Las figuras pasaban difusas, Juan José veía correr el agua por el vidrio de la micro , la localidad era arreciada por un temporal que hacía años no se veía. La radio local entregaban informe sobre la crecida de las aguas del río, que parecía desbordarse en la poblaciones aledañas a él.
¡Qué frío! -se dijo para sí. Se acomodó en el asiento y desvió la cabeza hacia el vidrio.
- Retrocedió en el tiempo
Le vino a la memoria ,la figura de María un muchacha de diez y siete años que había conocido ya tanto tiempo, una melancolía le invadió su corazón. Recordaba cuando tantas veces se sentaban bajo el viejo sauce a jurarse amor eterno. No sintiendo pasar el tiempo, el sauce con sus ramas que caían hasta el suelo los ocultaba de miradas extrañas.
Una frenada de la micro le volvió a la realidad .Alargando su cuello miró que pasaba.
Una gordita subía se sentó a su lado, con un impermeable azul empapado por el agua que caía, de su bolso saco un berlín para comer, el vehículo seguía su lento viaje ,el chofer tomado del volante trataba de ver el camino, el agua caía cada momento mas fuerte. Un niño le preguntaba a su madre , donde estaba la casa, un hombre tarareaba una canción.
Al frente una pareja de estudiante olvidados del mundo se besaban, mientras la "gordita" seguía comiendo el berlín,, Juan José la miró, mas bien dicho le miró el rico manjar, pues ya era hora de comer algo había trabajado todo el día y solo al almuerzo había comido un plato único y una taza de café.
Nuevamente se acurruco hacia la ventanilla y siguió recordando. Vio como el agua llenaba la calle y saltaba hacia la vereda cuando pasaba la micro. Las ventanas y puertas eran tapadas con naylon para que no se entrara el agua.
¡Qué susto!... Cuando entre la sombras de la noche vieron aparecer la figura del padre de María que regresaba del trabajo.
¡Buenas noches! -Dijo con una voz ronca. Un hombre bajo de contextura algo robusto ,con su casco de minero que le daba un aire de oriental, vestido con un oberol azul de mezclilla y una lámpara de carburo colgaba de su hombro,esta era su eterna compañera en las largas caminatas desde la mina a la casa para alumbrarse el camino. Se notaba que era un hombre de mucho orgullo y de un carácter fuerte, comandaba una cuadrilla de veinte hombres.
¡Buenas noches! - le respondió todo asustado Juan José. ¿Me voy? -le pregunto a María.
¡No! - le dijo ésta. Lo abrazó y lo besó, su cuerpos se enlazaron .
¡María! ...Tu papá te llama. -Insistió él.
Si, ya voy. Pero tú me acompañas.
-¿ Y si tu papá se enoja? ...le pregunto algo asustado...
María, le tomó la mano dispuesta arrastrarlo hasta la casa.
Pasen hace tanto frío ,tómese un café Juanito. Hoy es la noche mas helada -Les dijo la madre, que ya sabía de las andanzas de su hija ,arropada con un viejo suéter café, las manos entrecruzadas y con un pañuelo en la cabeza. Aunque los años habían pasado, aún le quedaban rasgos de un belleza ya lejana.
Permiso. -Dijo Juan José, sacándose el gorro que había pertenecido a su hermano y cruzando las manos por atrás.
Aún sentía en su labios la dulzura y suavidad de los labios de María.
- ¿Así que usted pololea con mi hija?...algo me dijeron en la pega. Dijo el padre sentándose a la cabecera de la mesa.
- ¿ Y cuales son sus intenciones?...insistió con una mirada severa.
- ¿Pero papá? - Reprochó María, Desviando la mirada de su padre.
- ¡Viejo! Si apenas se están conociendo. -Salió en su defensa la madre.
- Bueno... - Costándole a Juan José emitir un sonido.
Una vez que regrese del Servicio Militar, y pueda juntar una platita y con el consentimiento de ustedes pensamos casarnos. -Interiormente transpiraba entero.
El perro entró, se lamía y estaba feliz pues había llegado su amo, a quien acompañaba los días de caza, por los agrestes cerros de la localidad.
La voz de la "gordita" le regresó al presente, faltaba poco para bajarse .
¿Me presta su diario? -Le dijo la mujer .
Juan José, muy caballerosamente se lo paso. Miro hacia la ventanilla, su rostro marcado por los años se refleja en ella. La micro sigue su lento y dificultoso viaje. Llega el momento de bajarse, la caminata del paradero a la casa lo moja, abre la puerta entra, saluda a su mujer , le cuenta sobre la lluvia que caía sin parar, cenan juntos, lee una hojas del diario local, se duerme. Su mujer lo besa, le quita los anteojos, y lo tapa. Ella reza un Rosario como todos los jueves a la Virgen de Pompeya. Esa noche sueña con María.
Juan José había pasado los cincuenta años, una tarde que regresaba del trabajo ,el sol alto todavía ,con su eterno ambo, los pantalones brillantes. Había llevado una vida tranquila ,con apreturas económicas para educar a sus hijos junto a su esposa , la niña se había casado recientemente y el menor cursaba los últimos meses para recibirse de médico, lo cual lo hacía sentirse muy orgulloso, su hijo mayor había seguido sus pasos y era un eficiente empleado público, que soñando se paseaba por las calles de la ciudad, con el sueldo en los bolsillos el día de pago, al igual que lo hizo su padre en los lejanos días de su juventud cuando recién había entrado en la oficina. Su sienes blanquecinas, sus grandes sueños ya marchitos, pero su frente en alto mirando el futuro con orgullo .
Una llamada por teléfono le sobresalto un día al finalizar la jornada.
¿A mí?...Se dijo para dentro , camino hacia el teléfono.
Una voz suave, retumbó por el aparato.
¿Juan José? -Dijo la otra persona.
¡Si, con él señorita! .. respondió con su voz pícara que siempre lo había caracterizado.
¿No te acuerdas de mí?... - Silencio ... Soy yo María, la de.....La frase fue cortada.
¡Tú! - Salió un grito del hombre. Sus ojos, sus ojos se nublaron. ¿Sería el humo de cigarrillo?,
¡ pero allí nadie fumaba!
Estoy en el terminal de buses. No se sí puedes venir, tengo tantos deseos de volver a verte.
-Dijo María.
¡Voy de inmediato! -Le contesta Juan con la voz entrecortada.
Faltaba poquito para la seis, caminaba nervioso, su mano se pasa por el pelo, ¿cómo estará? Hace tantos años que no la veo, compró un chocolate. - Siempre le llevaba uno.
¿Tendrá hijos? - Una a una saltaban las preguntas, su corazón daba corcoveo, parecía ser la primera cita de su vida, estaba nerviosos, de repente se paró se miró en una vitrina, se encontró viejo. Siguió caminando con la imagen por un rato, luego la olvida.
Le sobrevino a la memoria tantos momentos que pasaron junto, donde dos jóvenes fueron creciendo y haciéndose hombre y mujer, donde la luz de la luna llena que bañaba los parajes del mineral, única testigo, con sus tenues rayos les acaricio sus cuerpos entrelazados, en las cálida noches de verano en aquel lugar, donde muchas veces vieron aparecer las primeras luces del nuevo día que alumbraba solo para ellos, envolviendo sus cuerpos llenos de amor.
Siguió caminando, miró para todos los lados, se sentía inquieto, le vino a la memoria las veces en que les dio la madrugada jugando a las adivinanzas o leyendo el viejo libro de versos que pertenecía a la madre de Juan José, los besos, su cuerpo, las pocas veces que se pelearon, las reconciliaciones, ella escondida en su casa y el sentado en el viejo sauce complice de tantos recuerdos, y en la mano una barrita de chocolate.
Recordó las caras tristes de los vecinos, cuando el mineral paralizó sus faenas y todas las familiar debía dejar sus casas en el campamento. Por un tiempo decía la empresa pero nunca más abrió.
La familia de María fue unas de las primeras en cargar sus pertenencias en el camión que los llevaría lejos, muy lejos. La vio partir con sus ojos enrojecidos por las lágrimas, su mirada triste y él de abajo mirando como se alejaba el camión . Nunca más había sabido de ella, tal vez por cosas del destino - hasta el día de hoy. -A lo lejos unos vecinos los miraban y los despedían con las manos, ahora después de tantos años, verla otra vez.
Jadeante, llegó al terminal de buses, entró, miro a todos lados, no se veía ¿Cómo estará? - se preguntaba.
De repente la vio, delgada, pelo largo, sentada y mirando nerviosa ,pero la encontró tan linda. Su rostro reflejaba la hermosura que le había caracterizado desde joven, sus ojos negros le miraban. Quiso correr y abrazarla pero le dio vergüenza, se sentía ya un hombre mayor.
¡Hola! - le dijo él.
Ella se acercó le dio un beso en la mejilla pero sus suaves labios terminaron en los de Juan José, un beso dulce, un beso suave, un beso tierno, un beso largo, un beso de recuerdos... lágrimas de los dos caían por las mejillas, sus finos dedos apretaban los brazos del hombre que un día tan lejano ya , de la mano cálida y tierna la había llevado por el camino del amor hasta hacerla mujer.
¿Cómo estas? ...le preguntó Juan José. Mientras ella tomaba sus manos y las besaba. Solo había momento para los dos. Largo rato guardaron silencio, solo se miraban. Las manos del Juan acariciaban su rostro, su pelo y su nariz respingada que a él tanto gustaba.
Traje un chocolate. -Con una leve sonrisa de complicidad.
Ella sonrió.
¿Aún te acuerdas? -María lo cogió. Guardaron silencio y solo se miraban.
¿Te casaste? - irrumpió él, bañando con su mirada ese cuerpo que nunca había olvidado.
Si, tengo cuatro hijos un hombre y tres mujeres, seis nietos. -Dice María acariciando las manos de Juan.
Yo tengo tres, dos hombre y una mujer, uno va a ser médico, le dijo con su cara bien erguida con orgullo.
¿Dónde vives? - preguntó Juan.
Muy lejos. - Responde ella. Quizás previniendo que nunca más se verían.
Tenía tantas ganas de verte. -Dijo Juan sonrojándose.
El terminal estaba lleno la gente iba y venía, los buses llegaban y partían
- ¡ En cinco minutos sale bus con destino a ....! -Suena por los altoparlantes del terminal.
- Juan inconscientemente mira su reloj, vuelve la mirada a María.
Siempre te he recordado, nunca he olvidado los momentos que vivimos juntos.
¡Te amo! ...Juan. - Le dice María.
El entre sollozos y escondido como adolescente le susurra al oído...
¡Te amo María! Jamás te he olvidado.
El bus comienza a prepararse para partir.
Se dan un beso, ella sube, desde la ventana le mira, él en su corazón un dolor, su garganta un nudo, no salían palabras. Lentamente se aleja ...
Ese verano fue muy caluroso, al igual como los que siguieron Juan José, siguió viviendo , los años pasaron lentamente, su piel fue envejeciendo sus cabellos cada día más blancos. Los días en el trabajo se fueron haciendo más cansadores. Juan muchas veces se quedaba mirando el vacío, en su pensamiento un recuerdo que congojaban su corazón.
Los fines de semana se juntaban en su casa con sus hijos y sus familias, su señora siempre preparaba algo rico para el domingo porque venían los niños con sus esposas y sus hijos, los nietos, muy regalones de Juan José. El antes que llegaran les escondía dulces y ellos tenían que buscar el tesoro. A la hora del almuerzo se quedaba largo rato en silencio mirando a sus hijos, tal vez pensando en aquel que soñaron con María y que nunca llegó. María se llamaría o Juan como su padre, pasaron largos ratos poniéndoles nombre sentados en el viejo sauce que le cobijo.
¡Papá!... almuerza?... ¿qué piensa tanto? - Le decía su niña, convertida ya en toda una madre. Y besándole su cabeza.
Se sienta en su sillón preferido, lee el diario ,duerme una siesta.
Qué nerviosismo el día en que la nieta mayor hizo su primera comunión, la abuela se levanto temprano para prepararle la ropa , dejarle comida al perro, la pieza hecha, la casa que antes les parecía tan pequeña ahora era tan grande , Juan...¡ apaga el gas, ¡recorre las ventanas! ¡la plancha! Le dice su esposa, ... ¡esta apagada mujer! ... no te pongas nerviosa, ella se amonona, limpia sus lentes , hecha su cartera al brazo se da un último vistazo en el espejo del pasillo y sale. Juan sentado en su auto la espera con la mirada perdida en cualquier recodo de su vida.
Con sus setenta y cinco años ,jubilado, sentado en un banco de la plaza del pueblo cercano donde vivía cuando era joven. Había sentido un deseo tan grandes de visitar el viejo sauce donde se encontraba con María, pero sus fuerzas no se lo permitieron. Veía pasar la gente afirmando su cabeza en el bastón que le regalaron sus nietos en su cumpleaños, las palomas revoloteaban junto a él.
Regresaba después de tantos año, no conocía a nadie, su mujer había partido tres años atrás ,se sentía solo, cada unos de sus hijos tenían sus hogares, sus amigos muchos habían muerto, recordaba a María, en cada mujer, en cada rostro creía verla ,un dolor en el pecho que hacía días le molestaba. La gente que pasaba le miraba indiferente
Un hombre delgado, con barba, pelo largo, de mirada tierna que solo infundía amor, lo queda mirando y se sienta junto a él.
Juan le mira y le sonríe. Una alegría comienza a invadirle, una sensación de desgano recorre su cuerpo la imagen de sus padres, de su mujer , de María pasan por su cabeza, el dolor en el pecho es más intenso, la persona con barba lo abraza y le dice:
¡No tengas miedo!,...Yo te llevaré a mi casa.
De su mano,... de su mano... colgaba un chocolate.
Me gusto el cuento, simple sencillo.