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Categoría: Mitológicos

Serpiente emplumada

La vieja serpiente emplumada de colmillos amarillentos vuela con dificultad por encima de ruinas olvidadas de sus ancestrales ritos sagrados, despertando con su sombra siniestra el rencor de los recuerdos. Con su vista cansada cree divisar como las grietas desaparecen entre brillos de piedras relucientes y como las malas hierbas se someten al poder de los rayos del padre sol. Los relieves dormidos parecen recuperar el orgullo de su pasado altivo, mientras la voraz selva tropical retrocede enmudecida de pánico. En las gradas resplandecientes, recuperadas del abandono de los ingratos hombres, vuelve a derramarse la sangre caliente, fluyendo con elegancia hasta la tierra sedienta del espíritu de la vida. La impenetrable crueldad de los antiguos dioses es aclamada por vociferantes fanáticos. El corazón arrancado a un prisionero, balbuceada su incomprensión entre estertores nerviosos, palpita exultante, desafiando la proximidad de la muerte. El sacerdote de pecho adornado en oro enrojecido por la sacra carnicería lo muestra con orgullo a un cielo de divinidades arrogantes. El rumor impertinente de una tormenta lejana despierta a la vieja serpiente emplumada de sus ensoñaciones. Los dioses ancianos y decrépitos, arrugados por el insoportable peso de los milenios, hace tiempo que empaquetaron sus tesoros y huyeron temerosos de la fuerza del nuevo Señor del Cielo, con sus rituales impuestos por el estruendo de la pólvora: cuellos degollados, cráneos aplastados, mujeres ultrajadas, guerreros esclavizados. La vetusta serpiente emplumada, huérfana de creyentes, quedó olvidada en la apresurada fuga y ahora no tiene donde posar sus ulcerantes garras. El hombre blanco de afilado casco ha poblado de cruces espinosas los despojos de los templos ancestrales. En una tarde desapacible la vieja serpiente emplumada cayó agotada en el desierto, cerca de un pequeño poblado de choza miserables. Cuando algunos indios se acercaron curiosos creyó por un instante que no todo estaba perdido y que si aquellos nativos abandonados por los nuevos tiempos la acogiesen en su hogar y la alimentasen de caldos calientes y la dejasen descansar en uno de sus desvencijados catres ella podría recuperar fuerzas y... Un certero machetazo acabó con sus disquisiciones de vieja chiflada. Al día siguiente todo el poblado, a pesar de su dura y seca carne, pudo disfrutar de su sabor milenario.
Datos del Cuento
  • Categoría: Mitológicos
  • Media: 6.06
  • Votos: 90
  • Envios: 7
  • Lecturas: 8846
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