Llovía copiosamente en toda la ciudad. La gente buscaba refugio, pero no todos tenían donde llegar. Existía un lugar inhóspito y miserable, que era el abrigo para todos los marginados. Una luz brillaba en medio de aquel inmenso basural. En una de sus "casas", había un anciano tirado en su lecho, un muchacho lo miraba con hondo dolor. El anciano tenía los ojos abiertos y brillantes, y su sonrisa pacifica iluminaba su rostro, veiase que entraba al umbral de la vida y la muerte. Tenuemente conversaba y pensaba acerca de su vida... de sí mismo...
"No todo lo que brilla es oro"... Decía mi madre. Nunca entendí el significado de aquella verdad. Después de casi ochenta años de haber pasado por valles agradables y por zonas sombrías; al final de la vida... lo vi.
Tenía treinta años cuando recibí de manos de un sabio un libro con todas las páginas transparentes del color de la seda china, y me dijo:
- No olvides de buscar el brillo en cada página. Cuando lo veas ...Encontrarás lo que buscas.
Al sabio lo había conocido luego de una larga peregrinación, . Pues entendí a muy corta edad que yo era un buscador. Tuve que dejar todo, y con un bolsón, salí rumbo a la aventura de mi vida. Después de viajar al otro lado del mundo, me hablaron de un hombre, que era venerado y amado por su sabiduría, pregunté su morada y allí lo encontré.
Vivía en lo alto de una montaña; apenas lo vi, el sabio me sonrió. Mi corazón se sobresaltó y las lágrimas caían como cataratas por mis ojos, no supe si aquella emoción era de Felicidad o algún sentimiento por el estilo. Lo vi rodeado de ancianos, y en un idioma extraño les habló. Uno de ellos se me acercó y me habló en un castellano masticado:
- El maestro desea que usted se acerque.
Al llegar a su presencia me arrodillé, su sonrisa me cautivaba; alzó su huesuda mano y acarició mi cabeza, y me dijo:
- Tienes mucho amor hijo - Cogió una caja de madera y sacó el Libro, la besó y me la
entregó.
- Pero... Señor. ¿Porqué me obsequia ésto? - le dije medio sorprendido y feliz al mismo
tiempo.
- No es un regalo - sonriéndome respondió - Este libro siempre ha sido tuyo, en él
encontrarás todas tus respuestas a tus pregunta...Hijo ve en Paz, y recuerda que es sólo para ti.
- ¿Y que hago con él? - sus ojos brillaban como luceros, mientras que sus discípulos
guardaban silencio, luego me dijo:
- Léelo. Día a día ...Ese es el precio al camino de tu verdad. No más preguntas hijo, pues
tus preguntas son sólo tuyas...No descubras tus regalos, que han sido dadas sólo para ti. Se como un niño que acepta todo con inocencia y por ello disfruta cada segundo de lo que se le dio sólo por amor.
Me quedé escuchándolo por mucho tiempo. Me empañaba de su sabiduría y de su gracia. Un día, después de un tiempo que nunca pude precisar me pidió que volviera a casa; me levanté y le besé los pies, me dio su bendición y volví a la otra parte del mundo.
Sin darme cuenta habían pasado cerca de veinte años; diariamente abría el libro y no veía nada...Pero esa era mi promesa y la debía cumplir.
Comencé a trabajar. Me apartaba de los grupos, pues cuidaba mi soledad. Mis compañeros me veían como un hombre extraño, pero no me importaba. Por mi seriedad y tranquilidad, algunos me pedían consejos, yo trataba de no dárselos, no era egoísmo, sino que sabía que poco sabía. Un día un compañero se acercó y me preguntó:
- Disculpa, ¿juegas ajedrez?
- No - le dije, y por su extraña pregunta le sonreí, el tipo me dijo que mi cara le parecía
muy familiar, me invitó un café y conversamos de muchas cosas. Antes de irme sentí un impulso, cogí mi medalla y se la obsequié; no quiso aceptar ...pero yo le insistí y al final lo convencí.
Regresé a mi cuarto y en la noche como siempre traté de leer mi libro; para mi alegría la primera página comenzó a leerse:
"La dicha de la entrega es como una Flor
que deja caer sus pétalos,
pues sabe que de ellas nacerán nuevas flores"
Estaba emocionado y traté de leer la siguiente página pero no pude, comencé a pensar que debía de hacer desprendimientos para leer más. Así lo hice, pero no veía nada.
Mi madre murió y aunque nunca la visitaba me dolió mucho su perdida, quizás por mi ingratitud. Me hubiera gustado decirle que la quería o decirle adiós...Pero ya era muy tarde.... Lloré muchos días, y en mi soledad sentí una fría tristeza. Traté de sobreponerme y seguí viviendo. Por la noche abrí mi libro sin esperar nada y, otra página se me reveló:
"La alegría del alma al dejar sus cuerpos
es igual al abrazo del Amor Supremo"
Entendí que después de un amor viene otro. Un día gris, me despidieron de trabajo y por mi edad tuve que mendigar. Dormía por las calles, en los parques o donde me abrigara la noche. Hice amistad con indigentes, nos agrupamos y encontramos un lugar apartado de la ciudad, y lo usábamos como nuestro refugio.
Una oscura noche mientras me dirigía hacía mi hogar, se me acercó un grupo de muchachos drogados y sin razón alguna comenzaron a golpearme hasta dejarme casi muerto. Cuando abrí los ojos, estaba tirado en medio de la calle, llovía mucho, traté de levantarme y sentí un dolor en mi espalda y una de mis piernas no la sentía. Me arrastré hasta llegar a mi "casa"...Entré y prendí una vela para calentarme del frío. Abrí mi libro y otra página se me reveló:
"El dolor de un hijo mío, es mi dolor,
pobre de las manos que lo tocaron.
Soy firme y también Justo"
Aún en mi dolor me levanté y comencé a caminar con ayuda de un bastón. Salí en la búsqueda de los muchachos que me habían golpeado. No lejos del lugar los encontré, y vi que unos policías los estaban matando a palasos , sin piedad alguna. Con el corazón que se me oprimía me acerqué y les rogué que no los mataran... ¡Sentía tanta lástima por ellos!; Los policías me miraron y sin dejar de golpearlos me gritaron:
- ¡Que! ¿Acaso los conoces...Eres uno de ellos?...¡Lárgate viejo! - ya estaba por irme pero
una mano mas fuerte que yo me levantó el alma. Y una fuerza interior dentro de mí... les grito:
- ¡No puedo! ¡Yo...Soy como Ellos...Y también como Ustedes! Y como me ven: ¡Más sucio que todos! Por eso les suplico ¡Piedad!... ¡Pues si ustedes no la tienen, no habrá perdón para nadie!
Los policías se quedaron sorprendidos, congelados y mudos; mientras que los pilluelos aprovecharon para escapar. Un policía se me acercó, pensé que me iba a golpear y me dijo:
- Cuídate anciano...No todos tienen lo que tu tienes...Ahora vete...
Se alejaron y yo regresé a duras penas, casi arrastrándome a mi "casa"; cogí mi libro y otra página se me reveló:
"La Bondad es el fruto último de la vida,
y el Amor su más veloz camino"
De pronto sentí que alguien entraba a mi "casa"; era uno de los pilluelos que me había masacrado a patadas. Se paró al borde de mi lecho y me dijo:
- Hola viejo; gracias...¿Porqué hizo eso por nosotros Porqué nos salvaste? ; ¡Sabes
que los polis nos iban a matar!..¡Y encima casi te hemos matado a golpes!...¿Porqué?
- Porque solo sé perdonar, y en mi hay solo eso..Bondad - le dije casi saboreando cada
palabra, y eran tan dulce como una fruta fresca y jugosa.
El pilluelo comenzó a llorar y me pidió perdón, casi hasta me besaba las manos; le dije que tenía que aprender a perdonarse a sí mismo, y todo le sería perdonado. De pronto sentí que yo desfallecía, la respiración se me dilataba, como si entrase al sueño final; hice esfuerzos por levantarme, pero no pude. El muchacho me alcanzó mi libro, y lo abrí. De pronto todas las páginas comenzaron a revelarse, decía cosas tan bellas, había paisajes naturales, ¡Oh! Era tan hermoso, y de pronto me vi allí, metido en una de sus páginas. Casi estaba expirando, y aún tenía el libro que hojeaba con total excitación, hasta que llegué a la última pagina. Antes de leerla miré al muchacho y le dije:
- Cuando te vayas, coge este libro y trata de leerlo, en él encontrarás lo que buscas...
- ¿Lo que busco? Yo no se lo que quiero...Ni lo que busco...No se nada - me dijo el
angustiado muchacho.
- Eso es mejor. Solo busca el Amor hijo mío...Solo eso...Amor - le dije con dulzura, y él me prometió que lo haría. Abrí la última página y élla comenzó a brillar de una color dorado, que cada vez se hacía más grande y más grande y más grande ...Hasta que todo fue Luz...
En la tranquilidad de una oscura noche se vio a un muchacho que salía de unos de los barracones mas apartados, habitada por indigentes y miserables. Llevaba bajo el brazo un libro...
Me pareció un cuento profundo y bien escrito, con la intención de dejar mensaje.Saludos.