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EL PRÍNCIPE FELÍZ.

Sobre una columna,en lo más alto de la ciudad, se alzaba la estatua del Príncipe Felíz. Estaba revestida en oro, tenía dos zafiros por ojos, y un rubí en el puño de su espada. Todos en la ciudad lo admiraban:
- ¡Es tan hermoso cmo una veleta!.
- ¡Parece exactamente un angel!.
Una noche, una pequeña golondrina, que no emigró a Egipto como sus compañeras,llegó a la ciudad y se cobijó entre los pies del Príncipe Felíz.
Mientras se acurrucaba para dormir, tres lágrimas rodaron por las mejillas del príncipe y cayeron sobre la golondrina.
- ¿Quién soís?. Preguntó la golondrina.
- Soy el Príncipe Felíz.
- ¿Por qué lloráis entonces?.
- Cuando vivía en el"Palacio sin Preocupaciones"
todo a mi alrededor era maravilloso. Ahora que estoy muerto y colocado aquí, tan alto, puedo ver la fealdad y miseria de mi ciudad. A pesar de que mi corazón está lleno de plomo, no puedo hacer más que llorar. Por la ventana abierta de una pobre casa puedo ver a una mujer con su hijito enfermo, tiene mucha fiebre... Golondrina...¿No querrás llevarle el rubí de mi espada?. Yo no puedo moverme.
- Me están esperando mis compañeras en Egipto.
-Golondrina... ¿No querrás quedarte una noche conmigo y ser mi mensajera?...¡El niño tiene tanta sed y la madre está tan triste!.
La mirada del Príncipe Felíz era tan triste que la golondrina se sintió conmovida y aceptó quedarse una noche.
Así, la golondrina arrancó el rubí y lo llevó a la mujer y al niño.
Al otro día la golondrina dijo al príncipe que partiría a Egipto, pero éste le pidió que se quedara con él una noche más.
- Me esperan en Egipto. Dijo la golondrina.
- Golondrina... al otro lado de la ciudad veo a un joven inclinado sobre un pupitre tratando de terminar una obra para el director del teatro, pero siente demasiado frío para continuar. Siente hambre y no hay fuego en la chimenea.
- Me quedaré una noche más.dDijo la golondrina.
- Mis ojos son unos zafiros, arranca uno y llévaselo, él lo venderá para comprar leña y terminar su obra.
Así, la golondrina llevó el zafiro al joven, quien al verlo se sintió muy felíz.
Al día siguiente la golondrina se despidió del Príncipe pero éste le pidió que se quedara con él una noche más.
- Es invierno. -Contestó la golondrina.- Pronto estará todo cubierto de nieve. Mi querido Príncipe, tengo que dejaros, pero nunca os olvidaré, y la próxima primavera volveré y os traeré dos hermosas piedras en sustitución de las que habéis regalado.
- En la plaza, allá abajo, una niña que vende cerillas está llorando porque se le han caído al arroyo y se le han estropeado todas. Su padre le pegerá si vuelve a casa sin dinero. Anda, arráncame el otro ojo, llévaselo y así su padre no le pegará.
- Me quedaré una noche más. Dijo la golondrina.
La golondrina arrancó el otro ojo del Príncipe y lo colocó en la mano de la niña, quien corrió felíz a su casa.
Al volver la golondrina, dijo al Príncipe:
- Como ahora estáis ciego, me quedaré con vos para siempre.
- No golondrina, debes marcharte a Egipto.
- Me quedaré con vos para siempre. Y se quedó dormida a los pies del Príncipe.
Al otro día el Príncipe dijo a la golondrina:
- Estoy cubierto de una capa de oro, tú debes quitármela y dársela a mis pobres.
La golondrina hizo lo que el Príncipe le pidió, mientras veía sonrosadas las caritas de los niños que reían y jugaban.
Entonces vino la nieve. La pobre golondrinita sentía cada vez más frío, pero no quería abandonar al Príncipe.
Al fín comprendió que iva a morir, tuvo sólo fuerzas suficientes para volar hasta el hombro del Príncipe. Le dió un beso y cayó muerta a sus pies. Mientras un extraño crujido se oyó en el interior de la estatua, su pesado corazón se había quebrado en dos.
A la mañana siguiente, el alcalde cruzó la plaza acompañado de sus consejales. Al alzar la vista hacia la estatua exclamaron:
- ¡Dios mío!. ¡El Príncipe Felíz parece un harapiento!. ¡Está hecho un pordiosero!. Y hay un pájaro muerto a sus pies.
Así pues, derribaron la estatua del Príncipe Felíz y la fundieron.
- ¡Qué cosa tan rara! -Dijo el capataz de la fundición.- Este corazón roto no se funde.Tendremos que tirarlo como chatarra.
Entonces tiraron el corazón a la basura donde estaba la golondrina muerta.
Un día dijo Dios a uno de sus ángeles:
- Tráeme las dos cosas más preciosas que haya en la ciudad.
Y el angel le llevó el corazón de plomo y el pajarito muerto.
- Has elegido perfectamente.-Dijo Dios.- Pués en mi jardín del paraíso este pajarillo cantará eternamente y en mi ciudad de oro el Príncipe Felíz me glorificará.
Datos del Cuento
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1 comentarios. Página 1 de 1
Maite
invitado-Maite 06-06-2003 00:00:00

Este cuento lo encuentro muy apropiado para poder educar en valores a los niños y preadolescentes. Es significativa la figura del pájaro y príncipe que son capaces de compartir lo mejor de si, su propia persona, su vida por el bien y el progreso del pueblo. La solidaridad conlleva dar lo mejor de si a los demás

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