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Categoría: Cómicos

EL GRAN RAMA

La acción se desarrolla en un lejano reino. (Lejano de Nueva Zelanda. Estas cosas siempre me ha gustado precisarlas.)

Ese reino tiempos atrás, había sido bastante pobre. Pero poco a poco sus productos se fueron apreciando y comenzó a prosperar.
Lo que pasa es que la población no evolucionó al ritmo de los ingresos y se quedó con un nivel mental que justito les llegaba para ir del trabajo a casa y de casa al trabajo.
No obstante, como es lógico, algunos individuos aislados, llegaron por naturaleza o por lo que fuere, al coeficiente intelectual de una corneja rabilarga. (Eran los despavilados.)

Un dia se juntaron una cuadrilla de ellos y después de deliberarlo con detenimiento en la barra de un bar, decidieron que debían buscar respuesta a sus interrogantes. Irían a la montaña sacrosanta y verían allí al Gran Rama, maestro entre los sabios, para planteárselas.
El Gran Rama había cursado estudios de jovencito con El Profeta de Kalil Gibrán, con Gandi y con Manolete. Tenía un máster de antropología, una licenciatura en filosofía y un cursillo de primeros auxilios.

Este grupo de inquietos, aprovechó un fin de semana y partió con las mochilas al hombro en excursión hacia tan magnético enclave.
Mientras hacían camino, iban calentando debates. Uno decía que no podía entender las diferencias que aun continuaban habiendo en el reparto social. Otro se quejaba de los privilegios de ciertos tipos de personas. Uno más, apuntaba que si la guerra de clases, decían que ya era cosa del pasado, cómo es que no era lo mismo un Papa que un sacristán. Otro, que si el dinero, el poder, la avaricia, que si patatín que si patatán...
Total, todo el dia andando y chismorreando.
Pensaban hacer noche en el bosquecito que cubría la falda del santo monte, pero no fue necesario, porque ella misma se hizo sola.
Acamparon, durmieron, descansaron, desacamparon y se levantaron al alba dispuestos a alcanzar la cima.
Por supuesto, después de subir, llegaron.
Aquella montaña dominaba unas vistas magníficas. En los dias más claros se podía ver incluso el horizonte.
La cumbre no era rocosa. Un plano pequeño la culminaba como si se tratase acaso de un pretérito volcán. Un volcán chiquito, como de freir salchichas. Y desde la senda, al llegar, se podía ver esa mínima meseta con un gran cedro a la izquierda, un cedro de baja autoestima, pero de tamaño notable. Y en su parte media, como a dos metros, una rama tan gruesa casi como el mismo tronco.
Y en ella, el sabio sentado. El sabio se llamaba Rodrigo Carranza, pero su apodo le venía del lugar que escogió como residencia.

Saludaron al Gran Rama y éste les devolvió la cortesía. (Que es más educado que devolver el desayuno, por ejemplo.)
-¿Qué se os ofrece, habitantes del reino.? ¿Qué incógnitas os trajeron hasta mí?.
-Verá, eminencia, -dijo el portavoz- no acabamos de entender nuestro reino. Desde que nos van mejor las cosas, vemos en él a gentes venidas de fuera y a gentes del propio reino, que llenan sus arcas de un modo, no ya generoso, sino insultante y ofensivo por exceso.
-Concrétame un poco más, tio.- dijo el Rama.
-Si, señoría, me refiero a artistas, deportistas,banqueros, constructores, presentadores de la tele, etc.
-O.K. chavales. A vosotros os ofende que un tipo, sólo por tener el talento de lanzar bien los córners, o regatear a tres defensas, o marcar goles de tacón, se lleve en un año el sueldo de cien de vosotros en toda la vida.
A vosotros os duele que un individuo o individua, porque tiene el talento de hacerte conmover en una escena trágica, o porque puede aprenderse de memoria un texto de cincuenta folios, se pille por cada película una pasta que os bastaría a cualquiera de los que estais aquí, para vivir tres o cuatro veces.
A vosotros os escarnia que alguien por el mero talento de no desafinar, de moverse con gracia y tener un cuerpo apetitoso, se gane en una gira más billetes de los que se podría gastar aunque se quedara a vivir en un casino.
¿Es eso, no?.
-Pues sí, maestro. Joder, qué tino tiene su excelencia. Cómo se nota que tiene estudios.
-Todo ello, también a mi juicio resulta desproporcionado, indecente y execrable. Pero, chatos, debo deciros que no es más que una sábana que cubre unos delirios más hilarantes todavía.
En vuestro reino hay personajes que ni tienen el ínfimo talento de darle a un balón, ni el de hacer llorar recitando a Lorca, ni el de cantar el más sencillo de los villancicos, y en cambio, pueden vivir subvencionados por los siglos de los siglos.
Empezando ya desde la cúspide de la pirámide, en vuestro reino vive alguien que lo tiene todo, sea lo que sea, todo, sin otro talento que el de haber nacido: Su Majestad el Rey.

Se hizo un tenso silencio.

Entonces los habitantes del reino, se reunieron en corrillo y opinaron privadamente sobre lo escuchado. Al momento, parecieron de acuerdo en algo, levantaron con unanimidad las manos, como refrendando una votación, y se liaron a pedradas con el Gran Rama hasta que les cogieron agujetas en los brazos. Fin.

(Como decía Calderón de la Vega: Los cuentos, cuentos son. El que vea en éste alguna intención de emparentarlo con la realidad, es que está más loco que el Gran Rama. Ah, y mejor que se calle. No vaya a ser que su propios paisanos lo corran a cantazos.)
Datos del Cuento
  • Autor: luis jesus
  • Código: 5431
  • Fecha: 24-11-2003
  • Categoría: Cómicos
  • Media: 4.7
  • Votos: 43
  • Envios: 1
  • Lecturas: 5420
  • Valoración:
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
LUCY-A
invitado-LUCY-A 26-01-2004 00:00:00

bonito cuento, y bonita su imaginación... ////////////FELICIDADES/////////////// LUCY-A

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