Nací para tener derecho a ella. Dios fue tan bueno que permitió nacer. me envió a este mundo y... ¡Aquí estoy!
Confieso que en un principio, yo no sabía por qué lo había hecho. Hasta le llegué a reprochar en mi ignorancia su don, el don de la vida.
Hubo un tiempo, un tiempo terriblemente largo y además cíclico- pues de vez en cuando regresaba- en que todo lo veía oscuro, carente de significación, absurdo y abochornante y le reclamaba al buen Dios, sí, le recriminaba, se lo echaba en cara.
Ni siquiera me conformaba con preguntarle y hasta llegué a pensar que no me quería.
¿Qué curioso! No hallaba absolutamente ninguna razón de mi presencia en este planeta. nada me atraía en esos entonces. Era el tiempo de mi adolescencia.
Veía cómo algunos nacían y otros morían, con la misma monotonía. Claro, el que nacía pegaba un grito, como si el nacer le doliese, lloraba, pataleaba y se le hinchaba la cara de berrinche; y el que moría se retorcía y si podía derramar alguna lágrimas en su agonía, pues también las dejaba brotar.
Alguna ocasión me tocó observar a un adolescente reprochando a su madre por qué lo había traído al mundo y se lo reclamaba como yo a Dios, hasta con coraje y de forma poco amistosa y tierna y, sin embargo, un día que lo atropello un carro, gritaba que no quería morir. Así me pasa a mí. Así me pasaba la menos. Yo quería morir y cuando me dolía poco la cabeza, ya estaba visitando al médico o buscando unas pastillas para curarme cuanto antes. De verdad que me reía de esta incongruencia y me preguntaba:
¿En qué quedamos?¿Vale o no vale la pena vivir?...
Me cuestionaba para qué habría creado Dios todas las cosas. Llegué a imaginar un mundo en donde sólo existieran los humanos. Un mundo sin plantas, sin animales, sin vegetación,sin arroyos o cascadas, sin bosques ni selvas, sin páramos y sin estrellas.
Por ejemplo, las estrellas ¿Qué sentido tienen? me preguntaba. Después caí en la cuenta que cuando uno de nosotros moría, Dios le asignaba una estrella.Cada hombre que mueres tiene la suya.hay algunas de mucho brillo y las hay de diversos tamaños. Las más enormes y de altas dimensiones han sido reservadas a las almas más nobles, a las que, pese a sus dificultades y problemas por los que atravesaron mientras estuvieron en este planeta, los supieron afrontar con valentía y ya desde aquí adquirieron gran brillo, gracias a sus buenas obras.
¡Ah, pero...también hay planetas!¿Quién no sabe que estos carecen de luz propia?.
Ahora que lo pienso, no creo que Dios sea tan malo que le dé un planeta a ningún hombre. los planetas corresponden más bien, uno por choya, a los animales.Hay también planetas de gran magnitud. Acaso correspondan a los prehistórocos animales gigantes, como los dinosaurios o los grandes paquidermos.
Algunos planetas siguen ahí incandescentes. tal vez por ahí viva algún dragón que, envidioso de no haber alcanzado una estrella sigue vomitando llamas de fuego enardeciendo y encendiéndolo todo a su paso.
Pero, Dios le asignó a cada hombre su estrella. Lo descubrí en un sueño cuando en Alfa-Centauro estaba mi padre guiñándome un ojo y se le véia dichoso parecía decirme: " Hijo, tú puedes ganarte una. la brillante vega está desocupada y Orión, pues... la he pedido a Dios que la reserve para tu madre. desde aquí la veo muy bien y podremos seguir dialogando. Si supieras con qué facilidad se propaga el sonido en el infinito espacio y cúan claro se puede ver todo. Es por eso que te puedo ver desde aquí y conversar contigo... Y no es que mi vista sea mejor que antes. Ya vez padecí de mis ojos. Lo que pasa es que aquí las cosas son diferentes.
"Cuando uno ha alcanzado su estrella,entonces todo cambia, se transforma. Se vive, claro está, en otra dimensión. Son niveles tan luminosos que, sencillamente ciegan a los que aún están en el planeta Tierra, un planeta que, por la desobediencia de la primigenia pareja humana, tenemos que compartir con los animales, porque, haz de saber que algo tenemos de ellos, algo que se nos pega de vivir juntos y no estamos hechos para convivir permanentemente entre ellos".
"Desde allí, desde la Tierra, decía mi padre en sueños, tenemos que esforzarnos por reconquistar la estrella quea cada quien se le ha asignado".
"En cuanto a éstas, las hay de divesas magnitudes y brillo. Supongo que ya sabrás por qué. ¿Acaso en la misma Tierra no brillan algunas personas más que otras por sus obras y actitudes?¿Acaso no hacen algunos más y mejor el bien que otros?"
"Por todo esto, podría decirte, Hijo, que la estrella se nos asigna, no cuando nacemos, sino cuando morimos, o sea, cuando nuestra alma se separa del cuerpo. Y nuestra alma, entonces, bien que sabe cual le corresponde y fácil la ubica"...
Sigo aún sin entender el por qué de tantas cosas creadas por Dios; pero lo más seguro es que cada una de ellas tiene su oficio y su responsabilidad. Cada pajarillo, sin duda, habrá de tener su árbol sin duda, habrá de tener su árbol y cada perro su amo. Cada río su mar y cada oasis su desierto. Es indudable que Dios todo lo hizo bien aunque yo no lo entienda; pero de una cosa estoy seguro:
"DIOS ME ASIGNO UNA ESTRELLA"
la más hermosa entre todas ellas, la más brillante sin duda, así como es tu alma llena de ternura. Ojalá que encuentre también la mía. Aunque sea pequeñita, en el confín de los cielos esperaré para alcanzarla al final de mis días. Dulcinea