Cierto hombre devoto, convencido de que era un sincero Buscador de la Verdad, emprendió un largo curso de disciplina y estudió.
Tuvo numerosas experiencias, bajo diversos maestros, tanto en su vida interna como en su vida externa, durante un considerable período.
Un día estaba meditando cuando, de repente, vio al Diablo sentado a su lado: -¡Lárgate, demonio! -exclamó-, no tienes poder para dañarme, ya que sigo el sendero de los elegidos.
La aparición se desvaneció, pero un hombre realmente sabio que pasaba a su lado le dijo tristemente: -Ay, amigo mío, has injertado el esfuerzo sobre bases tan inseguras, como son tu temor, tu codicia y tu autoestima, que has llegado a la última experiencia posible.
-¿Y cómo es eso? -preguntó el buscador.
-Ese diablo es, en realidad, un ángel. Diablo es únicamente como tu le viste. En adelante será mejor que recuerdes a menudo este proverbio: "Valiente es el ladrón que lleva una lámpara en su mano".