Capítulo 2:
Ya comenzaba a anochecer. Estudiando y estudiando, Larry se dio cuenta de que ya eran las 7: 30. Estaría seguro de que llegaba justo a tiempo. Si llegase tarde, Jumbo seguramente no se lo perdonaría mucho.
Cómo eran ya las 7:30, bajó las escaleras en silencio y salió por la puerta sin hacer ruido. Corría con rapidez las calles de Nueva York hasta llegar a la puerta de la casa de Jumbo. Allá quedó con su amigo. Allí, en la puerta, estaba Jumbo mejor vestido, con su Telescopio prestado de su padre. Su amigo le dijo:
- ¿Sabes? Tengo muchas ganas de hacer el experimento, Larry - decía con ganas Jumbo. Su amigo estaba muy contento.
- De acuerdo - respondía Larry-.
Después de mirar en el montículo de Bronx con el telescopio, los dos observaron que tres planetas se habían alineado. Resulta que eran nada más que Saturno, Neptuno y Urano, los planetas alineados. Después le dijo Jumbo a Larry algo al oido:
- Este es el experimento: cómo los planetas se han alineado. Con ellos nos podíamos inventar los mundos que queramos.
- ¡Que chulo! ¡Comencemos ya, Jumbo!
Los dos niños abrieron sus mentes a mundos distintos. Eran muy diferentes y paralelos: el mundo de Larry Steinbeck era bello, con bosques espesos y mágicos, montañas con nieve azul y blanca, grandes y limpios ríos. En cambio, Jumbo Crockdash, se imaginaba un terrible mundo con criaturas malvadas cómo dragones asesinos, grandes volcanes, horrendos lagos, gente sanguinaria, pantanos en los que la gente se hunde y no regresa jamás, serpientes gigantes que se comen a una persona en un momento y aire de vapor venenoso en las oscuras montañas.
Los dos niños deseaban ser transportados a esos mundos y dijeron unas palabras cada uno de “¡Quiero ser transportado!” “¡Quiero ir a mi mundo!”. Un rayo del cielo salió lanzado al suelo haciendo que apareciesen dos puertas estelares. Jumbo corrió sin pensar a una, y Larry corrió a la otra.
Empezaron el viaje a sus mundos a intentar reinar sobre ellos y ser felices. Pero los dos se equivocaron de destino y fueron a parar a mundos equivocados que no habían pedido. El malo, Jumbo, fue a parar al mundo maravilloso. En cambio, el bueno de Larry fue a parar al mundo tenebroso en el que reina la oscuridad.
Jumbo abrió los ojos y se pegó un chasco. No era el terrible mundo que se imagino. Ni mucho menos. Era un reino maravilloso con bosques espesos y montañas nevadas. El chico se encontró en un prado al lado de la sombra de un bajo árbol. El niño miraba a los lados confusos y se preguntaba a sí mismo:
- ¿Dónde estoy? ¡¿Dónde?!
El niño comenzó a caminar por la fina hierva. No era el mundo que pidió, pero al fin y al cabo, se sintió bien y comprendió que no estaba mal ser bueno. Con poder en su interior se dijo “Voy a ir en busca del mundo que me imaginé, aunque en este no se está nada mal”. Cogió una rama larga que parecía un bastón para pasar por la hierva y comenzó el viaje a Haridor, el reino de las tinieblas que se imaginó.
Llevaba caminando todo el día y sacaba la lengua a fuera. Ya había recorrido sin éxito todo el valle, y un turón precioso. No conseguía llegar a Haridor. Se sentó y se puso a pensar en su amigo. En sus pensamientos, algo le llamó terriblemente la atención:
- Si yo estoy aquí, mi amigo estará en peligro en otro mundo que no es el suyo. Debo ir a Haridor y salvar a Larry. Mi amigo corre un gran peligro.
Se puso a caminar, pero no sabía dónde ir. Miraba de un lado a otro, pero estaba perdido. Su suerte estaba en un caballo marrón con crines negras tipo Mustang que pasaba por allí y le preguntó cómo se llegaba a Haridor.
- Perdone, caballo, ¿Donde está Haridor? ¡Ostras! Pero que tonto he sido: ¡Los caballos no saben hablar, ni si quiera guiar a un niño! – se dijo a si mismo.
El caballo, al oírle, levantó y movió el hocico de caballo:
- ¿Quién te ha dicho eso de que no sabemos hablar?
- Nadie. Sólo querría saber dónde estoy y si me podías llevar a Haridor, un amigo está allí en peligro de muerte y quería ir a avisarlo.
- Estás en Happyland. Este mundo es tierno y hay paz, pero si quieres ir a Haridor sube, y te llevaré. Me conozco los dos reinos cómo la pezuña de mi pata.
Jumbo le preguntó al bello caballo:
- ¿Quién eres tu?
- Mi nombre es Bálder y soy un Mustang de Happyland, los caballos más rápidos y sabios del reino. También los más antiguos. Sube a mi grupa que te llevaré rápidamente a Haridor, el reino de las tinieblas. Juntos viviremos una aventura.
- Pero, eres un Mustang. Los Mustang no se dejan montar, son salvajes.
Bálder sonrió:
- Los Mustangs de Happyland son dóciles para personas que se dejan montar. ¡Anda, sube!
Sin dudarlo ni un momento, Jumbo se montó a Bálder en un momento. El animal se puso a galopar a todo tren y ya recorrieron en un momento todo el turón y un gran valle. Jumbo se decía:
- ¡Que suerte tengo yo de llegar a este mundo! Ser bueno no está nada mal. ¡Je, je, je! ¡Bálder, eres un caballo formidable!
"¡Chavales, os ruego de que no os perdáis el tersero que es alucinante!"
todo estre tiempo no he recibido ni un comentario, sobre este cuento, ¡ESCRIBID ALGO!