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EL IMPERIO DEL AMOR.

¿Jura usted decir la verdad y nada más que la verdad?
Kurch no contestó.
--Queda formalmente acusado de violar el Artículo primero de la Organización, advirtiéndole que de resultar culpable será condenado a muerte en el Prodio. Tendrá el privilegio de ser juzgado por el propio Reformador, el Honorable Iván Ivanov Sakaleyev.

Al oír la ultima palabra abrió desmesuradamente sus ojos terribles miró a los presentes uno a uno sin ninguna expresión en su ajado rostro luego dejó caer la cabeza chocando su barbilla contra el pecho. Sus largos cabellos obstaculizaban a los presentes de aquella oscura sala para observar como las venas de la frente de aquel hombre poderoso, ahora en el fracaso, se tensaron tanto que parecían a punto de explotar. De todas maneras los guardias estaban asidos a sus armas, porque a este hombre aún en la derrota se le temía.

La entrada de Iván auguraba una muerte dolorosa. Parecía un retrato surrealista, aquel hombre alto, como una torre, desgarbado, con su traje de un blanco níveo, zapatos sombreros y lentes blancos, frente a aquel otro hombre fuerte, sin camisa, con la barbilla enterrada en el pecho como una avestruz durmiendo.

-¿Admite los hechos que se formulan en tu contra Kerch?, preguntó el hombre que parecía un poste de luz con ropa.

Kerch no se conmovió, no movió ni un vello de su enorme cuerpo. Era la rabia vestida de recelo. Se mantuvo imperturbable como una estatua de granito, entonces Iván levantó su larga mano derecha y dio una orden.

Anhela, la chica morena de los ojos marrones, el motivo del enfrentamiento de estos dos colosos, fue colocada con sus grilletes y cadenas frente a Kurch que hizo caso omiso a sus lloriqueos y solicitud de piedad. Iván la agarró por sus largos cabellos y con toda la fuerza del triunfador abanicó la mano derecha rasgando limpiamente el aire hasta caer en el rostro de anhela, con tanta potencia que antes de caer a unos 2 metros de aquel poste de luz golpeante la sangre brotaba de su boca y nariz.

---¡Maldita perra intrusa, maldita puta!, gritó Iván fijando su mirada profunda en Kurch.

--Kurch, -¿Amas a Anhela? preguntó Iván inútilmente ya que Kurch no movió ni un músculo de su cuerpo.

¡Llévenla al Prodio! ordenó.

Kurch sabía lo que esto significaba, en sus 15 años de Segundo en la Organización había firmado cientos de sentencias en contra de los violadores del Código de la organización como es su caso ahora, traidor, gamberros, enemigos y matones enviándolos al Prodio. La muerte allí, era como todas las muertes, a excepción de que era preferible no haber nacido nunca.

Lentamente, las venas de sus piernas y brazos parecían reducir la presión intensa a que estaban sometidas. Los guardias, como por una orden refleja dieron dos pasos atrás cuando Kurch empezó a levantar la cabeza, tenía la boca abierta, babeaba en una mueca de dolor y de una tristeza grande.

--La amo Iván. La amo más que a ti, más que a la organización y más que a mi vida.

Una mueca de dolor jamás visto por los presentes desencajó el rostro de Iván, dos lágrimas gruesas rodaron por las mejillas, se le oyó musitar un quejido lastimero y callado; de las profundidades de su alma parecía provenir un sentimiento de abatimiento que le destrozaba el corazón. Su enflaquecido cuerpo se encorvó como buscando donde agarrarse. Las palabras de Kurch taladraban profundo en sus sentimientos, a su mente llegaban imágenes hermosas de un romance antiguo que se rompía ante sus ojos. Un enorme vacío, una sima infinita repleta del sufrimiento mas grandes se abrió en sus adentros.

---Kurch… Anhela es una extraña para nosotros, Kurch; Fue cuestionada con la misma pregunta y te negó Kurch, negó que te amara, expresó Iván casi sollozando.

Desde el suelo, sangrante, Anhela le miró asombrada.

--No me importa su respuesta Iván, la amo y estoy dispuesto a afrontar las consecuencias.

Iván no soportó estas nuevas terribles palabras, dio la espalda penetró el ascensor, encerrándose en su oficina. Los guardias se quedaron momentáneamente sin una orden.

Lloraba, Kurch había confesado su crimen delante de todos. No tenía otra alternativa que enviarlo al Prodio. Su liberación podría significar la completa anarquía para la organización. Violó el artículo primero del Código, el más importante. Pero, ¿quién, quién me juzgará a mí? -¿Quién me juzgó cuando fui el primero en violarlo? -Lo violé desde que lo conocí, reflexionaba.

Iván Ivanov Sakaleyev fue el padrino de la boda de Anhela Barón y Kurch Smith, Una asamblea de Notables de la organización reformó el Código para abolir el Artículo Primero: “No Amarás ni a tu prójimo ni a nadie”.

Joan Castillo
22/12/2004.
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.89
  • Votos: 46
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