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EL CONCURSO

Era un atardecer de otoño, ciertamente frío, oscuro y melancólico,en el que el viento glacial hacía susurrar las hojas de los árboles mientras que los animales del bosque, unos iban a refugiarse en sus escondrijos y madrigueras para pasar la noche y otros se deslizaban sigilosamente o se ocultaban prestos a salir de caza.
Pero a la gente no le importaba éso; había una marea multitudinaria de personas de todas las capas sociales ( ésto se adivinaba en sus ropas; los ricos vestían capas de colores vivos encima de sus jubones a la vez que los pobres se cubrían de harapos y de cualquier cosa que podían hacerse o robar ).
Y todos se encaminaban a la gran Catedral de Santa Inés de Vallon, situada en la parte noroeste del castillo de Blomby.
¿ Y porqué éso ?

En ese mismo instante, en las almenaras y torreones de dicho castillo se iluminaron miles de antorchas y teas en las que se oía crepitar el fuego y donde los numerosos soldados del rey tocaban las trompetas y hacían resonar los tambores anunciando el gran evento que se iba a celebrar a medianoche en el interior de la catedral.
Un caballero engalanado con sus mejores atuendos ( vestía ropilla gris plateada debajo de la cota de malla, calzones rojos hasta las pantorrillas, botas altas de cuero en las que repiqueteaba al andar su espada afilada de empuñadura de plata ceñida en su cinto, y tocado con una capa escarlata donde estaba dibujado el blasón de su escudo de armas ) fue interpelado por un mendigo lleno de harapos deshilachados que caminaba a su vera, dirigiéndose ambos al portón de entrada, luego de haber cruzado el foso.
- ¡ Rediez, Señor ! ; ésto es algo inusual. Mira cuanta gente esta llegando de todos los pueblos y ciudades de alrededor. ¡ Vaya concurso nos espera !.
- ¡ Voto a sanes, rufián, que tenéis razón ! y lo presidirá nuestro Señor el Rey y su encantadora y diplomática mujer, nuestra Reina, a los que defendemos con la fuerza de nuestras armas y el tesón de nuestros corazones !.
- Así es, caballero, veamos que sorpresas nos deparará la noche !.

Al sonar en el reloj del campanario las doce, que indicaban el nacimiento de un nuevo día, la catedral se encontraba atestada de gentilhombres, cortesanos, caballeros, damas de la corte, y la plebe del pueblo en todas sus facetas y gamas sociales.
Calculabanse más de cinco mil personas, todas esperando ansiosas las palabras del Rey.
Éste, vestido con su ropaje más ostentoso de seda, pedrería de alhajas y diamantes, con su corona resplandeciente ceñida a la cabeza, se dirigió con voz grave y potente a sus súbditos :
- Queridos habitantes de Blomby y de los pueblos y ciudades que me debéis pleitesía, os doy la bienvenida y os convoco al concurso anual que celebramos para debatir y premiar el invento o elemento más útil de mi reino, así que doy paso al bufón de la corte, Rusendun, para que os presente uno a uno a los participantes, que se sentaran en los cuatro tronos dispuestos a mi derecha y hablaran al pueblo en su favor.
¡ Que empiece ya !, bufón, da paso a cada uno de ellos !.
El bufón, un personaje risueño, de edad indefinida y variopinto en su vestir, empezó a presentarlas :
- Damas y caballeros, en primer lugar, aquí tenemos a la Rueda !.
Miles de ojos vieron en su trono a una inmensa rueda de madera de cedro, con sus palotes pulidos en forma de radios que se extendían dentro de su circunferencia.
A continuación, el bufón mostró al público a su nuevo concursante, unas preciosas chinelas de terciopelo, hechas por el más famoso artesano de la ciudad.
Hubo exclamaciones y vítores por su belleza y preciosidad de formas.
Al acallarse éstas, dio paso al siguiente personaje, el Fuego, que hizo su aparición en el trono con unas llamaradas escalofriantes de tonos azul naranja despidiendo calor y luz a mansalva, siendo soberanamente aplaudido por todo el público citado allí, aunque también cabría decir que con ciertas dosis de temor y respeto.
Y por último se dio paso, con cierta sorna, risas y chabacanería del pueblo a una minúscula piedrecita negra, pequeñita como el dedal de cualquier costurera del reino.

A Rusendun, el encargado de la ceremonia por orden del rey, le costó acallar las chanzas de los presentes sobre ésta última pero una vez conseguido dio paso y voz a cada uno de los valientes concursantes.
La Rueda, alzándose en toda su magnitud y aumentando la voz estentóreamente, dirigiéndose a la multitud, habló :
-Damas y caballeros, viendo lo que ven mis ojos acá, y a mis rivales de concurso, aquí no hay color.
¿ Quien es más útil que yo?, pues nadie.Si no fuera por mí, ustedes no podrían desplazar las cosas de aquí a allá, de los pueblos a las ciudades,y quizá también más allá de cualquier frontera conocida o por conocer.¿ Cómo transportarían sus armas, sus alimentos o enseres sino en carros provistos de nosotras, las Ruedas ? ; a falta de este elemento, la vida sería mucho más dura para todos ustedes. Aparte, los molinos de viento funcionan a base de grandes ruedas que mediante cuerdas y poleas pueden acabar proporcionando agua para regar los campos de maíz o de cualquier otro tipo de semilla.¡ Piénsenlo bien ustedes y verán que tengo razón !.

El público, después de la perorata de la Rueda, asentía vigorosamente con sus cabezas aunque prontamente se dio paso a las Chinelas.
Ésta dijo :
- Señores y señoras, ya me ven, aquí estoy !. Estoy hecha de terciopelo, pero sabrán ustedes que hay todo tipo de calzado, como los escarpines, las botas, las pantuflas y a más de cualquier material hechas, de seda, piel, cuero y todas en función de que al caminar os den cobijo a vuestros pies y así poder resguardarlos del calor o frío según la temporada del año pero ( y aquí, cambiando la entonación de su voz, aseverándola, exclamó :), también podemos hacer que recorran a diario tantas millas o leguas como quieran ustedes por un precio muy bajo en monedas por nuestra compra o cuidado al año, y es más, a nosotras nos puede tener todo el mundo, ya que somos fáciles de hacer, y no pagar un precio tan costoso como el anterior personajillo que ha hablado, que para su uso haya que comprar un carro.y un burro !.

A ésta explicación resonaron estruendosas carcajadas por parte del auditorio.Parecía a efectos que las chinelas le habían ganado un puntal a la Rueda.

Sin dar tiempo siquiera a respirar, emergió el Fuego de su trono, y con voz profunda y mirada llameante, se encaró al público:
-Ja, ja, ja, ilusos, qué seríais sin mí ! Moriríais sin mi presencia tarde o temprano.
Yo os doy calor en vuestros hogares por la noche, cobijo cuando acampáis en los montes o bosques en las horas nocturnas; para cocinar o poder alimentaros soy vuestra arma más útil ; para eriales donde no crezca ninguna semilla, prendedme ahí y en pocas estaciones esos campos os proporcionaran nuevos sembrados y cultivos.
Os he de advertir que en la noche en dos sitios muy lejanos entre sí yo puedo ser señal de aviso o de posición, y en fin, para regocijo de ustedes, cuando quieran fumar en pipa, si no la encienden. ( y dejó en suspenso en el aire el final de la frase ).

Aquí hubo una atronadora ovación de todos los allí presentes, así que el Fuego le había dado una vuelta de tuerca al concurso y se posicionaba claramente en primer lugar.

El bufón, con un ademán enérgico y rimbombante, hizo acallar lentamente al auditorio diseminado por aquí y acullá, y con una sonrisa ciertamente irónica dio paso a la piedrecita.

Ésta, diminuta en su pequeñez y forma, exclamó :
- Querido público, déjenme opinar antes de dar su veredicto. Aquí me ven, pequeñita y ridícula, pero he de decir en mi favor que puedo adoptar cualquier tipo de forma y tamaño, y que gracias a todo ésto y a la sabiduría del ser humano me han podido usar para construir casas y castillos, chozas y cabañas donde ustedes viven, se refugian del rigor del invierno o agradecen la sombra del techo que les proporciono en las horas calurosas del verano. Asimismo, la fuerza que poseo hace que me usen para desviar o reconducir ríos y riachuelos en la dirección que ustedes quieran gracias a la construcción de presas, e imitando al señor Fuego, diré que más de una persona me guarda en casa como objeto decorativo o para honrar a la madre Tierra,¿ es o no es así ?.

La conmoción de esta respuesta en la gente fue demoledora, los gentilhombres se atusaban sus bigotes, las damas se sonrojaban, los caballeros frotaban nerviosos las empuñaduras de sus espadas mientras que los bribonzuelos y harapientos lanzaban grandes carcajadas y asentían frenéticamente.

El Rey, silenciando a toda la corte en pleno, dijo :
- Creo, a fe mía, que los dos más concienzudos han sido el temible Fuego y la diminuta Piedrecita, así que a continuación va a haber un desempate entre ellos. Rusendum, que salgan a declamar otra vez y daremos un justo vencedor. Dales paso !.

El terrible Fuego, con unas llamaradas de tres metros que producían pavor entre el auditorio, se levantó y exclamó :
- Aparte de todo lo dicho, soy un arma de guerra mortal. Gracias a mí se han ganado terribles batallas y derrotado a grandes ejércitos.
Es más, desde que apareció el hombre en el mundo, he estado al lado de ellos, dándoles calor, luz y protección.
Y evidentemente, ( dirigiendo una mirada incandescente y abrasadora hacia el Rey ), si no gano, mi venganza será terrible y mortal.

Los acongojados corazones de todos los presentes, debido a esta malévola amenaza, se enfriaron unos cuantos grados de temperatura.

Ya la gente empezaba a levantarse y dirigirse a sus casas dando por vencedor al Fuego, cuando la Piedrecita se levantó, y con voz humilde y sensata, dijo:

- Querido pueblo, tres frases más diré, viendo que ya se van. Primero, antes que el fuego ya existía yo; segundo, el Fuego nada puede contra la Piedra, ya que no puede quemarme ni destruirme.Y por último, el fuego existe en la antigüedad gracias a que se frotaron dos simples piedrecitas pequeñas como la que ven ustedes. ¡ Gracias por escucharme !.

El alboroto fue unánime en el recinto ; voces altisonantes, gritos, discursiones, aplausos, una algarabía in crescendo que parecía que iban a hacer estallar los cristales y rosetones multicolores de la catedral medieval.

Los soldados hicieron sonar sus tambores y trompetas , y al final se consiguió restablecer en cierta manera la calma y la tranquilidad.

Levantóse el Rey, y mirando fijamente al Fuego y de refilón a la Piedrecita, dijo:
- Amado pueblo mío, viendo y oyendo las exhortaciones de nuestros dos concursantes, y después de pensármelo mucho ( ¿sería verdad ésto último ? ) declaro vencedor de hecho y derecho al señor Fuego, así que un hurra para Él y a partir de hoy, a un lado de mí se sentará la Reina y al otro el Fuego !.

Pero algo ocurría. Algo que no era nada frecuente en ésos tiempos. El Rey se giró y paseó su mirada por las caras de todos sus súbditos, reflejándose la sorpresa y el estupor en la mayoría de rostros.

Un año después de este suceso, un caballero entregaba su corcel al palafrenero de la fonda, indicándole que le diera buen pienso y agua en las cuadras.
Al salir al camino y encaminarse a la posada, se topó con un mendigo, el cual, mirándole y reconociéndolo al cabo de unos instantes, se dirigió a él :
- ¡ Ah caballero, cuánto tiempo hace de esa noche del concurso en la cual nos hablamos !.
- ¡ Oh, el bribonzuelo ése !.
- Sí, Señor, ya ve lo que ocurrió, hubo guerra y el rey fue destronado !.
El caballero le miró, sonriéndole, y agachandose cogió un pedrusco del suelo y mirándolo consternado, exclamó :
- ¡ Voto a sanes, con la piedra !.
Y las carcajadas de ambos aun resuenan en el aire.


F I N
Datos del Cuento
  • Autor: Widimerc
  • Código: 23879
  • Fecha: 04-04-2011
  • Categoría: Educativos
  • Media: 7.3
  • Votos: 23
  • Envios: 0
  • Lecturas: 6198
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