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EL RICO

Las riquezas y los honores son pasajeros y no significan felicidad. Se puede ser dichoso solo con arroz como alimento, agua como bebida y el propio brazo como almohada (Confucio)

EL RICO

Su vida no fue muy esforzada que digamos.
Hijo ùnico de un gran terrateniente pampeano, en su juventud su responsabilidad era estudiar y por supuesto tener las mejores notas ya que habìa recibido por educaciòn aquello que debìa ser el mejor.
-¡Tú no has nacido para servir, sino para ser servido!
Era la sentencia màs escuchada en su casa expresada por su padre, a la que agregaba consideraciones sobre la diferencia social que existìa entre èl y el resto de los alumnos.
Èl cumpliò, cursò sus estudios primarios y secundarios con las mejores notas que se hayan registrado en los establecimientos de los cuales fue alumno
Distinto fue cuando comenzò la Universidad. Su carrera predilecta era Filosofía, pero le tocò hacerlo en un època convulsionada, y como la moda era el marxismo –leninismo, abrazò a esa idea revolucionaria.
Se lo vio encabezar marchas, manifestaciones, revueltas, choques y generalmente era el principal, al que todos seguían.
Decìa en sus alocuciones frecuentes que habìa nacido para ser un lìder revolucionario y que a èl lo impulsaba un sentimiento de igualdad social.
Muy adentro de su inconsciente, esa rebeldìa tìpica en su juventud era la respuesta que estaba dando a su progenitor, aunque èl no lo sabìa.
Cuando obtuvo el doctorado sus ideas sufrieron un vuelco fundamental. Ahora era fascista y todo lo relacionado con el marxismo era despreciable.
-¡A esos zurdos hay que matarlos a todos!
Era su frase preferida. Aparte se hizo partidario polìtico de una agrupaciòn neofascista
Su vida personal tambièn sufriò un vuelco. Se casò con una mujer de extirpe linaje; atràs quedaron sus sentimientos de estudiante y novias pobres que le entregaron muchos momentos de felicidad, ahora su medida era la posiciòn social y la riqueza.
Y asì fue formando su vida, entre fiestas de amigos adinerados, reuniones culturales, asistiendo a todo aquello que significara trascender en el orden social y sobre todo cuando tenìa la seguridad de que alguna revista de moda estaba presente, para tomarse unas fotos compartiendo lo que la “alta sociedad” hacìa.
Un dìa caminando por el centro comercial una pobre mujer se acercò.
-¡Por favor, señor! ¿No tendrìa unas monedas? Hace dìas que no me alimento.
-¡Trabaje, si quiere comer!
-¡Pero, no hay trabajo, señor!
-¡Trabajo hay! Lo que pasa es que ustedes son haraganes.
-¡Señor, le suplico!
-¡ Afuera, vàyase!
-Dios quiera que usted pase las necesidades que yo tengo y no encuentre ayuda
Sentenciò la mujer
No fue instantáneo. A los pocos dìas las cosas le comenzaron a ir mal. Primero fueron unos malos negocios, luego descubrir que era engañado por su mujer, posteriormente la pèrdida de un hijo y por ùltimo la venta de las propiedades para afrontar el cùmulo de deudas contraìdas.
Al final la bancarrota.
Hoy se lo puede ver con un abrigo, otrora fino, convertido en harapo pidiendo limosna en la puerta de una iglesia diciendo....
-¿ No tendrìa unas moneditas?
Datos del Cuento
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