DOS POBRES Y UN INFARTO.
Era de madrugada, casi las cuatro y media, fría, pues corría por el calendario el mes de Enero, cuando el silencio de esa noche oscura y sin luna, fue roto por el sonido de unos golpes fuertes y secos.
- ¿Qué ha sido eso Juan?
- ¡Ehh!, ¿Que pasa Juanito? – Preguntó el otro que dormía en la misma y única cama de la casa.
- Que alguien llama a la puerta, pero ¿a estas horas?. Nada bueno viene a traer- Dijo Juanito muy asustado.
- Pues no abriremos, debe ser otro pobre, que no sabe que nosotros somos más pobrecitos que él.
En ese momento, se volvió a oír tres golpes secos en la puerta, no había dudas, el fulano que fuese lo tenía claro. Pero, esta vez los golpes llevaban un mensaje implícito:
-“ ¡Abrid la puerta de una vez, inútiles…, muertos de hambre!”
- Juan, Juan hemos de abrir, el tipo que sea, sabe bien quienes somos y tiene algo de prisa el puñetero.
- Vale Juanito, no demoremos por más tiempo, no sea que se enfade y nos eche una jodida maldición.
Juan y Juanito, aunque no eran hombres temerosos, ya que sus vidas estaban tan vacías como sus carteras, se acercaron a la puerta. Quizá con algo de respeto o un miedo encubierto.
Juan que era el mayor, tomó la iniciativa y desechó el cerrojo, tiró de la puerta y ante sus ojos apareció, iluminado por el resplandor de la luna, la figura humana, vestía un sayón de monje con capucha y un cordel atado a la cintura, del cual colgaban en forma de rosario macabro varias y grandes puntas, varias y afiladas agujas de coser lanas, un martillo y unas tijeras, ambos con bastante herrumbre. La capucha sin cara ni cabeza, las mangas sin brazos ni manos y las sandalias sin pies que las ocupara.
Ambos se cagaron de miedo, pero tuvieron la frialdad de observar todos los detalles del misterioso visitante.
- Juan cierra que es la muerte que viene a por nosotros.
- Calla cagón, la muerte viene con una guadaña y esto sólo trae apaños de carpintero remendón. Más bien será la mala suerte que nos busca como amigos.
- Cierra Juan, sea lo que fuere. Si apenas podemos comer los dos,¿cómo vamos a mantener otra boca?
Entonces la cosa se impacientaba, tomando la palabra en el momento más apropiado, justo antes de que le devolvieran un portazo.
- En ese aspecto seguid tranquilos muchachos, pronto seréis sólo uno a la mesa, el que se quede escapará mejor. Dejadme pasar que tengo prisa, hoy llevo una larga lista de visitas.
- ¿No pretenderá pasar sin antes presentarse, verdad? Mire que nosotros pobres, pero educados, ¡eh!...
- Bueno si así lo queréis, me presentaré, pero que conste que no suelo hacerlo nunca. Soy el Infarto, y vengo a realizar mi trabajo en uno de vosotros.
-Seguro que te has equivocado, mírenos…, nosotros eso del colesterol y los triglicéridos, como que no tenemos nada de nada, si no tenemos ni para comer.
Total, que le dejaron pasar, porque se apiadaron de él, pues la noche era de perros y le invitaron a sentarse y calentarse. Mientras Juanito se afanó en rejuntar las brasas casi apagadas del brasero de carbonilla.
- No, no me he equivocado. Mi jefe, ese de arriba, no se equivoca nunca. Haber, ¿quien se llama Juan Vino Templao?
- Los dos nos llamamos así.
- ¿Cómo es posible?
- Por lo que le hemos dicho antes, nuestros padres eran tan pobres que ni para pensar otro nombre tuvieron fuerzas, y de paso así ahorraron papeleos.
- Bueno, bueno, haber quien nació en el año 1956.
- Pues los dos, este en diciembre y yo en febrero. ¿Si quiere lo echamos a suertes?
- No, eso no vale. Habría que averiguar el código genético de cada uno y… eso lleva un tiempo, no se, esto no me había ocurrido antes.
- Mire, Don Infarto, nosotros seguro que no tenemos de eso, porque ni siquiera tenemos carné de identidad. _ Dijo Juanito muy animado, convencido de la equivocación-
- Pero si tiene que hacer su trabajo a la fuerza, digo yo, que puede darnos medio infarto a cada uno, total estamos tan acostumbrados a compartir.
- No te cachondeés de mi, esto no se comparte.
Entonces el Infarto malhumorado, se levantó de la silla y comenzó a echar sapos y culebras por el hueco vacío de la capucha y se marcho.
QUE CADA CUAL SAQUE SU CONCLUSION.