tristeza.
- Apareciste tú (porque te lo pedí), me dijiste que sí y te rechacé.
- Pudiste haberme dejado y no lo hiciste.
- Ese simple detalle de tu parte (en extensa explicación) me dijo a mí que tú te tomaste un tiempo para pensar en mí.
- Luego te sentaste delante de la computadora y me escribiste aquella carta (no me refiero al cuento).
- Todo aquello (no únicamente la carta) hizo la diferencia.

Ella – He estado así muchas veces... sé lo que se siente.

Joaquín – Si debo ser justo también me hizo sentir que no estaba solo... María.

Ella - ¿Cuál María?

Joaquín al oído – ¡Bla... bla... bla... ¿quién más?
Ella – Pero yo pensé que se llamaba...
Le tapo la boca.

Ella quitando mi mano - ¿Pero ella es abogada?
Joaquín - ¿Cómo que si es abogada?
Ella - ¿Qué dijiste de “ley”?
Joaquín - ¿Podrías cerrar tu bocota?
Ella - ¡Mhmmmm!...
Joaquín - ¿Qué significa... ¡Mhmmmmm!?
Ella sonriendo con picardía – ¡Nada Joaquín... nada!
Joaquín - ¿Tú crees...?

Ella, sentada en la mesa meneando sus piernas como niña traviesa, sonriendo y revoleando los ojos como viendo al techo, se encoge de hombros y dice – Si creo... ¿qué?

Joaquín – Está bien... dejémoslo así.

Ella – Ya tengo que irme Joaquín.

La acompaño hasta la puerta y nos damos un beso (de amigos).
Me recuesto en el umbral.
Mientras camina hacia su carro miro como balancea sus caderas.
Ella sin mirarme - ¡Olvídalo Joaquín!
Joaquín – Cuando sepa a que te refieres lo olvidaré (sé a que se refiere).

Lleva puesto un conjunto de falda y chaqueta con flecos de “no nato” marrón. Debajo de la chaqueta (abierta) puede verse una camisa “beige”. Debajo de la camisa no tiene sostén... (me pareció).

Toca la bocina y arranca.
La saludo con la mano como quien limpia un vidrio en lo alto.

¡Mhmmmm!... buenas caderas... muy buenas.

Joaquín - ¡Oye!... la próxima vez besaré tus caderas.

Ella responde sacando la mano por la ventana... con el dedo mayor hacia arriba.
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.28
  • Votos: 81
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2889
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
Ellie
invitado-Ellie 17-05-2004 00:00:00

Tambièn me hiciste reir...tù y tu alegrìa. Se echaba de menos eso de tì, lo digo porque he leìdo màs cuentos tuyos. Unos tristes, otros alegres...està bien...todavìa me rìo

Maria Eugenia
invitado-Maria Eugenia 16-05-2004 00:00:00

Me hiciste reir . . . desdeñosa mujer. . . mira como al final te respondió. No te preocupes soñar no cuesta nada. Que empeño. . . estoy curiosa por saber . . . Donde andará el amor y no el deseo Donde crecerá la pasión y no el orgullo Cuando verá ella en tus ojos la dulzura De ese amor quimero sólo tuyo. Oye Joaquín . . . GRACIAS, te lo ganaste.

Lourdes
invitado-Lourdes 16-05-2004 00:00:00

Parece ser que vuelves a ser el mismo, como deseamos tus amigos que seas: alegre. Muy hermoso tu cuento. Oye, dime ¿quién es ella? Lourdes

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