-Oye Juanito, ¿a quién vamos a votar esta vez?
- Tanto monta que monta tanto.
- ¡Hombre, por alguno nos hemos de decidir!, ya que sólo tenemos un voto entre los dos, habrá que buscarle el mejor provecho.
Esa mañana, los hermanos pobres, Juan y Juanito Vino Templao, recibieron la carta censal, como muchos de los vecinos, para comprobar si sus datos eran correctos. Aunque realmente correspondía al mayor de ellos, que era el único registrado legalmente.
Eso fue todo un acontecimiento; pues eran tan pobres, que por no tener, no tenían ni correspondencia bancaria (esos recibos domiciliarios de pagos, que tanto nos alegran y llenan nuestros buzones). Aparte del bombardeo publicitario, se podían contar con los dedos de una mano las cartas serias que recibían a lo largo de un año. Así pues, las guardaban como verdaderos tesoros, pues les hacía sentir algo humano, o sea, aquel sentimiento de existencia.
- Mira Juan, por mí, lo echamos a suertes.
- Tendremos que considerar un poco, pensar cuando hemos estado mejor o peor.
- ¡Psss! ahora tenemos de vez en cuando algún contratillo basura y ... poco más.
- Y antes cobrábamos “el paro” alguna vez que otra y ... poco más.
- La verdad, es que ni los unos ni los otros, se acuerdan de los pobres de aquí, les encanta mandar ayuda a otros países cuando tienen alguna desgracia y .... yo no digo que eso esté mal pero..., con todo lo que están regalando y que no se acuerden de nuestras necesidades, tiene muchos cojones.
- Eso digo yo también, a pesar de que por ese regalo no reciben ningún voto a cambio.
- Mira Juanito, yo por un plato de lentejas soy capaz de votar a uno de esos partidos nacionalistas.
- ¡Anda y yo! esos si que no regalan nada, sólo barren para sus regiones.
- Tienes razón, son todos unos chulos que lo único que quieren es alardear de lo que no tienen y se olvidan de las penurias de sus propios pobres, pues no se imaginan la cantidad que hay...
- ¿Entonces qué hacemos?
- Pues, les daremos un voto de castigo.
- Es una lástima que no podamos votar los dos, porque se llevarían dos castigos; y lástima también que no sepan de donde les vino, que si lo supieran...
MAS DE UNO DEJARÍA DE PENSAR CON EL CULO (EN EL SILLÓN)