Lentamente inicio el trabajo. Mis manos se van deteniendo en cada haz de luz que trata de escapar de su espacio para iluminar otro pensamiento. Mis dedos temblorosos van quitando la piel inflamada que recubre el intenso color acalorado en tus redondeces. Las llamas, golpean imperiosas tu superficie en los delicados elementos que te componen y tus fulgores surgen desafiantes tratando de alcanzar algún asteroide cercano y resposar sus insinuantes formas de fuego viajando al infinito.
Con lentitud, con amor, con suavidad, quemándome en silencio, te voy despojando pausadamente de tu vestido incandescente. Y al final contemplo mi obra:
Ya desnudo, ya sin el calor y los destellos de tu naturaleza, observo, me asombro, comprendo... detrás de ti, tras las encendidas capas que han abrasado implacablemente mis afanadas manos, apenas se divisa una tímida estrella.
De nuevo un suspiro de resignación aflora en mi garganta.
¿Y si comenzara a quitarle su traje a esa estrella?. ¿qué encontraría?. Comienzo, renuevo mi labor, estudio, indago, encuentro el inicio de todo... es una chispa, un brote azulado de calor, un pinchazo en el aire que descuidadamente acunaron los vientos hasta quedarse instalado en el cielo y fue creciendo por fuera, por dentro, elevándose, traspasando las nubes, llegando a iluminar todo un mañana.
Contemplo la chispa... lloro, ¡no sé cómo desnudar una chispa!! y después tiemblo pensando... ¿puede algo tan pequeño, tan descuidado e inquieto en su expresión, surgido por el golpe de dos piedras que se encuentran, llegar a convertirse con los años en un espléndido Sol?