¿Crees que soy tu “gata” o qué? Pensarás que estoy todo el día rascándome la panza y no tengo nada que hacer ¿verdad? pues no, fíjate que tengo mucho que hacer, aparte de llevar a los niños a la escuela, atender llamadas telefónicas de mi despacho, limpiar un poco la casa y hacer de comer; comparto mi felicidad con otra persona que sí la acepta.
Esa persona es amable, con un beso me da los buenos días que según te digo que tengo un simposium y me voy a sus brazos, me abre la puerta del coche antes de arrancar, cuando vamos a comer no me pregunta: “Pagas tú o pago yo” para que me comprometa a pagar, simplemente paga y listo; ésa personita agradece mi compañía tan valiosa y es una gente muy romántica por su forma de mirarme y de susurrarme al oído.
A diferencia tuya me trata como lo que soy: una mujer.
No sé como me empecé a enamorar; llegó y sólo me dijo hola con una gran sonrisa y me quedé prendida. No es de mi tipo no, cualquiera que me viera con esa pareja me diría: “Hay que vieja tan puta, así son las que según liberación femenina dejan a su esposo y se van con esas chingaderas.”
Esto no te lo digo para que me perdones solo para que te informes.
Es tan joven que todos dicen que soy su madre y al decirles nuestra situación me miran con cara de asco “Degenerada” han de pensar. El amor no tiene edad.
Ni límites.
Esa cara de repugnancia nunca me la habías demostrado nunca en la vida.
Le dices a nuestros hijos que me perdonen por no haberles dicho antes; pero no creo, porque antes no lo podía sentir como ahora.
¿Por qué me miras con esa cara? ¿No te habías dado cuenta? Pues que buena soy para hacer esto.
O.K. ya te entendí, sí, sí que porque no te lo dije, pero ¡¿Cuándo me has querido escuchar si no es hasta ahora que te apago tu laptop?! ¿Cómo me pides qué no grite? Si lo niños se despiertan es mejor que ahora se entere que cuando me vaya ya sea demasiado tarde.
Comprendo tu actitud y ya voy a acabar, esto es lo último.
Todo fue tu culpa, no me diste lo que necesitaba, esos pequeños detalles que hacen la vida más placentera y en cambió me la dieron y hasta de sobra.
¿Quieres saber cómo se llama? Se llama Fernanda y la quiero mucho. Me voy a casar con ella.
© Hugo Angel Cervantes Martínez