Era una niña bonita, encarcelada y atrapada en su propia textura y que sólo percibía la desdicha de los suyos. Los fieros lamentos, los prestos tiempos de la difusión.
Caminó hacia la Iglesia. El no estaba. Arrojó los chocolates que le había traído. Levantó los bolsos con sus libros y partió rauda en su jumper hacia la casa.
El la espiaba a varias cuadras, la dejaba irse sin detenerla. No repitió lo de aquel verano que la había transportado tanto, no. Esta vez no.
Caminó muchas cuadras por el barrio. Su cuerpo estaba cansado. El vientre le golpeaba tras la piel y el ombligo.
Feo día de invierno, día de junio gris. Lluvioso, húmedo
Ahora huía finalmente. No podrían encontrarla. Ya jamás la buscarían entre ningún sitio ni siquiera en la penumbra nocturna que la cobijaba. Ella yacía adormecida de dolores. Los párpados querían cerrarse y a pesar de ser la temprana tarde los gallos del vecino emitían sus sonidos enloquecidos.
Unos que otros pajaritos gorjeaban encima de los cables.
Los ventanales de su día se habían repletado de la llovizna al norte, al este y al oeste. El silencio volvía hacia ella y la descompostura envolvía su ser...Creía morir. En verdad quería morir...Está lejos! Sí, se ha alejado mucho.
Un humilde adiós escuchó entre las cosas. Era un adiós que dejaba cierta lejanía. De sólo espiarlo era un simple objeto ya...una cosa...un fantasma...
Aún la tarde no se quitaba el velo.Y ella reconocía el engaño en todo.Bien sabía que nada ni nadie eran de ella.¡Qué poco poseía!Sólo un cúmulo torrente que se hurtaba sus lágrimas y ahuecaba su dolido pecho.
No, Santiago no volvería. Sola esta vez quedaría...
Encarnada en esa tarde. Era la húmeda, triste y grisácea tarde de Junio.¿Cómo pudo fallarse a sí misma?¿Cómo al mirar esa ventana se le turbaban las ideas y todo lo claro que pudiera ella tener?
Otra vez la angustia. Pisó esa tierra y los ojos se le desnudaron otra vez...Lágrimas que se deslizaban con brío en los cristales de aquel sitio.
Ella se creía la dama. La dulce dama en la cúpula de la gótica iglesia. Esa iglesia donde lo esperaba. Y no era nada. No era esa la verdad. La realidad la veía hecha un nudo. Un nudo en el asiento de un coche viejo. Un nudo en la garganta. Un nudo en su estómago...¡Si hasta los reos sentían más libertad que la de ella!
El destino siempre se ensañaba con su suerte.
Los gansos siempre vuelan juntos en forma de V-le decía El-.Míralos en el cielo. Ve el milagro de las hojas moverse. Encuéntrame contigo, no estás sola. Nunca estarás sola.
Los milagros existían en cada instante y lloraba agradecida por ello. Necesitaba enjoyarse el espíritu y el alma de las bellezas que vestían cada día.
Esas, sus ilusiones de una naturaleza que la abrazaba y la mecía.
Ahogada de dolor sintió el infierno entrando en su piel. Una festiva llovizna mojaba las callecitas y veredas, y la brizna apenas torcía sus formas en el jardín.
-¡Aguanta, barquezuela errante! No te duelas , por favor!
Las ideas disparaban atolondradas. Algo pujante surgía. Era ella, la poeta oculta. El fantasma que luego de tanto tiempo emergía. Renacía en esta niña, un corazón loco y atrapado. Ella , una mujercita vibrante mezcla de bálsamo simple y de cruel hermosura.
Aquel atardecer se preguntaba sobre los robles, los duros y resistentes robles que toleran sus dolidos hachazos con calma.
¿Qué engañoso mar desteñía las hojas que se le escapaban del corazón? Sus hojas de poesías...
¿Cuánta luz fue capaz de irradiar anoche, o la otra noche, o la noche anterior a la de anoche?
Y era un néctar de metáforas la saliva de su lengua. Y arboleda acogedora el oscurecer de siesta.
No hay montañas aquí, todo es llano. Sólo ella parece una cima que va cayéndose en un río imaginario fatigada, desconsolada y con mucha sed de dar... Pero... dejándose morir cobardemente...
® NORA M.PERALTA.Fecha de creación 27/06/03 16:24 P.M.