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EL GALIPOTE

Berenice acudió puntual a la cita con Marcelo Terrero, su amigo de infancia, su antiguo protector cuando era solo una estudiante universitaria y confidente en muchas jornadas difíciles de sus vidas. Lo que encontró en aquel recinto sombrío fue un menesteroso que se asustaba de su propia sombra, con una mirada espantada y una compulsión irresistible que le hacia girar el rostro para todos lados, como buscando un agresor desconocido por todos, menos por el.

-En que puedo servirte, mi querido Marcelo?- preguntó Berenice un poco angustiada.

--Sólo quiero que sepa que no soy un criminal, Berenice, ha sido el Galipote.

-Y se podría saber quien es el Galipote, Marcelo?

-EL GALIPOTE, mi querida Berenice es el único culpable de las muertes de esa gente por las cuales me enviaron aquí, dijo, poniéndose en guardia como el soldado que ha sido victima de una emboscada y prosiguió: es el leviatán que ha desviado mis sentidos y ha torcido mi conducta, convirtiéndome en la insignificancia humana del cual todos huyen espantados, excepto tú.

Berenice, apenada, guardo silencio.

Los problemas empezaron, cuando los Bancos quebraron y llegó un momento en que mis deudas se acumularon de tal manera que la única solución era vender la villa de la playa, y no bien tomé la decisión, cuando se apareció por primera vez El Galipote.

Me encontraba convenciendo a mi hija Najassia, que los problemas económicos que nos aquejaban se solucionarían en unos cuantos días cuando escuche que una voz extraña que conversaba con mi hija Sherylinn en la puerta principal de la casa.

-Aquí es que vive el Sr. Marcelo Terrero?-
-Si Señor
-Pues dígale que El Galipote desea conversar con él. Se oyó una voz dura, repelente, cavernosa.

Fue la primera vez que lo ví y aparte de esa voz repulsiva, lo que más me llamó la atención de ese hombre negro de aspecto simiesco eran esos ojos que le llenaban toda la cara, y cuyas pupilas hacían un giro de 360 grados, sin pestañear. Nunca, en toda nuestra conversación de unos diez minutos, parpadeó.

---Señor Terrero, fui comisionado por el Banco para Todos para ofrecerle el plazo fatal de 24 horas para que salde las cuotas vencidas de su préstamo, y si no obtempera….

No le dejé terminar, ya que hablaba con una modulación aguda en la intención manifiesta de escandalizar para reducir mi integridad.
-Sr. Gali…?

-GALIPOTE, Sr. Terrero, me corrigió.

-Antes que termine el plazo fijado, habré condonado mis deudas, le indiqué montándome el vehiculo para llevar las muchachas al Colegio

En la ruta al colegio evaluaba las características sobrehumanas de este cobrador tan extravagante, especialmente el color negro de su piel que mas que negro parecía un azul oscuro, su cabeza angulada que descansaba sobre los hombros como si no tuviera cuello, asimismo sus brazos tan extremadamente largos que le cruzaban las rodillas de aquellas piernas arqueadas, abiertas como un chimpancé de Australia y esos ojos bizcos tan enormes que pareciera como si se hubiesen tragado las cejas y la nariz. Y esa voz? Era una voz, o era el rugido de una alimaña maligna que hubiera aprendido el español?

Al llegar al Colegio alcance a ver su motocicleta Yamaha verdinegra, y allí estaba él, recostado en el enrejado de la puerta principal,

-Sr. Terrero, usted no me dejó terminar.

-Pues termine usted, Sr. Galipote.

-Pues vea usted, Sr. Terrero, fui comisionado por la Casa..
Le corté tajantemente:

-Sr. GALIPOTE, conozco todas mis deudas, en tal sentido, puede asegurarle a sus empleadores que en el plazo fijado cumpliré con mis obligaciones, dándole la espalda de nuevo.

Le expuse al Gerente del Banco la necesidad de vender la casa veraniega e inmediato lo aprobó, firmé los protocolos y me pidió tres días para cerrar la operación, Pero allí, en el estacionamiento del Banco estaba el:

-Sr. Terrero, acaso usted cree que soy un imbécil, o piensa que se va a burlar de mi?- Me reclamó de manera airada y continuó:

Tendrá usted que pagar hoy mismo o…
La voz y los gestos de esta bestia me exacerbaban, no había manera de que pudiera terminar de escuchar su amenazante sermón. Esta vez corrí al vehículo y pisé el acelerador como lo hubiera hecho Fangio o Ayrton Senna, lo que fue inútil, porque cuando miré por el espejo retrovisor venia casi alcanzándome. Me aterroricé, me introduje en vía contraria, me subía en las aceras, doblaba por callejuelas y me metía en callejones sin salida, conducía de reversa, hasta que al final me desembaracé de él. Lo perdí, y para bajar la adrenalina, estacioné el carro en la primera bodega que encontré para beberme una cerveza fría que tanto necesitaba:

-Una cerveza Miller por favor, bien fría.

-Todas están bien frías, señor Terrero-

No podía creerlo, pero el dependiente de la bodega era él, El Galipote. Salí huyendo, esta vez no me detuve en ningún semáforo en rojo, ni acataba las señales de los Agentes de Tránsito. Iba sin rumbo y mirando cada 10 segundos el espejo retrovisor. Cuando me aseguré que no me seguía, estacioné cerca de un parquecito suburbano, dejé el vehículo y caminé hasta encontrar una butaca donde recosté mi total agotamiento, para tan sólo escuchar detrás de mi aquella voz lúgubre:

-Sr. Terrero, me encomendaron el cobro….
Dejé el vehiculo estacionado y corrí tanto que pensé que los pulmones me saldrían por las orejas, llegué a casa con las piernas hinchadas y adoloridas observando antes de entrar a una persona de espalda, hablando con Najassia, a quien no había visto nunca. No era posible que fuera él? No, Pensé. Giró lentamente el rostro como si hubiera percibido que yo le estaba vigilando, y la mirada de aquellos ojos enormes que miraban a todas y a ninguna parte, se introdujo con tal impulso en mi conciencia que perdí la circunspección.

A pesar de los ruegos de mi hija le obligué a marcharse pistola en mano, amenazándole que si volvía a mi hogar le mataría como a un perro, y me juré no volver a salir de casa hasta no recibir el aviso del Banco Nacional. No le daría oportunidad a esta sabandija de que me acosara. Y esta decisión la tomé, a pesar de que le había prometido a mi hija mayor Sherylinn, visitar la familia de su prometido, a quien no había tenido el gusto de conocer.

Pase los tres días más azarosos de mi vida. Como buen padre que había sido siempre, no podía transmitir mis temores a mis hijos, preferí que me creyeran loco antes que exponerles porque destroce las teles. No me era dable explicarles porque tirotee todos los clóset y armarios del hogar, tampoco podía decirles que fui yo quien enveneno el doberman que crié desde que era un cachorrito, y que extrañamente se había convertido en un espía de El Galipote.
Tampoco podía evitarles a mi familia las burlas de los vecinos por haberle disparado a un avión desde la ventana de mi habitación que iba a tan gran altura, que según Elisa, mi esposa, solo podía apreciarse el bombillito rojo intermitente, y no podía explicárselo, porque ni siquiera yo entiendo que se proponía EL Galipote observándome desde esa altura con esos binoculares gigantescos, por eso, por mi familia, tomé la decisión terrible de matar al Galipote.
Esperé la puesta del sol, acomodé el silenciador de mi pistola conduje hasta el parquecito de donde había huido despavorido. Estacioné el vehículo en el mismo sitio, me recosté en la misma butaca y esperé.

Efectivamente, a los diez minutos, llegó en su motocicleta verdinegra la que no aguardé que estacionara. Le descerrajé un disparo en el corazón que se elevó por encima de dos asientos cayendo estrepitosamente, y allí le descargué los restantes 15 proyectiles de mi automática. Le quité lo azul de la piel, lo dejé blanquito como un papel de cigarrillos. Y respiré, dormí en un hotel para no sobresaltar a mi familia que ya me creían un perturbado.

Temprano al día siguiente me dirigí al Banco donde recogí el dinero sobrante de la operación de venta, luego conduje a la tienda donde compré todo lo que había destrozado en el hogar, más el regalo que Sherylinn llevaría a la madre de su prometido. Estaba tan alegre que no le presté mucha atención a que el Gerente del Banco me indicó que ninguno de mis acreedores conocía al Galipote, así como que en ningún momento me habían enviado mensajero alguno.

Le conté todo a mi familia, volví a reencontrarme con mis hijos y ellos conmigo, especialmente con Najassia, quien me acusaba de haber maltratado a su compañero de estudios. Esa misma noche hicimos una pequeña fiestecita, luego partimos con Sherylinn, muy contenta por su regalo, el hogar de su prometido, donde conocimos una familia fabulosa, encantadora, que nos ofreció una velada inolvidable, maravillosa, hasta que llegó el novio:

-Buenas noches, Sr. Terrero.

--yo … Yo…. Berenice no tuve otra opción que volverlo a matar. Pero esta vez me aseguré que no reviviera. Lo hice un picadillo, Así es Berenice, lo asesiné de nuevo, pero a excepción de Najassia nadie me creyó.
En ese momento las lágrimas arrimaron a los ojos de Marcelo, las palabras se empelotaron en su lengua, y de repente se quedó mirando fijamente a Berenice con una mirada desencajada pero feroz. Berenice, asustada, no tenia la menor duda que Marcelo, en su enajenación la estaba confundiendo a ella también con El Galipote, por lo que elevó el cuello lo más que pudo, cerró las piernas hasta hacerse daño y endulzó sus palabras:

-Te comprendo Marcelo, puedes contar conmigo.

!!!PERO CONMIGO NO!!! - Se oyó un murmullo que aparentemente traía el viento como si fuera el eco de la maldad, y que en la medida en que se acercaba, elevaba su frecuencia convirtiéndose en un bramido espeluznante proveniente, sin dudas, de las concavidades insondables del infierno.


JOAN CASTILLO
08-06-2004.
Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
  • Media: 5.99
  • Votos: 69
  • Envios: 0
  • Lecturas: 7519
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