Me gustaba ir todos los días a la hora de la siesta a jugar con Pepe en el “refugio”. Ese lugar en el fondo de la casa de mi abuela Ana era mágico. Ella guardaba allí, aquellos objetos que “molestaban” en su casa de campo. Había algunas sillas viejas, con alguna pata descolada, una mesita de madera de roble, con relieves alrededor con forma de rosas, unos estantes colgados en la pared izquierda del refugio, repletos de copas y trofeos ganados por mi abuelo Luis, en los campeonatos de bochas, muchísimas latas de pintura ya seca, de colores blanco, verde, y rosa viejo, el mismo del frente de la casa.
Y Pepe estaba ahí. Siempre fiel. El era el primero en enterarse de todas mis cosas. El único espectador de mis desfiles con aquella ropa que me traía la tía Ema de sus viajes. Esa ropa “extravagante”, que jamás use, solo para mis juegos. Ella solía ir a Arabia, y a esos países del Oriente, y me traía unas túnicas de colores fuertes, con bordados, y zapatos muy diferentes a los que solíamos usar en Argentina, eran como zapatillas de baile, de tela de lona o de raso.
Cuando me vestía con toda esa indumentaria, me sentía como en un cuento, y algunas veces le regalaba a Pepe alguna túnica y se la ponía en la cabeza y eso me hacia reír. El nunca se quejaba. Era feliz mientras jugábamos. El dejaba que yo lo disfrazara, que me riera de el, de esa manera no se sentía tan solo. Era su única amiga. Mi familia siempre lo ignoro, y hasta creo que jamás supieron de el, salvo la tía Ema. Ella acostumbraba venir al refugio a jugar con nosotros, y disfrutaba contándonos cuentos fantásticos.
Pepe solía asustarse. Algunas veces había escuchado hablar a la abuela Ana con la tía Ema que algún día iban a llamar a esos señores que suelen llevarse objetos viejos y en desuso, para que limpiaran aquel refugio de tantas cosas inservibles.
El sabia que entre esas cosas, estaba el. A quien le podría ser útil un tarro de pintura ya oxidado? Quien se interesaría por un dibujo desteñido y viejo?. Nadie. Como podría convencer a aquellas mujeres para que no se descarten de el?. Había pensado en decirles que tal vez, si ellas lo lavaban y lustraban, luego podría servirles de florero!!! O para guardar botones!!! Pero miro por sobre su cabeza y sus ojitos se pusieron tristes, la tapa estaba demasiado oxidada, no la podrían despegar del tarro, no serviría convencerlas, ellas desistirían de todas maneras.
El esperaba el momento de su muerte. Solo lo distraía yo, cuando lo hacia sentir útil.
En Febrero toda la familia nos fuimos de vacaciones hasta que comenzaran las clases en la escuela. Todos acomodaban sus días libres para esa misma fecha. Me gustaban esas vacaciones en la costa.
La familia solía preocuparse porque quedaba la casona sola durante ese mes. Recordaban que cuando volvían encontraban polvo sobre los muebles, algún alimento olvidado en la heladera ya en descomposición, el césped del patio en donde la abuela tenía rosas, malvones, y calas, estaría crecido. El limonero seguramente habría esparcido sus frutos por todo el patio, y las hormigas habrían comido de ellos.
Nadie se preocupaba por Pepe. Yo si. Lo extrañaba. Imaginaba que lloraría por la tarde a la hora de la siesta, al sentirse tan solo. Para mitigar esa soledad, le había regalado alguno de mis cuentos, mis lápices de colores, y toda la ropa que me había regalado la tía Ema. Sabia que todo eso lo hacia feliz.
Ya me estaba cansando de aquellas vacaciones, quería volver. Necesitaba contarle tantas cosas a Pepe!!
La casa cuando llegábamos de las vacaciones me parecía extraña, enorme, altísima. Sentía el ruido del silencio con más nitidez. Me iba adaptando a sus lugares paulatinamente. Me costaba. Hasta Pepe siempre tenía la nariz más sucia, y estaba opaco producto del polvo.
Fui a saludar a mi amigo. Le quería mostrar mi vestido nuevo. Pepe no me reconocería con mi piel bronceada. Lo iba a asustar. Le haría una broma. Aparecería por la ventana y me asomaría en silencio. Ya me estaba imaginando sus ojitos asombrados.
Quede como petrificada. Que había pasado con el viejo refugio? En su lugar solo había escombros, pocos. A la mayoría seguramente se lo habrían llevado ya. Pero y Pepe?? Lo busque desesperadamente, entre los escombros, detrás de los árboles, debajo de algunas latas, en el jardín. No estaba. No podía entender que habría pasado, quien había hecho aquello con mi refugio y con Pepe!? Como no había escuchado hablar de lo que harían con ese lugar? En donde estaría mi amigo? Con su cuerpito helado. Tal vez llego a vestirse con alguna túnica de la tía Ema.
Que triste me sentía. Las siestas no eran igual. Habían construido otro refugio. En el todo estaba ordenado. No había ya objetos viejos. No había polvo. No estaba Pepe.
Escuche decir durante una cena, un día de otoño, que don Pancho, había arrojado los escombros en el fondo de su casa. Emparejaría con eso el suelo y pondría luego baldosas.
No tarde en ir a lo de aquel señor. Pedí entrar a buscar un objeto que había dejado olvidado en aquel desaparecido refugio. Era la última oportunidad que tenia de encontrar a Pepe.
El corazón me latía muy fuerte. Tenia esperanzas de encontrarlo allí, sucio y oxidado, pero encontrarlo.
Revolví con mucho trabajo aquellos ladrillos, los cascotes de cemento eran muy pesados. Don Pancho me decía que tenga mucho cuidado, porque puede haber alguna lata oxidada y me podría lastimar. Que lata podría lastimar mi dedo? Si ya tenia lastimado mi corazón?. Nada era más importante que encontrar a Pepe. Pero se hizo tarde. Desistí. Nunca lo volvería a ver. Debía aceptar aquella realidad. A Pepe ya le había llegado su final.
Pero me volvi. No podia irme asi. Tal vez debajo de algunas chapas, o debajo de algún ladrillo que no vi antes!! Revolví los escombros nuevamente.
De repente, se asomo una manito. Seria Pepe? Debía revolver con cuidado, no lo quería lastimar. Y asomo luego su cabeza, y me sonrió. Era Pepe! Lo tome en mis manos, estaba deslucido. Sus ropas habían perdido el color, tenía rayas en su cuerpo. La lata en donde el vivía, estaba abollada, casi aplastada. Pero mi amigo había sobrevivido! Me abrazo y lloro. Y llore.
La siesta volvió a tener magia. Ahora Pepe duerme en mi mesa de luz. El abuelo Luis, lo recorto cuidadosamente de la lata, lo baño, le retoco con color sus ropitas desteñidas y le devolvió la sonrisa.
Hoy le conté que me habían dado el diploma de la Universidad y me sonrió, asomando sus dientes. Le quedan pocos ya. Esta viejito. Hasta note que tenía canas. Pero todavía jugaba como antes. Solía visitarlo a diario mi perro Coco, el lo tomaba de la mano y lo paseaba por toda la casa. Pepe así era feliz. Encontró otro amigo para jugar.
Yo ya crecí. Pero el guarda para siempre todos mis secretos. Ningún otro sabe de mis cosas como Pepe. Y eso le da orgullo.
Hoy le toque sin querer la carita con mi uña, y me regalo un sonido.
Tal vez, esta tarde, a la hora de la siesta, me regale música.
Tal vez esta tarde vuelva a ser niña.
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FIN
Me has hecho llorar con tu Pepe.Has escrito con fluidez y enganchandome a cada paso.Lo has logrado y me has emocionado.Po eso he llorado,por lo bonito de tu decir y el misterio de finasl a imaginar!!!!!!!!!