Se acostó, cerro los ojos y sólo ella sabe porque esa noche no quiso soñar con nada. Quizá porque sus sueños, los que tanto había esperado, se habían hecho realidad. Esos sueños que en otra época la hicieron llorar, gritar, sangrar cada palabra hasta hacerla morir en el papel, desesperarse bajo una lluvia que sólo ella sentía, que fue suya durante todos sus crepúsculos y bajo todos los soles que sólo cabían en su cabeza. El mundo que había construido para poder dejar de morir cada madrugada se derrumbaba dando paso a una realidad que explotó delante de su cara, que la aterraba y la hacía feliz a partes iguales, una ilusión vivida en sueños, sus fantasías...todo su mundo onírico desapareció esa noche y, aunque la refugió durante sus naufragios quiso alejarse de él tanto, que su alma se separó de su cuerpo, y en esa transición nació de nuevo a un mundo que ahora, le estaba dando una nueva oportunidad para trazar su destino y vivir esa realidad que se negó cuando aún no sabía que detrás de sus párpados estaba la causa de los incendios de su alma. Se sintió única y egoístamente especial porque sabía que nadie en el mundo se estaba sintiendo como ella en ese momento, y eso quizá quedaría reflejado para siempre en su corazón. El único miedo que tenía ahora era no poder retener esa felicidad dentro de su pecho, porque este, al no estar acostumbrado a expandirse tanto, se podía quebrar en mil pedazos, en mil partículas que sólo contenían la esencia del sentimiento más abrasador...pero aún así habría merecido la pena ver sus ojos de nuevo. Habría muerto de felicidad si hubiese tenído que ser así.
Tendría que haber soñado esa noche, pero no lo hizo. Tendría que haber soñado que corría por esas playas que la acariciaron hace mucho tiempo y que escapaba de todos sus miedos. Debió de haber soñado con su propio pelo, sus propias manos...y verlo todo tan hermoso como nunca lo había visto. Debió de soñar con el miedo a su lado para que le recordase que todo es efímero...pero no lo hizo.
Cuando despertó, lloró durante un segundo eterno y recordo su olor, y gritó por dentro cuando se dió cuente de que no estaba recordando nada, sino que toda ella estaba impregnada de ese olor maravilloso, el olor de su vida, el olor de su amor, el olor, más que de un hombre, de un episodio de su vida que necesitaba vivir y que sabía, en el fondo de sus entrañas, que acabaría viviendo, aunque tuviese que esperar toda la eternidad...lejos, pero no lo suficiente como para perder de vista a la causa de sus ganas de despertar cada mañana...y sintió esa muerte dulce, abrazándola y se quedo quieta, petrificada unos segundos sobre su cama, disfrutando de la sensación que le producía llenar sus pulmones con calma.
Se puso en pie y el suelo se hundió unos centímetros, estaba pisando unos años extraños, unos años repletos de secretos,de sonrisas ocultas al bajar por una calle, de latidos atronadores al cruzarse durante un segundo con él, de tormentas y ríos sobre su cara, de noches en blanco, de canciones malditas.
Delante del espejo estaba la misma cara, la misma criatura libre que ahora lo era aún más y una sonrisa le rompió el rostro...sintió pena por toda la gente que nunca conocería las mismas cosas que ella, que nunca conocerían los límites de la razón, esas personas que piensan primero en los precios que suponen las vivencias extremas, y no se le ocurrió pensar que todavía no ha existido un ser salvaje que se compadezca de si mismo.