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Categoría: Misterios

EL PACTO

    Todo parece tan efímero cuando llegamos al final del destino, cuando nos pasan la cuenta que debemos pagar.
    Como en cada ocaso, me recuesto en este sillón que tanto amo, porque es quien mejor acaricia mis huesos; me tomo el tiempo del mundo mientras bebo el mejor de mis whiskies, y me inunda la obligación  de recordar y desandar mi vida. Tengo lo que cualquier hombre exitoso quisiera tener, una pequeña fortuna, ganada sin grandes esfuerzos, coletazos de suerte en los momentos justos, mujeres bonitas, algunas fueron mis esposas durante algún tiempo, siempre, el que yo quise disfrutar. Sólo dos hijos, Ángeles y Felipe, ya grandes ellos y con todo el mundo a su favor; son mis bienes más preciados, son mi vida, a pesar de lo que se ve.
    Nadie conoce mi historia, una historia que quizás nunca, me atreveré a contar, sólo aquí, en mis pensamientos. Soy huérfano de padres, al nacer mi madre me arrojó a un basural y el destino quiso que Anselmo, un conocido linyera de por entonces, me salvara de la jauría de perros que pretendían matar su hambre conmigo. Anselmo tenía una criada, Leticia, que le ayudaba a seleccionar los desechos que a diario le proveía el basural. Máxima pobreza, pero fue allí, donde empecé mi andar. Las enfermedades no me fueron ajenas, contraje todo lo que un niño podía de malo cultivar. Ya siendo adolecente y habiendo muerto Anselmo, me despedí de Leticia y salí a las calles a procurar mi destino.
    El invierno era crudo, el asfalto y los adoquines de la urbe se helaban por las noches. Lloviznaba y busqué cobijo bajo un puente solitario. Todos me pasaban por el lado, automóviles y peatones, ignorando absolutamente mi presencia, parecía no existir, pero ya estaba acostumbrado a ser sólo paisaje para los demás. Alguien tocó mi hombro y me despertó, un tanto asustado me enderecé sin desprenderme de la vieja y agujereada cobija que me calentaba. Era un hombre de porte grande, vestía capa negra, una capucha cubría su cabeza y gran parte del rostro. Nos miramos por un momento, pero nunca fue concreto lo que vi, él también, parecía no existir.
-¡Siéntate! - Me dijo con una voz imperativa y grave a la vez-
-¿Quién es usted? –Pregunte con algo de temor-
-No me temas, soy tu amigo y estoy aquí para ayudarte, ¿Cómo te llamas?
-Roque. –Dije entre dientes-
-Bien Roque, dime por qué estás aquí. . .
-Es mi destino, creo. . ., la vida no me ha dado grandes posibilidades.
-¿Y quisieras tenerlas? Las oportunidades digo. . .
-Por supuesto que sí, quien quisiera llevar esta vida. Pero dime. . . ¡Tú! ¿Quién eres, qué haces?
-¿Quién soy?, ya te lo he dicho, un amigo. ¿Qué hago?, soy cazador.
-¿Cómo cazador, y qué cazas? –Me sorprendió esa respuesta-
-Almas, almas como la tuya, almas sin destino ni posibilidades.
-No entiendo, ¿cómo es eso de cazar almas?
-En realidad no las cazo, las compro, me gusta coleccionarlas.
-¡Ja!, ah sí, no me digas. . ., ¿y cuánto vale mi alma?
-Lo que quieras, sólo pide y lo tendrás, nada es imposible para mí. Sólo está en ti aceptar o no, pero recuerda que si aceptas, tenemos un pacto y ese pacto, es un precio que en algún momento me he de cobrar.
    La situación era muy extraña, este sujeto aparecido de la nada entre el vaho del asfalto, me proponía una vida, una vida digna. De locos está llena la ciudad, y sin dudas, este era uno más. Que perdía diciendo que sí, si yo no tenía nada que perder y de paso me sacaba este loco de encima y podía seguir durmiendo tranquilo.
-¡Bueno bien!, hagamos el trato. Quiero ser alguien digno, tener un buen pasar, que no me falte nada, mujeres, dinero, empleados, una buena educación para poder manejarme en los grandes círculos, en definitiva, todo aquello que significa vivir bien. ¿Puedes con eso? –Pregunté irónicamente-
-Ya te dije, nada es imposible para mí, ¡Claro que puedo! ¡Ah!, sólo una aclaración, esto no es un trato, “es un pacto”, sólo entre tú y yo y nunca olvides que tu alma a partir de ahora me pertenece y solamente me volverás a ver, al momento de cobrármela.
    Me volteé por un segundo porque un gran camión me pasó muy cerca, cuando volví la cara, ya no estaba. Me acurruqué de nuevo y traté de olvidar la situación, lo que no fue tan fácil, hasta que conseguí dormirme.
    Por la mañana, las nubes despejaron el cielo y dejaron que se vea el sol. El ajetreo de la ciudad, continuaba con la rutina de los martes. El micro centro me daba más oportunidades, pues los comercios y restaurantes, sacaban la basura y eso nutría mis posibilidades de supervivencia. Mis primeras incursiones eran en los restaurantes, las sobras de comida me alimentaban para el resto del día. Me senté al reparo de unas cajas y bolsas de residuos a comer un medio sándwich de milanesa que había encontrado mientras revisaba algunas bolsas, siempre se encontraba algo interesante. Papeles, cartones, plásticos. . ., un sobre de papel madera, me llamó la atención, estaba doblado en dos, lo abrí y revisé el contenido, algunos recibos y cosas sin importancia, pero había algo más, un billete de lotería que aún no había vencido, me lo guardé en el bolsillo.
    Por la noche volví al mismo puente a descansar, esperando no encontrarme de nuevo con el loco. Un día más despertaba y la locura se adueñaba de la gente otra vez. Todos los días igual, pasó una semana y en mi recorrida de siempre pasé por lo de Adolfo, un kiosquero amigo que siempre me daba algún mandado de hacer. En efecto, le hice un par de compras por ahí, siempre me esperaba con un sándwich y una gaseosa además de darme algunas monedas.
-¿Te enteraste Roque del suertudo que sacó la grande?
-No. . . ¿Qué  grande?
-¡La lotería!, y dicen que el ganador no aparece.
-¿Me anotas el número ganador?
-¿Para qué quieres el número?
-¡Que se yo! Curiosidad nomás.
    Ya era oscuro y se estaba poniendo frío, me quedaba lejos el puente así que me cobijé en un zaguán. Me estaba por dormir cuando me acordé del billete, lo saqué y lo comparé con los números que me había dado Adolfo. Lo apreté fuerte en mi pecho y me largué a llorar. Fue un largo llanto en el que destilé muchas amarguras, en el que lavé muchas penurias y hambre, lo demás, es lo que ya conté.
    Adolfo me prestó su casa para que me bañara, me dio algunas ropas para estar presentable y me acompañó al edificio de la lotería a cobrar mi premio. Ahí empezó todo y cuando digo todo, me refiero a mi nueva vida. Lo de la lotería era un monto bastante considerable, era casi un millonario. Adolfo era quien me dio algunos consejos y decidí instalar una gran recicladora de residuos que era de lo que yo entendía. El ochenta por ciento de los cartoneros de la ciudad, hoy trabajan para mí, tengo prácticamente el monopolio de la basura, un rubro que bien explotado, deja muchísima ganancia. Todo se expandió de una forma increíble, hice cursos acelerados en institutos privados y logré una cultura bastante general en un corto tiempo. Mujeres nunca faltaron, las tuve de a montones, me convertí en alguien exitoso, que en definitiva, es lo que siempre desee.
    Todo esto me consumió mucho tiempo, pero eso no me impidió nunca tener siempre presente el “pacto”, que una noche de llovizna bajo un puente, hice con ese loco, que después de ocurrido todo, sé que no era tan loco y que existía de verdad.
    Tomé algunas precauciones, me cambié la identidad y dejé de frecuentar los lugares de siempre, puse gente a cargo de mis negocios y me retiré en soledad a vivir alejado de todo y de todos, sólo los de mi entera confianza, saben de mí. He cambiado varias veces mi lugar de residencia y seguramente lo seguiré haciendo y cada vez que me pregunten ¿por qué?, les diré lo de siempre, que sólo quiero cambiar de aire.
    Estoy cómodo aquí, éste es un lugar especial rodeado de montañas, no me falta nada, tengo todo lo que soñé tener cuando vivía bajo un puente.
    Hoy es un día especial, es mi cumpleaños número sesenta y siete y Ángeles y Felipe me vienen a visitar, tengo todo preparado para recibirlos, siento un gran deseo de abrazarlos.
    Suena el teléfono, es lo único que me hace abandonar mi sillón y mi  whisky, porque sé, que han de ser mis hijos que están por llegar:
-¡Hola!
-Sí, hola. . . ¿Señor Fuentes?
-Sí, él habla. ¿Con quién tengo el gusto?
-Comisario Roldán señor fuentes. . .
-¡Ah! En qué puedo serle útil comisario ¡Qué sorpresa!
- Disculpe señor, pero tengo una mala noticia que darle.
-¿Qué pasa?,  diga. . .
-Sus hijos señor, hubo un accidente en la curva de los lagos y me temo que sus hijos están involucrados en él.
-¡Pero cómo! ¿Qué pasó? ¿Están bien?
-No puedo darle mucha información por este medio señor, le pediría si se puede apersonar  por aquí.
    Subí a mi auto tratando de no pensar en lo peor, a mis hijos no podía sucederles nada, no, de ninguna manera. En cinco minutos llegué al lugar, todo era luces azules y rojas que iluminaban la oscura carretera, balizas y policías por doquier. El accidente se veía tremendo.
-¡El comisario Roldán por favor!, soy Rogelio Fuentes. –Pregunté impulsivamente a un uniformado-
-Por ahí, lo está esperando señor. –Me contestó-
-¡Comisario!
-Señor Fuentes. . ., lo siento mucho, es una tragedia muy triste, necesito que nos diga si los ocupantes del vehículo son sus hijos.
    Los metros que me separaban del vehículo se hicieron inmensos, yo no quería ver, pero a la vez, tenía la necesidad. Me acerqué despacio a lo que quedaba del auto, una puerta estaba abierta y dejaba ver en su interior dos cuerpos inertes. Pero ¡No!, no podían ser ellos. Me quedé paralizado a sólo dos metros de ahí. Una mano se posó en mi hombro y otra vez una voz imperativa y grave a la vez, me dijo:
-¡Hola Roque!, ¿o debería llamarte Rogelio Fuentes?
    Era él, el hombre del puente, con su capa negra y la capucha que le cubría el rostro. No pude contestar, estaba impávido y cualquier expresión en mí. . . muerta.
-Te confieso Roque que supiste burlarme todos estos años, por lo que veo has progresado mucho, te ha ido muy bien, hasta te has vuelto inteligente. . . Me dio mucho trabajo encontrarte.
-¡El pacto no fue este! ¿Por qué mis hijos?
-Es que no me gustan las almas viejas Roque, y además ¿sabes de economía no? La otra. . .la otra es por los intereses.

 

Datos del Cuento
  • Categoría: Misterios
  • Media: 8.5
  • Votos: 2
  • Envios: 0
  • Lecturas: 7509
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