El joven que estaba delante tenía la apariencia de tener no mas de veinte y un años sin embargo sus ojos negros parecían eternos, el gesto de su rostro era maduro, la paciencia que gozaba al escucharme hacían sentirme delante de alguien sin edad ni lugar fijo, pues, si bien estaba delante de mi, parecía estar en todos lados: en el rostro del mesero que nos servía el menú, en la mujer de ojos negros y cabellos rubios que no cesaba de observarnos, en el muchacho sucio y malsano que cuidaba mi auto en la puerta del restaurante en que ambos almorzábamos... Sí, lo sentía en todas partes.
- En verdad le digo, hoy podrías conocer a dios dentro ti, tan solo tienes que buscar dentro tuyo, cerrar las puertas exteriores y sentir eso, eso que llevas dentro, como si colocaras un sensor, un micrófono para ver lo que ocurre en tu interior, créeme, es así... – le dije.
Bajó su mirada y empezó a comer lo que estaba servido en su plato, y mientras colocaba cada porción de su almuerzo en su boca, parecía sonreír, y con ese gesto, responder que no me creía...
- Guide dijo que es bueno confiar en la gente que busca la verdad, y es mejor dudar de quien dice conocer la verdad – respondió.
Callé, no supe que responder, tenía la cuchara del menú en mi mano y no empezaba a comer, estaba paralizado, como muerto… Sino fuera porque el mozo me preguntó si el sabor de la carne en mi plato estaba bueno, reviví, y empecé a comer... una cuchara, luego otra y otra y otra. Le dije al joven de ojos negros que el plato estaba bueno, pero no dijo nada.
Cuando terminamos de comer, llamé al mozo para pagar la cuenta pero el joven me miró a los ojos diciéndome que él pagaría por esta vez. Salimos y subimos al auto. Le pregunté hacia donde se dirigía. Me dijo que quería visitar a un amigo que estaba muriendo... "Hace tres años que no le veo, y es bueno ver a los vivos, para recordarlos cuando no lo estén", agregó.
Lo llevé a la dirección que me dijo y cuando bajó le extendí la mano, preguntándole cuándo volvería a verle. "Antes que te mueras", respondió con una extraña y fría sonrisa que parecía no tener edad ni lugar... Lo vi alejarse, ya era de noche, las luces de la ciudad estaban prendidas... sin embargo, aquel muchacho no tenía sombra. Temblé, y recordé que en un momento de mi vida me dije que la vida era tan plena que si estuviera frente a frente a la muerte, no temblaría, y si él me pidiera irme a su lado, le seguiría con alegría y gratitud por toda la vida que he llevado, pues ha sido buena, muy buena… Pero ahora, al verle frente a frente, en el cuerpo de un joven, y en un viejo restaurante, sentí que aún no estaba listo ni conocía la verdad...
San isidro, octubre del 2005