Aquel día soñé muchas cosas, pero, de todas ellas me quedaron vivas las imágenes de una pintura con un marco impresionante, con un fondo que reflejaba extrañas formas y luces; a mi juicio, retrataba la oscuridad mas profunda.
Después de realizar todas mis ocupaciones del día, me preparé para asistir a la exposición de arte en “La Galería”; lugar al cual yo, había sido especialmente invitado por el expositor, con el cual, nos unía, aparte de una gran admiración, una gran amistad.
Una vez llegado, debido a mi sensible personalidad, traté de pasar desapercibido. Nunca me gustaron las reuniones sociales. Mi verdadera intención era cumplir con las normas sociales de conducta, pues, ya conocía bastante bien las obras de Vitorio Debernardi, mi amigo.
Caminando por los salones, mirando las pinturas, hubo una que llamó mi atención. Me acerqué y, observé el increíble parecido al cuadro de mi sueño. Tenía la misma profunda oscuridad, y aquellas luminosidades que brillaban por sí mismas... Algo en mi cabeza me decía: "Cómpralo, cómpralo... “, "Bah, para qué..."; me respondía a mí mismo, y dándome la vuelta, proseguí a seguir observando las demás pinturas. De pronto, escuché un llamado, a manera de susurro:
- “Llévame, llévame...”
Volteé sorprendido al escuchar aquella voz, pero no vi a nadie excepto los cuadros, y una que otra persona que contemplaban los inertes cuadros colgados sobre las blancas paredes de los salones. "Quizás sea bueno comprarlo..."; me dije, nuevamente, a mí mismo.
Siempre he sido una persona supersticiosa, marcada por los detalles o las coincidencias, ya sean indeterminadas o simple inspiración del momento; por lo que aquella "llamada", la comencé a tomar como un aviso o alerta; el detalle que podría necesitar para llegar a realizar mis metas mas intimas, siendo una de ellas: la de llegar ser el mejor coleccionista de cuadros de toda la ciudad y, porque no, del país.
Un fuerte golpe a mis espaldas me despertó de mis racionales pensamientos.
- ¡Adriano! - Era Vitorio - Que bueno que hallas venido temprano, sígueme, que deseo que conozcas a unos amigos...
- No Vitorio. No. Tu sabes que detesto las reuniones, y si bien he venido, es porque somos amigos - le respondí.
- Sólo un momento, vamos viejo...
- Escúchame - le corté su insistencia -: me ha gustado aquel cuadro llamado "Viendo en la oscuridad". Lo quiero.
Mi amigo quedó boquiabierto; aunque no era la primera vez que le compraba un cuadro, me extrañó su sorpresa.
- Adriano... Somos amigos, no sé que decirte, pero ese cuadro es el único de toda la galería que no lo vendo, por la simple razón que no es mío - me dijo
Quedé anonadado por su respuesta, pues, de solo pensar que aquel cuadro no iba a estar en mi colección, hacía que me hierva la sangre.
- Ves a aquel señor que está pasando por aquella esquina... - me dijo Vitorio apuntado con su mirada a un hombre muy alto, delgado, blanco como el mármol y vestido con un traje blanco que, lo hacían verse mas como un alma en pena que como un ser humano.
- ¿Quién es? - le pregunté a Vitorio.
- En verdad no lo conozco personalmente, sé que cada tres años expone tan solo una pintura, y, como es hermano del dueño de esta galería, y, además, coincidentemente terminó y está exponiendo el mismo día que yo... Pero bueno, ven que vamos a conocerle...
Caminamos juntos hasta aquel extraño señor, y al darle la mano sentí que tocaba a un metal por lo helada y transparente de su mano. Siempre me gustó decir las cosas sin rodeos, le dije que deseaba adquirir su pintura; él me miró de una manera muy extraña como si buscara lo que había dentro de mí.
- Esta obra no tiene precio señor... Pero, sé que usted es un gran coleccionista; me pregunto: por qué una persona como usted desea una obra de una persona desconocida como yo - me dijo
- Me gusta, y la quiero. Creo que eso es suficiente para mí... - le respondí.
Se acercó hacia mí, y susurrándome me dijo:
- "Es suya".
- ¿Su precio, caballero? - pregunté.
- Llévelo, por favor, no me hablé de precio, pues, no lo sé... Aunque, tampoco es gratis... - respondió, con una sonrisa inquietante.
Después de arreglar los precios con el dueño de la galería, me llevé el especial cuadro a mi casa, colocándolo junto a varios cuadros muy queridos por mí.
A la mañana siguiente, salí muy temprano de casa. Mis obligaciones empresariales me impidieron llamar a mi amigo para agradecerle su intervención en la compra de la pintura que acababa de adquirir. Durante el día recibí una llamada misteriosa en donde me preguntaban si yo poseía un cuadro llamado “Viendo la oscuridad”; respondí que si y pregunté con quién estaba hablando, e inmediatamente me colgaron. Así pasé el día y a la hora de regresar a mi casa, llamé a Vitorio para invitarlo a cenar en mi casa. Tuve mala suerte pues no lo pude ubicar, por lo que regresé a mi casa: solo.
Apenas llegué, fui a contemplar el especial cuadro... Si, era muy hermoso, casi hasta podía ver el universo a través de él. De pronto, creí ver en la pintura que estaba aún con mas oscuridad, pues aquellas lucecillas que la iluminaban me parecía que se estaban apagando. Me fui a dormir, y tuve otro sueño bastante especial, y también con el famoso cuadro. No pude recordar ninguna escena pero, debió ser una pesadilla pues desperté totalmente empapado de sudor. Fui a ver el cuadro, pues tuve un presentimiento que ya no estaba, para mi ansiedad la vi aún allí. Salí hacia la terraza y observé que todavía no amanecía. Miré el cielo y estaba todo oscuro como una gran bóveda azul oscuro, sin, pensar mas fui nuevamente a mi cuarto a dormir un poco más.
A la mañana siguiente, antes de salir, fui a ver la pintura. Noté un sentimiento de dependencia de mi parte por ver el cuadro, como si fuera alguien que me llamara para verme... Estuve observándola por media hora, y sentí claramente que en ella, encontraba tranquilidad. Cuando ya estaba trabajando en mi oficina, aquel sentimiento por ver aquel cuadro se me hacia vital, por lo que decidí al día siguiente traerla a mi oficina. Sin embargo, no podía trabajar, pues me extasiaba contemplándola sin poder hacer nada más.
Ha pasado el tiempo y ahora mi necesidad ha crecido tanto que llevo la pintura a cualquier lugar adonde vaya. La gente me dice, inclusive Vitorio, que me he vuelto loco, por culpa del cuadro, pero, eso no es verdad, aunque últimamente sólo deseo conversar íntimamente con él.
La he escuchado y la entiendo, ella es el producto de mucha entrega, es como si fuera un espejo en donde trata de mostrar aquello que su creador le dio. Yo la comprendo, y hago todo lo que me pide. Le he comprado un mejor marco, no la expongo al Sol, y duerme colgado en la pared de mi cuarto. Me dice que no desea que yo vea el cielo, que con élla es suficiente, le he hecho caso...
Hoy estoy solo en mi casa. He vendido todos mis cuadros, y sólo estoy con ella... Me dice que pronto me contara un secreto. Yo le creo, es hermosa, muy hermosa...
¡OH! Escucho al cuadro que le gustaría que yo fuera parte de él; quisiera obedecerle, pero no sé cómo... ¡OH! Qué hermosa oscuridad. Veo que cada punto brillante está creciendo... Veo a un ser luminoso que está saliendo de aquella profundidad, creo reconocerle. Sí. Es el creador... El creador del cuadro, el hombre calvo y blanco que sale y se para a mi lado, y, crece y crece hasta volverse un gigante... ¡OH! Siento que me derrito, que me vuelvo como un chocolate consciente, como si fuera un poco de crema... ¡OH¡ Me he vuelto en un punto... ¡Soy un color! Me está colocando como pintura adentro de ella... ¡Es hermoso! Estamos juntos, somos uno...

Joe 5/11/03