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EL NAVEGANTE

Siempre tuve miedo cuando caminaba por las noches sobre las calles silenciosas y solitarias. Sobre todo cuando iba a doblar la esquina de una cuadra, pues presentía que algo desconocido me estaba esperando detrás del muro de cada rincón.

Ya habían pasado muchos años cuando me ocurrió algo increíble. No sé por qué algo dentro de mí me aviso que parara antes de llegar a la esquina. Así lo hice, cuando de pronto una luz blanca comenzó a iluminar la oscuridad en que me hallaba, y un sonido parecido al chasquido de una refrigeradora comenzó a sonar por mí alrededor… De pronto, sentí como una sombra densa y oscura crecía ante mis ojos cada vez más y más grande. Miré el cielo y vi una nave espacial que bajaba como un ascensor en plena calle. Increíblemente no se aparecía ninguna persona, por lo que pensé que estaba soñando y decidí no preocuparme de los acontecimientos posteriores. Cuando el susodicho objeto estuve frente a mi, escuche una vos que decía: “Avanza y dobla la esquina”; obediente seguí caminado ante la presencia de este objeto y cuando doble la esquina, una diminuta persona me estaba esperando… Me asusté ante esta aparición, cuando este personaje que era algo así como un niño calvo con cuatro ojos, cola de mono, y los pies muy grandes casi de la forma de un pato me habló en un lenguaje extraño pero que pude entender: “No debes temer, pues somos tus hermanos”… Me quedé pensando y les dije con el pensamiento que cómo podían decir eso, que yo no era un ET, que era un terrícola. De pronto, este extraño enano me cogió la mano y no supe por qué sentí como unos aires de tranquilidad, que me hizo obedecerle y confiar en su mensaje…

No supe cómo, pero ya estaba dentro de la nave espacial y lleno de hombrecillos parecidos al enano, que no me soltaba la mano, al cual le llamé “Guía”. De pronto, sentí que me caía al suelo, y cuando estuve al piso, vi como todos me miraba con sus cuatro ojos, mientras me acariciaban la cabeza, las manos, como apiadándose de mi… “Pobre hermano, todo lo que ha tenido que soportar”, “Pobre”; repitieron todos como un coro de ángeles…

De pronto, sentí claramente que mi cuerpo comenzó a elevarse como suspendido en el aire, mientras que la nave comenzó a moverse, ante las extrañas sonrisas de estos enanos. Claramente vi este espacio dentro de la nave que comenzó a llenarse de un líquido color azul marino. Ante aquel suceso comencé a temblar. Mientras que los enanos mostraban en sus rostros una dicha inexplicable. Cuando aquel liquido comenzó a subir hasta rebasar sus cuerpos, vi como sus pieles se deshacían como si fuera una cáscara hasta quedar como una especie de puntitos brillantes… Cuando comenzó a cubrir mi cuerpo yo trataba de moverme pero era imposible y sentí que me iba a ahogar. De pronto, sentí con claridad como una dicha infinita que llenaba mi cuerpo, como si aquel líquido fuera algo sublime a mis carnes… Cuando tapó mi cuerpo totalmente, hice un esfuerzo por contener la respiración, pero cuando ya no pude soportar más, solté mi último aliento, y acepté el desenlace…

Fue entonces en que vi como mis carnes caían como cáscara de huevo que se deshace ante algún golpe, y me sentí como si fuera un pez que encuentra su espacio en aquel lugar azul marino y siente su esencia en todo su ser… Comencé a navegar por este espacio cuando de pronto vi gran cantidad de lucecillas acercarse hacia mí, diciéndome: “Por fin llegaste… Cuéntanos, cómo navegaste por la Tierra…”. Les conté todo, pues aún lo recordaba todo lo que viví en esas tierras y en esas carnes… “’¿Quisieras volver a jugar?”; me preguntaron. Les dije que no, pues era tan especial el juego que uno terminaba por creérsela, y el sufrimiento y el no recordar lo que era hacía del juego algo terrible…

No supe cuanto tiempo pasó, pero claramente escuchamos una hermosa voz anunciándonos el próximo juego, y sin saber por qué todos salimos disparados al llamado… Vimos que uno de nosotros salía de este océano y caía directo a una extraña bola de tierra. Luego, vimos como cogía una especie de cuerpo dorado, y después se unía a todo un grupo de seres dorados que se arrastraban sobre sus lomos y subían y bajaban las lomas de esta bola de tierra… Vimos como nos miraba desde un punto de aquel planeta y olvidaba su esencia. La soledad, el temor, el dolor lo inundaban… “Siempre ocurre los mismo, siempre se olvida que todo es un juego…”; hablábamos entre nosotros…

Entonces recordé la esquina, mi temor por lo desconocido y nuevamente volví a jugar… Me juré que esta vez no olvidaría mi esencia… pero, nadie sabe lo que sucede cruzando la esquina…



Joe 15/03/04
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 7745
  • Fecha: 16-03-2004
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 4
  • Votos: 23
  • Envios: 1
  • Lecturas: 3179
  • Valoración:
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