(Para Pame)
La clase de historia se trasladó a la sombra del añejo ahuehuete que como centinela cuidaba celoso las tierras de siembra que daban vida a la comunidad donde nos tocó nacer. En estas tierras vimos por primera vez la luz y aunque la comunidad no era numerosa, contábamos con una escuela, bueno no era siquiera un edificio como los de ahora sino que escasamente nos protegía de los rayos solares y de las tolvaneras que por hay de los meses de febrero y marzo se levantaban y no porque fueran tierras áridas sino que las semillas que a principios de febrero nuestros padres habían depositado en el arado una a una todavía no crecían como para retener la tierra que secaba el abrazodor sol.
Siempre he admirado la habilidad con la que dejaban caer dos o tres semillas a un lado del surco que mi tío ayudado con la yunta hería la bondadosa tierra.
Después de depositar las semillas y antes de continuar su paso, con el píe derecho las cubría y allí en silencio y en plena oscuridad a escasa una cuarta de profundidad empezaba el milagro de transformación y aquellas semillas en cuatro meses nos aportarían mazorcas que posterior a múltiples trabajos habrían de darnos alimento y hasta algún sobrante que comercializado, unas veces al más puro trueque y otras obteniendo monedas y billetes, servían para cubrir nuestras necesidades, las que en realidad no eran muchas, así que puedo considerar que vivíamos completos, es decir; Felices.
Bueno pero el caso es que en aquélla calurosa mañana “Don Beto”, que era como le decíamos a nuestro profesor ya que resultaba más corto que decir todo su nombre, bueno su nombre completo nunca lo supimos solo lo conocimos como “Don Beto” si bien Él siempre se presentó como Norberto, “profesor Norberto” y ahí le paraba, nunca supimos sus apellidos, ni de dónde vino ni mucho menos su edad pero debe de haber tenido bastantitos años.
Su debilidad era la Historia y cuando empezaba a tocar esa materia nos daba la impresión de que la recordaba tal cual la estuviera leyendo, aunque los maloras comentaban que la Historia la recordaba ya que tenía tantos años que era testigo ocular de muchos de los acontecimientos ya que siempre nos relataba en primera persona cualquier pasaje de la Historia sobretodo la relativa a nuestro querido México.
Don Beto nos inculcó; amor, respeto, veneración, admiración, fervor, pasión por nuestra tierra pero por sobretodo por nuestros Símbolos Patrios.
Nos sentamos alrededor del enorme tronco del frondoso y amigable arbolote. Don Beto tenía predilección por una roca en especial y esa era su estrado desde donde ejercía un verdadero apostolado.
“Cuando salimos de Aztlán, lo hicimos con la idea de encontrar un designio sagrado que nos mostrara la victoria del bien sobre del mal aún en condiciones por demás adversas. En realidad no teníamos ni la menor idea que el águila real que representa una presencia imperial y que conjuga poderío y belleza y que en su majestuoso vuelo observa un amplio campo tan grande como lo puede ser nuestra propia patria.
En contraposición la serpiente simboliza lo rastrero, lo alevoso, lo hipócrita, lo traicionero, lo falso, lo engañoso.
El águila el bien, la serpiente, el mal.
Y para completar el cuadro los raro de encontrar un ínfimo islote agreste y rocoso islote en el medio de un extenso lago donde solamente se arraigó una famélica penca de nopal elemento fundamental junto con el maíz de nuestros ancestros y poseedor de múltiples propiedades nutricionales y curativas fue utilizado como un verdadero manjar muy saludable, además de haber sido utilizado como base para fabricar pigmentos e innumerables aplicaciones con fines cosméticos considerando que desde luego la coquetería en la mujer siempre ha existido.
La tradición nos dice que aquellos peregrinos eran formidables ejemplares en cuanto a su fortaleza pero además diestros en artes guerreras y que aún atados a una poste y provistos únicamente con una macana eran capaces de vencer hasta ocho contrincantes y a pesar de que esta fama trascendía hasta tierras andinas al sur y territorios Sioux al norte, también eran magníficos agricultores y además por propia convicción mostraban un casi exagerado respeto por un ser superior mismo que a la vez mostraban en diferentes versiones. Pero sobre todo eran amantes de mantener al núcleo familiar como la célula primera del todo.
Nos toco detener nuestro peregrinar al haber encontrado la señal que expresaba la victoria del bien sobre del mal y que a la vuelta de los años marcaría en primera el lugar de desarrollo de la civilización Azteca y siglos después se convertiría en el símbolo mas difundido ya que todas las monedas tiene como tema en el anverso, el símbolo del Escudo Nacional.”
¡Pero que barbaridad! Ya es tardísimo.
Efectivamente, el tiempo se había pasado sin sentir.
Todos estábamos literalmente con la boca abierta, inclusive en mi mano derecha sostenía la torta de nopalitos con huevo que por la mañana mi mamita me preparó, la que estaba intacta virtualmente envuelta en la servilleta de tela que ella misma bordó con mi nombre y no por temor a que me fueran a robar sino para mostrar la habilidad en esos menesteres.
La reunión se deshizo y despidiéndonos de Don Beto corrimos cada cual hacia su casa, para llegar a la mía tenía que recorrer algo así como dos leguas a través de un bosque y una cañada que por cierto la conocíamos como “La Cañada del Águila” ya que en varias ocasiones en lo alto de la “Cascada Blanca” que vertía un torrente de agua por varias decenas de varas que al caer formaba una abundante espuma blanca que se mantenía por unos segundos en el fondo de la cascada para desaparecer junto con el correr de vital líquido.
Desviar la mirada en ese momento era obligado involuntariamente hacía lo alto de la cañada con la idea de divisar el águila que acostumbraba posarse a esas horas seguramente a beber la refrescante agua del río.
La hora era avanzada, ya de tarde, el sol empezaba decaer en el horizonte tornando el ambiente un tanto cuanto fresco e inclusive la temperatura se volvía un poco más fresca y en ese preciso momento el cielo tomaba tonalidades en rojo, presagio inequívoco, según mí abuelo de una noche algo más que fresca
Todo esa combinación en el ambiente llamó poderosamente mi atención, quedé extasiado: el verde del follaje del bosque, la blancura de la espuma formada por la caída del agua y el cielo rojo formaron inmediatamente en mi mente, mí bandera.
En ese momento mí abstracción se interrumpió por lo que en cetrería se identifica como “Grito del Águila”. Sonreí para mis adentros y reanude mi carrera a casa.
Mí mamá debería estar preocupada por mi tardanza que aunque conociendo la fama de Don Beto como Narrador y Cuentista, se imaginó el motivo de mi rezago.
Al llegar la abracé, le di un largo beso en la frente y empecé a relatarle todo mí día, mis experiencias, aquello fue un autentico monólogo ya que no paré hasta que mamá me arropaba, me daba la bendición, me mezó los cabellos y me deseó dulces sueños. Aunque creo que aún dormido debo de haber continuado hablando.
Con el ansia de regresar a la escuela desperté muy temprano y tratando de no hacer ruido alguno, me di un refrescante baño, me vestí, revisé mi mochila, por cierto también de tela, y . . . ¡Sorpresa! Mamita ya me había preparado un jarro con café con leche, un bolillo partido a la mitad untado con mantequilla y la otra con frijolitos refritos, refritos solo como ella los prepara.
Siempre me he preguntado ¿A qué hora duermen las mamás? Siempre están un paso delante de nosotros.
Apuré mi desayuno y casi olvido mi diario medio vaso con jugo de naranja, algo que no iba a permitir mi mamá. Me despedí y de nuevo el ritual mañanero; tal sí fuera una Lista de Revisión empezó a preguntar por mi mochila, la tarea, el pañuelo, mi torta, mi botella con agua natural, me despeinó con su manita izquierda al tiempo que con la derecha me daba la bendición. Antes de cruzar la cerca, volteé, alce la mano y entrecruzamos sendos imaginarios besos lanzándolos hacía el uno y el otro.
Nunca el camino a la escuela lo recorrí tan rápido, las ansias por escuchar la charla del día de Don Beto generaba un cierto hormigueo en las palmas de mis manos, sensación que calmó huna vez que, después del matutino saludo a mi Maestro y a mis compañeros, levanté la mano y pedí permiso para hablar el cual solemnemente me fue concedido.
Conversé mí experiencia en la tarde anterior y al término Don Beto nos conminó a salir a nuestro ahuehuete favorito, bueno por cierto que era el único en toda la comarca.
Formamos nuevamente el círculo senyados encuclillas y nos dispusimos a escuchar la clase de historia que a manera de narrativa acostumbraba exponer Don Beto.
“Como todos escuchamos a su compañero Santiago, efectivamente los colores de nuestro Lábaro Patrio, es decir, nuestra bandera son el verde, el blanco y el rojo ya aunque no siempre han sido esos colores ni el orden o arreglo finalmente y en la actualidad el verde esta unido al asta, le sigue el blanco donde está colocado el otro símbolo patrio que es el Escudo Nacional, el que todos conocemos o sea el Águila posada en un nopal y devorando una serpiente y al extremo el rojo, han de saber que la bandera cumple con ciertos requisitos que además de los colores son sus medidas. Que sin importar sus dimensiones siempre guardaran las mismas proporciones así se trate de la banderita que siempre precede todas nuestras clases allá adentro en el salón o la misma Bandera Monumental como la del Zócalo en la Capital o también en Tijuana o en Ciudad Juárez o en Veracruz o en Ensenada o en Nuevo Laredo o en Cancún, siempre su proporción será cuatro a siete, es decir, sí mide cuatro metros de altura, la longitud será de siete metros, aunque el mástil más alto esta ubicado en el cerro Tehuehue en Iguala, Guerrero, cuya asta mide 113.80 metros de altura pesa de 45 toneladas y ondea desde 1998..
Tal como la conocemos actualmente quedó establecido desde el 16 de septiembre de 1968 y desde el inicio de la Guerra de Independencia, hace ya doscientos años, otras banderas o estandartes fueron usados durante la Guerra mencionada. Algunas tuvieron influencia en el diseño de la primera bandera. Y recordemos como el Cura don Miguel Hidalgo y Costilla primero nos arengó al pueblo a sublevarse en la Parroquia de Dolores, después pasa al Atrio de la Parroquia de Atotonilco y toma un estandarte de la Virgen de Guadalupe, acontecimiento que propiamente marca el inicio del movimiento insurgente, después Don José María Morelos y Pavón usa una bandera con la imagen de la Virgen, y le agrega una insignia de azul y blanco con un águila coronada sobre un cactus, así como un puente de tres arcos con las letras V.V.M. que significaban “Viva la Virgen María”. Posteriormente se suceden períodos en los que los insurgentes usan banderas con los colores blanco, azul y rojo en franjas verticales. Pero fue Don Agustín de Iturbide y Arámburu el que empleó por primera vez los colores actuales y que identificaba al conocido como Ejercito Trigarante.
Posterior al evento conocido como “Abrazo de Acatempan” donde propiamente Vicente Guerrero Saldaña y Agustín de Iturbide y Arámburu propiamente consolidad la Independencia de México al proclamar y firmar el conocido “Plan de Ayala” nos trasladamos a la Ciudad de Iguala en el Estado hoy conocido de Guerrero se concibe la primer bandera oficial y se le encomienda a un sastre local su confección, para esto ya corría el año de 1821, tocó el honor de su confección al sastre de origen michoacano y que radicaba en Iguala, Magdaleno Ocampo.”
Pero de nuevo el tiempo se vino encima y solo el gruñir de sus intestinos a manera de protesta volvió a la realidad a tan singular grupo. Don Beto dió por terminada su plática y los conminó a que inmediatamente regresáramos a nuestras casas premiando nuestra atención con “Hoy no hay tarea”. Los gritos de entusiasmo se dejaron escuchar por largo rato y así continuamos casi hasta llegar a casita donde ya me esperaba un refrescante baño que acrecentó mi hambre.
De nuevo mí mamá y mí papá tuvieron que soportar mí entusiasmo al referirles mí nueva experiencia que aumentaba mis conocimientos al tiempo y en la misma mediada mi amor por nuestros Símbolos Patrios.
La noche se me hizo corta y aunque logré conciliar el sueño inmediatamente después de merendar un champurrado acompañado con una torta de tamal de mole.
Antes que los gallos comenzaran su matinal concierto anunciado el alba ya estaba vestido, bien peinado, las agujetas amarradas y el calzado lustroso con un entusiasmo que solo controló las indicaciones de mamá en el sentido de desayunar “Como Dios manda”.
Satisfecho por el opíparo desayuno salí a la carrera ávido de escuchar a Don Beto con lo que ya imaginaba. El tercer símbolo Patrio o sea El Himno Nacional.
Don Beto ya nos esperaba sentado en su piedra favorita. No recuerdo que algún día alguno de nosotros hubiera llegado antes que Él. Siempre era el último en retirarse y el primero en llegar.
“Pues como todos ya se imaginan el siguiente y último símbolo pero no de menor importancia ya que los tres tienen la misma importancia, es el que se refiere nuestro Himno Nacional Mexicano.
Es increíble imaginar el efecto de quedar encerrado en el primer piso de la casa ubicada en la Calle de Santa Clara, hoy Tacuba, en el número seis y que en tan solo cuatro horas hayan salido de su inspiración todas las estrofas de nuestro Himno. Sucede que “Lupita”, como de cariño llamaba a la que en esos tiempos fue primero novia y poco tiempo después su esposa, bueno antes, mucho antes era su prima a Guadalupe González del Pino, “Paquito” como cariñosamente le respondía a Don Francisco González Bocanegra, oriundo de San Luis Potosí y que tenía entre otras virtudes el ser poeta lírico, dramaturgo, crítico teatral, orador, editor y artículista pero además frecuente asistente a las tertulias literarias que se llevaban al cabo en la Academia de Letrán, en pocas palabras y para su mejor descripción, todo un bohemio.
Pues aquellas cuatro horas fueron de un trabajo intenso y solo el amor por su musa hizo que las tres primeras horas casi agotara tanto el papel como la tinta en busca de la inspiración que solo una vez en la vida a alguien muy escogido es tocado por “Caliope” la más augusta y principal de las nueve musas. Musa de la poesía épica y heroica y protectora de la elocuencia y cuyo nombre significa “La Bella Voz” y que se representa con una corona de laurel, la Musa de la Inspiración. ¡Y vaya que si que vertió toda la poesía épica, la poesía heroica y la elocuencia en la cuarta hora, tiempo suficiente para que “Paquito” le entregara a “Lupita” deslizando por debajo de la puerta cerrada con llave, el manuscrito del himno que constaba de doce estrofas en octavas italianas con versos decasílabos y agudos en cuarto y octavo lugar y la cuarteta del coro con agudos en segundo y cuarto.
Es menester aclarar que las estrofas dedicadas al “Emperador Mexicano Agustín de Iturbide” y al “Presidente Antonio López de Santa Anna” fueron suprimidas quedando las diez estrofas que conocemos y que superó a otras veinticinco composiciones presentadas y que fue ejecutado y cantado por primera ocasión el 15 de septiembre de 1854, en el Teatro Santa Anna ubicado en la Calle de Vergara hoy Calle de Bolívar.
Reconozco que algunos de los términos que he mencionado no son de fácil dominio ya que no son de uso cotidiano pero que en cuestiones de medición poética será mejor escuchar esto que les preparé”
Don Beto se levantó y de su vetusto maletín extrajo un tocadiscos portátil, abrió la tapa superior, sacó con mucha delicadeza un disco negro que más parecía tortilla como en las que preparan las Tlayudas, hizo algunos movimientos y empezamos a escuchar las primeras notas de nuestro Himno Nacional Mexicano.
Automáticamente todos nos pusimos de píe, en posición de firmes e hicimos el saludo con nuestra mano derecha, al tiempo que Don Beto izaba en una asta improvisada el Lábaro Patrio con sus colores; verde, blanco y rojo con nuestro Escudo Nacional, el Águila parada en una nopal y deborando una serpiente.
Mi corazón se aceleró, lo podía sentir con mi mano derecha y la emoción hizo que al menos un para de lagrimas rodaran por mis mejillas las que no me atreví siquiera tratar de secar o de ocultar. La final me di cuenta de que todos habían experimentado, sino el mismo sentimiento, si algo muy parecido.
Hoy a Don Beto lo recordamos con respeto y admiración pero por nuestros Símbolos Patrios sentimos amor, respeto, veneración, admiración, fervor y pasión.